22 años – Semblanza del Padre Alberto Paoli
Hijo de italianos, nació en Crespo (ER) el 21 de diciembre de 1920. Allí cursó sus estudios primarios para luego ingresar en el Colegio Parroquial Manuel Belgrano de Racedo (Cerrito). Posteriormente ingresó al seminario de Paraná cursando 12 años de carrera sacerdotal y el 20 de abril de 1947 recibió su ordenación. Siendo apenas un adolescente demostró su inclinación por el arte escénico, una pasión que lo acompañó hasta sus últimos días.
Mientras estudiaba en el seminario escribió sus primeras obras dramáticas las cuales fueron representadas en ese ámbito con notable éxito. Fue destinado a Chajarí, Colón, San José y Concepción del Uruguay. Su llegada a Larroque fue un 28 de de diciembre de 1958 y sólo dejaría éste pueblo adoptivo cuando lo sorprendió la muerte a las 72 años el 16 de agosto de 1993. Paoli, profesor. Se desempeñó como profesor de música, literatura y lógica en el Colegio Nacional de Villa Larroque durante 22 años.
De su paso por el Colegio Nacional sus ex alumnos recuerdan su apodo “Bepi” ( pibe al revés) ya que esa palabra era muy común en el vocabulario de Paoli. Bonachón, con un caudal de conocimientos enormes tanto en la música, en la literatura o en la filosofía daba cátedras de elevado nivel, casi universitarias por lo que el alumnado adolescente no siempre prestaba atención y conservaba la disciplina. Era típico el gesto de Paoli cuando los “ñatos” no atendían, tomar sus cosas y emprender la retirada del aula. Ante la primera súplica “Padre, no se vaya, nos vamos a portar mejor” volvía con una sonrisa a ocupar su lugar.
Nadie podrá olvidar los “silogismos” que tanto costaban aprender y aquellas audiciones de música clásica en los viejos discos de pasta. Paoli se convertía en el director del gran coro comunitario que entonaba con devoción las estrofas del Himno Nacional en los actos oficiales bajo la batuta del gran profesor. Paoli dramaturgo Cuando arribó al pueblo fundó el grupo CATE ( conjunto de aficionados al teatro experimental).
Por él pasaron innumerables “artistas locales” quienes aprendieron del Padre Paoli a representar el libreto más dramático o las sátiras más picarescas sobre las tablas del escenario del salón Parroquial. 25 años de labor, más de 260 representaciones e importantes galardones provinciales quedaron atesorados en las páginas del teatro larroquense.
Larroque esperaba ansiosa las representaciones tradicionales del 12 de octubre con motivo de las fiestas patronales. Luego de la procesión, el desfile de máquinas agrícolas, las kermeses, el corolario a esta fiesta popular y de la Fe cristiana era la obra de teatro. En 1974 con la ayuda de Teresita Luque de Benedetti y Roberto Romani, entre otros fundó la EPAE ( Escuela Parroquial de Arte Escénico) que funcionaba en el salón Parroquial y en el Colegio Nacional.
Muchos niños y jóvenes le perdieron el miedo a las tablas y encontraron un espacio de formación integral con conocimientos teóricos y prácticos. La escuela contó con el aval del municipio por las gestiones del Dr. Julio César Aizaga. “Los que tuvimos la posibilidad de cursar la EPAE sabemos que el mismo Paoli se encargaba de buscarnos y llevarnos a nuestras casas en su inolvidable estanciera amarilla desde donde gritábamos ¡al Colón, al Colón!
En alusión al imponente teatro capitalino del que el mismo Paoli nos hablaba maravillas y al que muchos aún no conocemos”( CT) Como no recordar “Pepo el Loco” con el protagónico impecable de Néstor “Clavito” Pradelli , el Gran Canalla, El venturoso Jubilado, Una Montonera de Montoneros, entre tantas, tantas, tantas….Las obras de Paoli que fueron editadas sólo dos: El aguijón y El Juglar y la Dama. Actualmente la escuela se denomina EMAE ( Escuela Municipal de Arte escénico) ya que fue le municipio el que se hizo cargo de su continuidad.
