03/06/2015 – Crónicas en Claroscuro
El 7 de junio de 1810 inició su circulación La Gazeta de Buenos Aires, pensado por Mariano Moreno como órgano de difusión y defensa de los ideales independentistas de Mayo. Reconocido como mojón de la historia, el 7 de junio se celebra el Día del Periodista.
El gremialismo es un capítulo abierto en la saga y en una de las páginas se inscribe Emilio Jáuregui, considerado primer mártir de los periodistas sindicalizados de nuestro país. Jáuregui fue asesinado en Buenos Aires, el 27 de junio de 1969, por la represión policial.
*En sustancia, hay puntos de contacto entre una y otra época. En 1810, los objetivos eran desprenderse del autoritarismo colonial y reafirmar los conceptos de soberanía, igualdad y libertad.
En 1969, los derechos civiles estaban suprimidos por la dictadura encabezada por Juan Carlos Onganía y llegaba al Río de la Plata el alcalde de Nueva York, Nelson Rockefeller, en calidad de enviado por el presidente Richard Nixon.
Precisamente, en una manifestación de repudio a esa presencia Jáuregui fue acribillado en la vía pública, como en cumplimiento de una consigna pre-establecida por los servicios de inteligencia. Jáuregui tenía 29 años de edad y era secretario general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa, depuesto por la intervención del terrorismo de Estado.
Emilio Jáuregui nació en 1940, en familia de alta burguesía, vinculada con el apellido Pinedo por la rama materna. En el tránsito de la adolescencia a la juventud vivió en París, donde su padre cumplía funciones diplomáticas. Estudió ciencias políticas en la Sorbona. En la semblanza elaborada por quienes bien lo conocieron, Jáuregui era inquieto por las cuestiones humanísticas, apasionado en las discusiones y divertido en las salidas nocturnas, con despliegue de sus preferencias por el rock y el tango.
En el regreso a Buenos Aires, ingresó como cronista del diario La Nación en 1960, con afiliación inmediata al sindicato de prensa porteño. Me tocó en suerte, concurrir con frecuencia a la señorial casona de calle Alsina por circunstancias que resumo: yo actuaba en el gremio de personal de empresas de seguros, intervenido desde la gran huelga (72 días) que perdimos en 1959, junto con los bancarios; formamos comisión por la reincorporación de miles de cesantes y nos reuníamos en la sede de los compañeros periodistas, sin saber que pronto sería uno de ellos.
Por aquellos tiempos, el gremialismo se nucleaba por afinidades ideológicas y partidarias. En Prensa predominaba la izquierda ortodoxa, aunque en pulseada con militantes de la denominada nueva izquierda, por lo que presencié asambleas con polémicas enriquecedoras. En ese proceso surgió una conducción que no superaba los 25 años de edad y con Jáuregui en papel de protagonista.
De Jáuregui periodista de medios gráficos destaco los enfoques sobre la guerra de Vietnam, producidos en colaboración con Eduardo Jozami, con el que viajó hacia la contienda que conmovía al mundo. Jáuregui se había casado con Susana Valle, hija del jefe militar fusilado en 1956, por frustrado intento de contrarrevolución a la de 1955.
El 29 de mayo de 1969 aconteció el Cordobazo, con réplicas en varias ciudades capitales del país. El poder de Onganía tambaleaba y se incrementaba la represión. La CGT de los Argentinos promovía la protesta por el arribo de Rockefeller. El 27 de junio de 1969, en la zona norte de Buenos Aires dos vehículos policiales interrumpieron la marcha de los manifestantes. Un grupo de efectivos atacó con sus bastones y armas de fuego. A Emilio Jáuregui le dispararon a la cabeza, hiriéndolo de muerte.
Daniel Parcero en su libro Los Trabajadores de Prensa – Ladrilleros del Periodismo, narra que el velatorio se realizó en la Federación Gráfica Bonaerense, donde se registró un incesante desfile de sindicalistas combativos, estudiantes, periodistas, dirigentes peronistas, radicales, socialistas y de agrupaciones de izquierda. El cortejo a pie hasta el cementerio de la Recoleta fue multitudinario y cubrió tres cuadras.
El crimen del que fue víctima Emilio Jáuregui nunca se esclareció. El fusilamiento quedó impune. Yo conocí la nueva sede de Fatpren en 1972, como secretario general de la Asociación Riojana de Trabajadores de Prensa (Aritrap). La conducción fascista tapaba la memoria de Jáuregui. La omisión ha sido reparada, con la asistencia de su viuda, su hija y la tensión emotiva.
(*Por Guillermo Alfieri/ Análsis Digital)
Emilio Jáuregui