12/07/2016 – Ese torpedazo de mayo del ’82 lo marcó para siempre en la vida. “Me quedé con los brazos arrancados en mi mano, tratando de ayudarlos, pero no pude. Los cuerpos aún con vida, incinerados, se hundían entre gritos desgarradores. Nunca más pude olvidarme esas imágenes”, contaba José Luis, en esa pelea entre las lágrimas y la sonrisa, cuando recordaba lo sucedido en el buque General Belgrano, en la guerra de Malvinas. No quería que ese crudo relato, le ganara a esas ganas de vivir que siempre tuvo. Más allá del horror, de las pesadillas por lo vivido, en esa terrible escena de dolor y soledad, en medio de la nada. Daniel Enz
*José Luis Ocampo, fue siempre el mismo. Nunca se traicionó. Era una especie de niño grande; fiel a sus ideas, a sus pasiones; a su énfasis en cada diálogo, en cada comentario. Dueño de un gran corazón, de esos abrazos eternos que solía dar desde niño -cuando compartimos la escuela primaria en la Bernardino Rivadavia-, consecuencia de un estado físico envidiable que siempre forjó y lo destacó entre sus amigos.
José Luis se puso al frente de la causa Malvinas a poco de llegar a Reconquista, con esa ansiedad e incertidumbre de todo aquél que volvía al continente y desconocía cómo iban a ser tratados por los argentinos, tras una derrota en la dolorosa y desigual batalla. Cuando nos encontramos nos confundimos entre lágrimas y muestras de afecto. Vivíamos cerca uno de otro en calle Belgrano y eramos buenos amigos. “No sabés, gringo, cómo pensé en vos cuando quedamos en medio de la nada en las balsitas, viendo a los chicos morirse uno a uno.
Pensé que no te iba a ver más”, me dijo y me sorprendió con su confesión. Los dos nos largamos a llorar desconsolados. Ese relato quedó asentado incluso en un reportaje en Edición 4 de Reconquista, en abril de 1983. José Luis había ingresado a trabajar en la Municipalidad de mi ciudad y los reclamos que hizo en el artículo periodístico le costaron que fuera despedido a los pocos días. Pero Joselo nunca bajó los brazos. Esa decisión injusta del intendente Vasallo Oré, molesto por sus críticas, lo hicieron más fuerte.
José Luis fue de los ex soldados de Malvinas que más batalló por reivindicaciones para aquellos que fueron al Atlántico Sur. Lo hizo hasta casi el final de sus días. No le pudo ganar la batalla al cáncer, pese a que lo intentó una y otra vez. José Luis será recordado siempre. Por los ex combatientes pero también por todas aquellas generaciones que aprendieron de su lucha, de su testimonio y de esa sonrisa interminable, pese a tanto dolor en la vida.
Adiós Joselo querido y gracias por todo lo que hiciste. Tu lucha no fue ni será en vano. Por más que haya quienes intenten olvidarlo, tu nombre perdurará por siempre. De eso nos encargaremos cuantas veces sea necesario.