Como justo homenaje desde hace unos años, durante la gestión del DR. Fabio Larrosa la Sala de teatro del Parque La Estación lleva su nombre como un merecido homenaje al “Paladín de la cultura”.
La Pesca, el fútbol, violín: sus pasatiempos preferidos El Padre Paoli se acercó a sus “estimados fieles” de las formas más humanas y cotidianas. A pesar de su carácter irascible por momentos, enseguida volvía a ser el hombre amable, educado, bondadoso que no hacía distinciones de clases sociales. Cuentan algunos copoblanos que le encantaba el fútbol y que en algunas oportunidades se trenzaba en un picadito de potrero con su sotana arremangada para que no lo impidiera patear el balón.
Allí nomás al fondo de la Parroquia invitaba a los gurises que concurrían al catecismo para patear un rato la pelota. Fanático de Boca juniors hasta llegaba a reducir la homilía cuando su equipo disputaba un partido. Su otra pasión fue la pesca… cuando volvía a sus pagos en Cerrito a visitar su querido tio Dino y a toda la famila Lovera se hacía el tiempito para llegarse a Hernandarias o María Grande a mojar el anzuelo. Paciencia de pescador de peces y de almas. Otra de sus pasiones sin lugar a dudas fue la música. En el seminario aprendió a ejecutar el violín y era un exquisito a la hora de escuchar música o de elegir el sonido para sus representaciones.
Roberto Romani nos aporta que después de mucho tiempo sin tocar el instrumento lo volvió a tomar para componer dos himnos de la EPAE y desde allí se entusiasmó nuevamente. “Con un oído en el pueblo y el otro en el evangelio” Quizás esta frase del tema Canto a la Sangre del silencio del Padre Jorge Leiva resuma lo que el querido y recordado Padre Alberto tenía como misión. Muchas veces tuvimos la posibilidad de estar cerca de él, recibir de sus manos los sacramentos, tenerlo de profesor, de director de teatro, de escuchar sus homilías de elevado contenido y vocabulario muchas veces inaccesible para su locutorio Tuvimos la suerte de ver transitar las calles del pueblo tranquilo en su estanciera amarilla con la que visitaba las parroquias de la zona rural, acercaba la eucaristía a los enfermos o ungía con la extremaunción a los que se iban.
Habituados a sus misas cortas, a sus conceptos prácticos quizás basados en la lógica que impartía en las aulas, nos costó adecuarnos a la llegada de curas jóvenes que introdujeron el saludo de la paz entre los concurrentes, los aplausos y los vivas a la Virgen o a Jesús. Paoli era un cura formal que cumplía con el modelo ortodoxo de la Iglesia católica del siglo XX, pero sin embargo fue el que introdujo partes cantadas y el grupo de liturgia con guitarras, charango, bombo, teclado que alegraban las celebraciones.
En más de alguna charla íntima luego de los ensayos de CATE, aquellas noches frías en el Salón Parroquial de techo a dos agua y butacas de madera, nos confió que se sentía solo y que no era fácil sustentar el sacerdocio. Su familia y su pueblo a partir de 1958 fue Larroque, le gustaba compartir la mesa familiar con los amigos, le gustaba el asadito y el buen vino… Un hombre con muchas grandezas pero también con debilidades con valores intelectuales y espirituales como pocos.
Uno dimensiona esos talentos, esos dones cuando toma distancia y entra en años. Sin lugar a dudas la historia de la cultura del pueblo tiene un antes y un después de la llegada de Paoli. Nunca se quiso ir, no permitió que lo trasladaran, su destino final es acá, en este pedacito del sur entrerriano que lo cobijó y que guarda sus restos en la entrada de la iglesia en una tumba humilde y sencilla como su existencia.