Una Selección distinta que necesitará como nunca jugar en equipo.

Básquetbol – Mundial de España.
La escuadra de Lamas todavía no piensa en grandes objetivos y la idea es preparar partido por partido. ”Ni nosotros sabemos para qué estamos”, dijo Andrés Nocioni, sin vueltas.
Hernán Sartori/Enviado especial. Sevilla (Clarín)

Lágrimas. Rostros desencajados. Miradas hacia la nada, que reflejaban la desolación más absoluta. Aquel vestuario del domingo 12 de agosto de 2012 en el North Greenwich Arena tuvo un poder simbólico demoledor. El mejor equipo de la historia del deporte argentino, por calidad, técnica, juego colectivo, valores ofrecidos, rendimiento, legado, identidad y también resultados, sufría un golpazo fulminante al perder con Rusia por la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres. Costó hacer borrón y cuenta nueva, pero lo hicieron. Y miraron hacia el Mundial de España 2014.

La esperanza. Andrés Nocioni, Pablo Prigioni y Luis Scola, las tres figuras de la Selección argentina que hoy arranca el sueño mundialista. Marcelo Figueras.
La esperanza. Andrés Nocioni, Pablo Prigioni y Luis Scola, las tres figuras de la Selección argentina que hoy arranca el sueño mundialista. Marcelo Figueras.


Pero dos años después, esta Copa del Mundo en la que Argentina debutará a las 12.30 contra Puerto Rico no es el mismo Mundial que se imaginaba en 2012. Este Mundial de España debía ser el de la revancha de Londres y la ocasión ideal para el epílogo de un ciclo dorado en el básquetbol nacional. Y hoy no lo es. Porque este Mundial en realidad es el primer torneo de la ordenada transición hacia otro equipo. El Mundial del progresivo cambio de mando entre la mítica Generación Dorada y los jugadores que deberán cargar con el peso de su apodo, ése que el marketing quiere imponer como El Alma.

Qué mejor que esta mezcla de históricos y jóvenes para entregar el bastón a tiempo, en la cancha, jugando y dando el ejemplo. No desde afuera, en la comodidad del retiro. Desde adentro, donde una vez más el grupo buscará desarrollar ese legado que al deporte argentino le dejará mucho más que dos medallas olímpicas y un subcampeonato mundial. Una identidad a seguir por cada seleccionado de cualquier categoría.

Por las dificultades propias de un proceso de transición en el que el ensamblaje de juventud y experiencia ha costado, es el primer torneo en una década al que la Selección Nacional arriba decididamente como punto y, aún más, con algunas incógnitas sobre el rendimiento que necesita tener para llegar a buen destino. Por eso si antes los jugadores se proponían meterse en las semifinales, para tener dos chances de pelear por una medalla, hoy el objetivo es cauteloso: preparar cada partido, clasificar lo más arriba posible en el Grupo B y a cara de perro en los cruces que toquen después.

Si una virtud caracterizó a este equipo fue el de querer siempre más y ser autocrítico cuando no estaban los patitos en fila. Por eso no se escucha el cassettero “jugamos bien” cuando se juega mal. Por eso Andrés Nocioni es directo: “Ni nosotros sabemos para qué estamos”. Y no es abrir el paraguas sino más bien apelar a la honestidad y a lo que se vio en la cancha.

Que el grupo sintió la paliza de España del lunes pasado es una realidad implacable. Por más dominio que tenga un equipo, no se permiten jugar como lo hicieron. Y entonces apuntan a mejorar.

Es vital la recuperación defensiva contra rivales de mayor talla, envergadura física y experiencia bajo los tableros, la zona frágil, con juventud en exceso y kilos de menos. Para que sirvan los puntos de quienes lógicamente tendrán mayor responsabilidad ofensiva (Scola, Nocioni, Herrmann), debe cuidarse el aro propio.

Pero como los rivales no ignoran el reparto de goleo argentino, a la hora de tener doble marca en los anotadores, deberán aparecer alternativas desde el perímetro y, mientras se pueda, buscando huecos a los golpes en la zona pintada.

Lo peor que le puede pasar a la Argentina es transformarse en un equipo previsible. Para evitarlo, el corazón y el temple de quienes están ante el torneo de su vida deberá latir más fuerte. Jugar un Mundial no es viajar a Disney como fiestita de 15. Es un sueño cumplido para quien vivió años de esfuerzo. En eso deberán pensar los más jóvenes del equipo. En las veces en que dejaron de irse de joda con amigos porque entendieron que si querían ser profesionales y llegar a la Selección, el trabajo les daría frutos.

El futuro ya llegó. El Mundial de España sale a la cancha con una Selección en transición. Quien así lo entienda, la pasará mejor. Quien se piense que esta Selección es la misma de siempre, consumirá su propia ficción. Los años pasan, los equipos cambian y los objetivos mutan. Este Mundial puede marcar el primer año del resto de la historia del básquetbol argentino. A por él, como dicen en estas tierras. Que fracasar sólo está reservado para quienes no se animan a los desafíos. Y, se sabe, la única lucha que se pierde es la que se abandona.

Puertro Rico y Argentina ya juegan por el Mundial de España...
Puertro Rico y Argentina ya juegan por el Mundial de España…