Una historia del Padre Mauricio Landra – Hace doscientos años era fusilado un sacerdote en Gualeguaychú

Hace doscientos años un sacerdote

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*Por el Padre Mauricio Landra

*En el contexto del Bicentenario patrio y de estos días Pascuales, podemos recordar que un 15 de abril, era fusilado en Gualeguaychú el sacerdote dominico Marcelino Pelliza.

Durante el tiempo de la colonia y cuando éramos virreinato se vivieron momentos misioneros, en donde se unían la pala y la cruz para levantar pueblos y capillas. Los archivos certifican que la gente ya se bautizaba y casaba en la zona desde 1766. Sin Pueblos en el Sur Entrerriano, la realidad es dura y creadora de límites más allá de los ríos, porque se estaba definiendo el país de los matreros en donde nunca resultó fácil organizarse.
La revolución iniciada en 1810 llegó a estos territorios. Donde por momentos los ríos nos unen y otras veces nos separan, también se pasaba de un bando al otro. Así dependíamos de Buenos Aires, otras de Montevideo, con el riesgo de ser realistas y ofendiendo la libertad, precisamente de los pueblos libres. Tiempos de caudillos y de República de Entre Ríos, tiempos violentos que también envolvieron a nuestra Gualeguaychú y a sus cristianos.

tapa- nuevo vicarioEstos tiempos no fueron cortos ni parejos, sino que se vivían entre grandes logros y muestras de nobleza. Así muchas de las fiestas cristianas incluían entre las intenciones de los fieles una oración especial por Ramírez y más adelante otra por Urquiza, muchas como federales y otros por ser blancos o colorados. Luces y sombras de una comunidad cristiana que vivía como la misma Iglesia: que vive entre las casas de la gente.

No siempre la grandeza de los sacerdotes se puede evaluar por sus obras, pero si por el agradecimiento de sus fieles. Muchos no hicieron mucho en lo material, pero sembraron Palabra de Dios con sus vidas y palabras.

Uno de ellos fue el Padre Marcelino Pelliza, cuando en Entre Ríos gobernaba Lucio Mansilla y había períodos de anarquía y de luchas internas, a veces dependiendo de Buenos Aires y otras con ánimo de autonomía.

Esto último ocurre cuando Posadas crea en 1814 la Provincia de Entre Ríos sui generis. En ella los habitantes respondían a los ideales de Artigas y contra él se estrellaron todas las tentativas porteñas de avasallamiento y dominación. Los jefes políticos muchas veces intervenían en las cuestiones eclesiásticas hasta con medidas extremas y no faltaron sacerdotes que tomaron partido en estas luchas políticas. 

El sacerdote dominico andaba más por la campaña que en la población. Sabemos que ingresó a la Orden de los Predicadores en 1795, siendo sus padres Domingo Pelliza y Bentura Isabel Arnaiz y que también tenía un hermano dominico llamado Juan José. Se lo menciona como una de los primeros maestros de la escuela que instalara Rocamora en Gualeguay. Otros documentos lo ubican en la Banda Oriental viviendo en la Calera de las Huérfanas, también en Dolores y bautizando en Mercedes entre 1801 y 1803.

De 1803 a 1811 se lo encuentra en el convento dominico de Buenos Aires. Su nombre aparece en el libro I de Defunciones de la Parroquia San José de Gualeguaychú, el 15 de mayo de 1811, cuando dio sepultura eclesiástica en el campo santo al cadáver de Baltazar Romero.

La poca, pero rica historia que se conoce, señala que solía regresar después de media mañana, momento en que sonaban las campanas de la iglesia porque el padre Pelliza había llegado para celebrar misa y entonces las familias interrumpiendo sus ocupaciones domésticas acudían al templo.
Después de la misa, no permanecía demasiado tiempo en la villa, sino que montaba a caballo y volvía a la campaña con alguna precaución. Resulta casi imposible obtener precisiones, pero seguramente que no escapó a la participación política en una época particularmente complicada. Hay historiadores que lo incluyen entre los Patricios Orientales, precisando que en unión con el veterano y reconocido párroco de Santo Domingo de Soriano, Don Tomás Gomensoro, había participado activamente en la política al propagar en la campaña la idea de la independencia nacional.

