Columna de opinión – Las redes sociales, como exponentes de las comunicaciones, actúan como motivadoras de los más diversos fenómenos. Pero a la par de incentivar el acercamiento entre los seres humanos, también permiten que se saquen a la superficie acciones censurables que subyacen en el fondo de algunas conciencias, con un incomprensible extravío de la privacidad. La tentación de volcar al libre conocimiento de millones de personas vivencias e imágenes nada recomendables, bajo la protección del anonimato y alimentada por un extraño placer, desemboca en las peores bajezas. Es una suerte de malversación de la intimidad a cambio de rifar lo que más debería atesorarse como patrimonio moral. Acaba de llegar a conocimiento de este columnista, un hecho abominable. En uno de los componentes de estas redes se expusieron graciosamente imágenes truculentas de un reciente hecho trágico ocurrido en Paraná. No existe el más mínimo atenuante para este salvajismo que por hallar fáciles vías de expansión, multiplican el daño. ¿Puede el periodismo cometer la misma barbaridad?
Existen numerosos medios de comunicación masiva, en especial la TV, que parecieran disfrutar de las contingencias tristes del prójimo. Programas basura y conductores no menos basura, parecen regodearse en largos espacios exponiendo inmundicias y, como una especie de Agente Secreto 007, disponen de licencia para matar la susceptibilidad ajena. No sólo creen servir al interés de la audiencia mostrando la bombacha de una modelo, sino que también danzan sobre la jactanciosa primicia mostrando los hechos más macabros. De la ética de la comunicación ¿tendrán alguna noticia? ¿Harían lo mismo si se tratase de alguien de su círculo familiar o amistoso?
Esta nota no busca convertirse en un breviario de las buenas normas que deben regir el genuino periodismo, sino que apunta a evitar que en el delirio informativo a veces irrefrenable, se cometa el mismo pecado que los irresponsables de esta agresión tan odiosa.
Primicias nada le agregan a la autoestima del comunicador, sino que terminan degradándolo. Es como entregar a mansalva una suerte de hímen ético para que se satisfagan los libidinosos de la truculencia organizada. ¿Y la terrible mácula que se instala en amigos y familiares al observar semejante atropello? ¿Con qué se resarce? ¿Pueden recogerse todas las plumas arrojadas desde un campanario?
El periodista se enfrenta cada día con lo bueno y lo malo, lo aseado y lo sucio que deambula por la sociedad. “El periodismo de hoy es un poder necesario y gigante, pues engendra su fuerza de su capacidad, de su objetividad frente a cualquier otra presión”, nos dice Francisco Rizzutto. Y añade que “el poder del periodismo no es un poder restringido institucionalmente, al menos entre nosotros. Creo que la mayoría de los periodistas son incorruptibles, que están en su puesto de lucha en un mundo que debe ser rehecho todos los días para que siga siendo humano. El poder al servicio de la gente”.
Claro que este poder debe ser utilizado con honestidad intelectual, amor por la veracidad, compromiso y una gran responsabilidad. Y respetar la integridad de quienes lo protagonizan o de terceras personas. La ética, como parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre, es un valor que rige para todas profesiones. Es una ley no escrita que nos acompaña hasta cuando dormimos, como fiel custodia de nuestra conducta. Pluma, micrófono, cámara y PC deben estar al servicio irrenunciable de la verdad. Se lo hace con honradez o no se lo ejerce. Por ello, quienes manejan los medios de comunicación (llámense diarios, revistas, radios o canales televisivos) deben poner especial celo en evitar estos desbordes.
Volviendo al inicio de esta nota, es menester evitar las inclinaciones a veces irrefrenables y rayanas en la adicción de algunos periodistas que buscan diferenciarse y sobresalir por encima del resto con elementos efímeros y de baja estofa. Para ello se debe meditar, revisarse a sí mismo, sacarse la pátina de infalibilidad con que muchos suelen impermeabilizarse ante las grandezas y miserias e la sociedad. Estas reflexiones no nos llevan a erigirnos en paradigma de nada ni nadie ni en mentor de las buenas costumbres. Nos sentimos también parte de la necesidad de inspeccionar la ética del periodismo. Para desalentar las atrocidades cometidas a través de las redes sociales y salvar a la comunidad de sensacionalismos prescindibles, abriendo la mente hacia una comunicación que provoque y genere una permanente esperanza de mejora social.
En la tarde de este sábado el Procurador General del Poder Judicial, Jorge García, ante la aparición en redes sociales de imágenes vinculadas con una investigación en marcha, decidió iniciar las acciones correspondientes para determinar los responsables de la difusión de estos elementos que forman parte de la causa. Deseamos que sirva como vía de corrección y también de advertencia.
Por Luis María Serroels,
especial para ANALISIS DIGITAL
Por Luis María Serroels,
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