Una historia de Villa Elisa Entre Ríos…
La historia de vida de Omar Borcard fue documentada por la realizadora Luz Ruciello; la producción se financia mediante el sistema de crowdfunding
Una entrerriana busca finalizar un documental sobre la historia de Omar, un albañil cinéfilo de Villa Elisa, que construyó -dos veces- un cine en su casa. Se trata de una historia de tenacidad y amor al arte de las películas que intenta ser contada por el protagonista y la realizadora.Luz Ruciello es de Concepción del Uruguay y hace 20 años que vive en Buenos Aires. Se fue a la gran capital a estudiar Imagen y Sonido. Hoy trabaja free lance como asistente de dirección en largometrajes y publicidad. También lleva adelante sus propios proyectos cinematográficos.
Un día cualquiera, hace seis años, de visita por Entre Ríos, paseaba por las calles de Villa Elisa y divisó un modesto cartel que decía “Cine”. Lo tuvo que leer dos veces porque “tranquilamente podría haber sido un kiosco” dijo en diálogo con El Diario. Tocó la puerta, la atendió una mujer que le confirmó que en esa casa funcionaba un cine y que el encargado era su marido, Omar Borcard.
Omar es albañil y durante cuatro años, a fines de la década del 90, construyó con sus propias manos, en la planta alta de su vivienda, el cine Paradiso. En un principio, dijo que las paredes que levantaba eran para hacer un local de alquiler. Esa fue su excusa para que no le hagan la contra mientras realizaba su sueño. Omar sabe muy bien que las iniciativas innovadoras (y que no implican ganancias económicas) siempre generan resistencias.
Cuando su compañera, Teresa, le preguntaba de dónde sacaría las películas, el proyector, la pantalla y las butacas, Omar se limitaba al conocido consuelo: “Dios proveerá”. Sea a través del favor divino o del trabajo de los hombres, él no tenía dudas que la sala se concretaría.
Finalmente, los asientos fueron donados por el Cine Mitre que funcionó en la localidad desde 1935 hasta unas décadas atrás. El primer proyector lo donó un cura de Hasenkamp que pasaba cine ambulante; se trataba de un Gaumont modelo 1928. Luego de un viaje en plena tormenta, le entregaron el aparato dentro de una caja pero totalmente desarmado. Quien logró encajar las piezas fue el proyectorista del Mitre. Para la pantalla, Omar compró una tela y una pintura especial y, junto a Teresa, la amuraron al fondo del salón.
El cine se inauguró en el 2000 y desde entonces funciona con intermitencias. Los períodos de actividad y recesión están dados según vayan sorteándose los vaivenes económicos. En el presente está en plena actividad. Las proyecciones se realizan los fines de semana. La temporada de películas se interrumpe durante los veranos debido al calor y la falta de refrigeración. El nuevo objetivo es adquirir tecnología 3D.
El año en que inició, Omar viajó a Buenos Aires para contactarse con las distribuidoras. Allí se llevó una desilusión: descubrió que el cine no era sólo amor sino también una industria y un negocio. De todos modos, se contactó con la gente de El Ciudadano, un proveedor con el que sigue vinculado después de 14 años. Como Omar tiene buenos hábitos, cada vez que va a la capital, compra películas originales y toma café en el mismo bar. Luz lo describe como “un tipo fiel”.
Como si al guión de esta historia le faltara algún capítulo dramático, en un momento los hermanos de Omar decidieron vender el terreno heredado donde él vivía y había levantado el cine. Dado que la Municipalidad no aprobó la subdivisión del inmueble, no hubo más remedio que demoler lo edificado para concretar la operación sucesoria. La tristeza del desmantelamiento y la acción de la piqueta fueron captadas por la cámara de Ruciello. Omar se juró no pasar nunca más por esa calle. La pareja se mudó a la casa de los padres de Teresa. En el terreno lindante, Omar empezó a construir nuevamente su casa y el cine.
Cada vez que volvía de visita a Villa Elisa, Luz no podía creer lo que veía: la obra del cine avanzaba más rápido que la de la vivienda. Así fue que la sala de Omar se volvió a levantar en 2011 en una nueva dirección y en contra de todos los pronósticos.
Concreto
Luz Ruciello filmó la vida, muerte y resurrección del Paradiso “porque es una historia de tenacidad que puede ayudar a mucha gente a concretar sus proyectos y a dejar las excusas de lado”, dijo. En el presente está abocada a la tarea de conseguir dinero para contratar un sonidista y un editor y así poder finalizar la posproducción de su documental tituladoUn cine en concreto. Al mismo tiempo, quiere colaborar con la adquisición de la tecnología 3D para la sala. Por eso recurrió al sitio Idea. me, una plataforma que conecta a emprendedores que necesitan financiar sus ideas y a colaboradores que aportan pequeñas sumas para ser parte de la iniciativa y recibir una recompensa a cambio.
El objetivo que se propuso es reunir 35 mil pesos. Una mitad iría para su película y la otra para el cine. Hasta el momento, las colaboraciones llegan a 14.200 pesos y no queda mucho tiempo. El inconveniente es que si se vence el plazo estipulado y no se ha juntado el total, el dinero vuelve a los aportantes y el proyecto se queda sin financiamiento. La dirección para conocer el plan de Luz eshttp://idea.me/proyectos/18416/un-cine-en-concreto.
Omar adquirió el amor por las películas en su niñez. Afectado por el asma y obligado por las circunstancias de la pobreza a trabajar como canillita, encontró en el cine no sólo un alivio sino la felicidad misma. En la semana, juntaba las monedas para sumergirse los sábados en uno de los mejores lugares que existen en el mundo: una sala de proyección.
Coherente con su historia, el albañil cinéfilo, que hoy tiene 60 años, construyó el Paradiso para los chicos de su pueblo. La entrada nunca costó más que unos pocos pesos. Igualmente, nadie se queda afuera si no tiene el dinero.
El cine no sólo se sostiene de las entradas sino que Omar y sus amigos-espectadores organizan festivales, recitales, rifas o bonos contribución para sostener un espacio donde mirar, reunirse y experimentar la alegría de la belleza. (Fuente – Franco Giorda)
