Báez, el ejemplo de Don Mario y las cosas en su lugar
La rusticidad y el escaso manejo del patrimonio y la proyección cultural de la provincia, era un problema, pero no tan grave.
*Pedro Báez, actual diputado provincial, fue el primer y probablemente el único Ministro de Cultura y Comunicación de la Provincia de Entre Ríos. No tenía familiaridad alguna con la cartera, cuya creación parece una ironía propia de un malintencionado, aunque lo reveló Báez: el Ministerio alumbró en el trasnoche de la boda de Mauro Urribarri.
La falta de un proyecto que encauce las posibilidades de miles de artistas y potenciales creadores, que pueden surgir con buenas políticas, es un problema, seguro, pero no el peor de todos para un encargado del área cultura. Báez no tenía proyecto alguno, salvo “engordar al Pato”. Y no lo dijo algún “mala leche”, como distingue a sus opositores Sergio Urribarri, sino el exministro en una entrevista memorable con Antonio Tardelli.
El ataque frontal al periodismo y la manipulación de los medios de comunicación a través de la extorsión de la pauta, ya es insalvable. Báez leía El Diario de Paraná antes de que se publicara. Modificaba títulos y orquestaba operación de modo feroz.
Todos los políticos en ejercicio de poder buscan incidir de muchos modos posibles; Báez lo institucionalizó. Durante cuatro años, en Entre Ríos fue difícil leer una crítica al urribarrismo. No podían hablar ni los funcionarios, porque todo debía pasar por la revisión y el tamiz de su aparato. Se dio el lujo de censurar, por una rencilla interna, hasta al personaje del año 2014: el nieto recuperado de Estela de Carlotto, Ignacio Montoya, vino a Paraná y pasó inadvertido por orden del ex ministro.
Si algo se le debe reconocer al diputado es su resolución política. Eso sí: Báez es el ala más afin a la lógica kirchnerista en la provincia. Tiene todos los tips. Desde el artiguismo –que costó unos cuantos contratos y algunas visitas caras de Pancho O´Donnell- hasta el cinismo de postular la democratización de la palabra y hacer todo lo posible por dejar en pie una sola opinión: la suya. Está inclinado a la izquierda del peronismo, como Néstor, Cristina y De Vido. Más resuelto y sincero en ese sentido que Urribarri, quien descubrió el progresismo de grande pero se moría de ganas por organizar la fiesta del Tattersal con Viviana Canosa o abrir los teatros entrerrianos a propuestas del tipo Tu cola me suena. En eso Báez es más coherente: se abrazó con León Gieco, tuvo cercanía con organizaciones de derechos humanos y la cultura nacional y popular.
De todos modos, es notable cómo esos matices, innegociables, resultan otra vez una contradicción o una ambigüedad en su quehacer. El más Nac & Pop de los ministros de Urribarri tuvo un notable crecimiento patrimonial, aunque desde 1988 depende de un sueldo del Estado.
Según datos de ATER, junto a su esposa Sofía Riquelme, paga por lo menos cuatro facturas del Impuesto Inmobiliario en la zona de la Toma Vieja, más precisamente en calle Jozami. La propiedad identificada como la quinta del ex-ministro es conocida en el barrio por el nivel de fastuosidad: con gran parque, pileta y ecológicos paneles solares. Además tiene una casona en pleno centro, en Cervantes al 400, autos de alta gama y un pequeño crucero Mamba 25, valuado en unos 50 mil dólares y amarrado en las dársenas del Club Náutico Paraná. Eso, nada más, a simple vista: su estilo de vida no es muy Nac & Pop.
Ahora bien, Báez, acorralado por su accionar y las reiteradas contrataciones directas desde su ex-Ministerio, en favor del cuñado del Gobernador, Juan Pablo Aguilera, tendrá que dar explicaciones en la Justicia. Deberá demostrar que no hubo fraude, ni incumplimiento en su deber de funcionario, ni negocios incompatibles, ni peculado. En la cola espera la causa por los gastos de la Cumbre del Mercosur, donde también puso la firma en contracciones sospechosas, de hasta 27 millones en el caso de la empresa Nelly Entertainment, de Facundo De Vido y Jorge “Corcho” Rodríguez. Ese es otro problema del ex-ministro. Uno grave. Pero hay ciertos legados, por sus modos de actuar, aún más complejos.
Báez-Urribarri sometieron a la provincia a sus proyectos, con objetivos individuales camuflados por una supuesta conveniencia colectiva: el acceso del ex-gobernador y su equipo al universo de la política nacional -a las grandes ligas-, supuestamente, redundaría en beneficio de todos los entrerrianos. Casi como la teoría del derrame en los 90´. No les importó otra cosa más que ese proyecto. Y fracasó.
Los sometidos, los aplastados, los que asintieron, los que callaron, los que aplaudieron, lo que observaron, deberían advertir el tamaño del fraude. Deberíamos mirar mejor. Es, tal vez, el único modo de quebrar la lógica de atraso que domina esta provincia. No puede suceder cualquier cosa y pasa que pasó, como si entre estos ríos nos abatiera, todavía, alguna clase de debilidad frente a las propuestas feudales, que necesitan del silencio y la mansedumbre.
Hay, de todos modos y por estas horas, una confianza en el tiempo.
Mario Alarcón Muñiz fue corrido a instancias de Pedro Báez de una radio, de un diario y del festival de Jineteada y Folclore de Diamante, por representar el universo cultural que el ex ministro desdeñaba. Hoy, justamente hoy, se anuncia que será distinguido por el Senado de la Nación en función de una vida de aportes desde la divulgación y el saber. Las cosas se acomodan, a veces, en su lugar. El tiempo lo hace.