Ahora con luchas internas, parece que el gobierno bonaerense le encargó a Pelliza que influyera para que Artigas no seduzca a los habitantes del sur entrerriano, sino que estos permanezcan unidos a Buenos Aires. 

Así transcurrió algún tiempo hasta que llegó el pedido de apresarlo y más triste aún, cuando la orden de fusilamiento llegó a Gualeguaychú. Los aterrorizados habitantes de la villa sólo atinaron a rezar en sus hogares y llorar en las veredas. Es que el Protector Nominal de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas, que había dispuesto el fusilamiento, estaba en Paraná ese sábado15 de abril de 1815.
Dicen que en el terreno de la actual esquina entre San José y San Juan, el sacerdote justificó su accionar, habló de castigo exagerado y perdonó a sus enemigos. La sala de la esquina de la casa de Haedo le sirvió de capilla en la dramática noche de la vigilia.

El mulato Mariano Raya, cabo subalterno de Artigas en este pueblo, tuvo a su cargo la ejecución. El cuerpo fue velado en casa de Petrona Nadal, en la actual esquina de Urquiza y Rosario. Como hecho curioso, se sabe que el cadáver del sacerdote, tendido en un catre en el centro de la sala, despidió gotas de sangre hasta varias horas después del deceso, lo que se interpretó como un milagro.
Así figura anotado en el libro parroquial:
En el año del Señor 1815 a 16 de abril, yo Don Mateo Fortunato Gordillo, cura de esta Villa de San José de Gualeguaychú, di sepultura eclesiástica en la iglesia con entierro mayor cantado a el Padre Fray Marcelino Pelliza del Orden de Predicadores, murió de muerte desgraciada, se confesó y recibió la eucaristía, se enterró con cruz alta y misa cantada de cuerpo presente”, se registra en el libro de defunciones de la parroquia.

La expresión “muerte desgraciada” alude a una muerte provocada drásticamente. Se llama desgracia, baldón o afrenta a lo que quizás sea una honra, una gloria. Y si como el mismo padre lo confesó públicamente ser inocente o por lo menos víctima de una exageración de castigo, hay que creerlo, porque así él lo dijo en momentos solemnes y cuando todo hombre tiene derecho a que se le dé crédito a sus palabras, como lo es indudablemente en los instantes últimos de la vida.
Fue sepultado en el cementerio donde se encuentra actualmente el templo parroquial de Catedral San José. En 1851 comienza el traslado de los restos al Cementerio del Oeste, donde hoy funciona el Hospital Centenario (y parte del futuro Hospital Bicentenario). Un día se resolvió que los familiares trasladaran a sus muertos, lo que originó una imponente procesión por las calles.

El cajón del padre Pelliza, tapizado de bayeta negra y llevado por niños, encabezaba la solemne marcha. Los restos fueron depositados en la capilla de San Justo y San Pastor del nuevo cementerio, la que fue demolida por orden municipal en 1889, cuando se crea el Cementerio Norte.
En la casa donde fue fusilado Fray Marcelino (en la esquina de San José y San Juan todavía queda parte de esa casa), permaneció por más de un siglo la tosca cruz de madera, sin inscripción, que se colocara aquel ingrato sábado de abril. La gente pareció comprender, cuando el siglo pasado comenzaba a desenredarse, que lo habían matado “por política”. Tal vez su muerte no fue un martirio, pero su vida nos ayuda a recordar que son muchos los que vivieron y murieron para que nosotros seamos un pueblo. Así Gualeguaychú supo conservar por años la reverencia hacia este sacerdote, sin olvidar por otras primaveras ni la mágica hora de su esperado regreso ni su muerte de otoño.
A doscientos años de este acontecimiento, elevemos una oración por este sacerdote. Una oración pascual por todos aquellos que vivieron y murieron sembrando semillas de libertad, de participación ciudadana, de comunicación de ideas, pero sobre todo de fe cristiana.

(*) Mauricio Landra es sacerdote católico.

(Diario El Argentino – Gchú.)