15/09/2014- En el multitudinario encuentro, el arzobispo Mario Cargnello instó a superar la inequidad, los enfrentamientos y la inseguridad; «A los que trafican, que paren la mano», dijo. (Por Carlos Pastrana / La Nación)
SALTA.- «A los que trafican, que paren la mano, no podemos construir un mundo que se arrastra por un vicio maldito», demandó con energía el arzobispo, Mario Cargnello, antes de la renovación del Pacto de Fidelidad del Pueblo de Salta con el Señor y la Virgen del Milagro, en la culminación de los cultos patronales iniciados a fines de julio pasado.
El culto data de 1692, es uno de los más antiguos y convocantes. De la procesión participaron más de 800.000 fieles, de los que 30.000 llegaron caminando desde distintos rincones de la provincia.
El monseñor Cargnello agradeció a los numerosos obispos diocesanos que llegaron para los cultos y con los cuales impartió la Bendición Papal y anunció que se iniciará una intensiva tarea misionera, en consonancia con las enseñanzas del papa Francisco .
Ante el monumento 20 de Febrero que evoca la victoria de Salta del general Manuel Belgrano, el prelado señaló: «La tierra [está] seca por nuestros pecados, por nuestros enfrentamientos entre sectores, por la inequidad de nuestra sociedad, por la inseguridad de nuestros pueblos, está sedienta de verdad, de amor y de vida».
Rogó al Señor que siembre «en el corazón del pueblo, semillas de un tiempo nuevo de amistad social que transforme los vínculos entre los argentinos y nos permita ser Nación». Y agregó que la amistad social permite el «cultivo de la justicia». «La justicia necesita del respeto de todos a la ley, la vigencia de la ley es garantía de justicia para todos, sobre todo los más débiles», expresó.
Reclamó el «compromiso del gobernante, legislador, ciudadano» a no adoptar conductas «políticamente correctas sin importar el bien común».
El vicepresidente segundo del Episcopado señaló que debe alentarse el «espíritu de laboriosidad, la creación de fuentes de trabajo para, en libertad y dignidad, poder descubrirse como un hombre capaz de comer su propio pan y no de la dádiva que humilla».
Aludió a la responsabilidad de los cristianos de ser «sal y luz del tejido social» y al recordar la opción por los pobres puntualizó que «no es una cuestión de ideología sino de fe, de compromiso de servicio y no por intereses personales o políticos» para alcanzar una sociedad que «premia al que trabaja y no al que especula, engaña o roba». Afirmó que la educación es «semilla del futuro».