Opinión – A Rogelio Frigerio le convendría revisar dónde está la madre del borrego

*Dirigentes sociales, periodistas, políticos, profesionales, sumidos en aire colonial supremacista que asombra por su persistencia.

Por *Daniel Tirso Fiorotto

A Rogelio Frigerio le convendría revisar dónde está la madre del borrego

*Javier Milei se las verá en figurillas para aplicar su programa económico porque (entre varias razones) en nuestro país mucho de lo que ahorramos se cuela hacia los pagos de la deuda pública, cercana a los 500.000 millones de dólares. Deuda que ha logrado engañar a no pocos, si oculta la inviabilidad de los planes de distintas gestiones sucesivas. ¿Cuántas obras, cuántos sueldos, cuántos subsidios se han pagado rapiñando del plato de las generaciones futuras? ¿Y en cuánto se ha hipotecado el país con una deuda en gran parte fraudulenta, donde la dirigencia ha hecho desaparecer como por arte de magia la responsabilidad de los tomadores (literal en todas sus acepciones) y de los prestamistas?

Los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, enviciados en el juego de la usura, endeudaron el país en 200.000 millones de dólares en sólo ocho años. Todos los aparentes beneficios que puedan contarse (por ejemplo en una obra, en un sueldo adecuado a la inflación, en un servicio más barato), fueron extraídos del plato de los niños de la Argentina. Alarmante, además, si consideramos que los recursos del Estado que no provienen del endeudamiento salen principalmente del sistema extractivista.

De la misma manera, Rogelio Frigerio y los demás gobernadores electos deberán monitorear muy especialmente la distribución de los fondos nacionales para no ser primereados por la voracidad de la provincia de Buenos Aires y la ciudad capital, habituadas ya a mantener su supremacía por la vía del chantaje. “No me das, te incendio el país”. Es lo que pasa a diario, pero fue evidente cuando la convertibilidad crujía: la Nación no imprimía billetes y no tenía cómo abastecer la demanda, entonces las provincias imprimieron una variedad de bonos. La provincia de Buenos Aires empujó lo suficiente para que el gobierno nacional reconociera sus bonos en paridad con el peso, mientras sus hermanas quedaban a la intemperie. Vaya hermana.

Que estas cosas ocurran es propio de un país que sufre el colonialismo interno, pero es más grave aún que pasen como naturales. Se avecinan meses tensos, de escasez, y no todos los comensales tienen la misma fuerza para presionar.

Golpes de Estado

*En la Argentina rige desde hace 200 años un supremacismo que nos paraliza ante los privilegios. Lo hemos incorporado. Es decir: no hay que dar explicaciones siquiera cuando la tarifa eléctrica es más barata en Buenos Aires que en la provincia de origen de esa energía, ni cuando los subsidios para el ferrocarril de pasajeros los paga todo el país pero Entre Ríos paga y no tiene el servicio (apenas 25 de los 1.000 km que poseía hace tres décadas). Se presenta como “lógico”, ese es el sistema. Tampoco hay que dar explicaciones cuando la nación modifica sin consulta el régimen impositivo con consecuencias sobre los tesoros provinciales y lo hace sin una mínima consulta; o presiona para la privatización de los bancos provinciales pero facilita que Buenos Aires retenga el suyo; o cuando a pesar de todos los indicios de las prerrogativas históricas de Buenos Aires ciudad y provincia, que las llevaron a tener industrias y servicios gracias al acompañamiento del gobierno central-centralista, los políticos de distintas vertientes insisten en que esa provincia es discriminada negativamente con el régimen de coparticipación. Machacar sobre medias verdades (con la ventaja de una cadena de medios masivos de gran alcance con sede en el centro), y amenazar con conflictos ingobernables (es decir, con golpes de Estado) es la manera que encuentra el colonialismo argento para potenciarse y prevalecer.

Civilización y barbarie

Tanto Milei como Frigerio se encontrarán con caminos aceitados para seguir haciendo más de lo mismo, para ceder a la prepotencia bonaerense y porteña, y con caminos con obstáculos para buscar el equilibrio, ¿por qué? Porque el colonialismo interno de la Argentina ha logrado que el predominio de Buenos Aires haya arraigado tanto en esa provincia y en esa ciudad como en el resto del territorio, tanto en la política como en el sindicalismo y los medios y las universidades, entonces la continuidad no encuentra mayores reproches. A lo que se suma que, en estos dos economistas, la valoración del federalismo está por verse.

Por supuesto que la continuidad no les permitirá gobernar; es de esperar que toda esa pesada estructura heredada (deuda y unitarismo, es decir, colonialidad y colonialismo interno) les malogre sus planes; como también es probable que, al enfrentar el despotismo endeudador instalado, encuentren palos en la rueda. Así es la cosa: ningún camino con alfombras.

Los gobernantes argentinos juegan hoy sobre las tumbas de 100.000 jóvenes.

Es que el colonialismo ataca por todos los flancos. Incluso en los sectores que admiten la lucha de clases (que estudian como una receta) no cuaja la conciencia sobre el colonialismo interno que salta a la vista y es la primera razón de los desequilibrios del país. El colonialismo exige que la crítica al sistema venga en un libro de autor europeo, que habilite otro espacio, porque sus casilleros epistémicos están ya prefabricados y allí no cabe lo que dictan los ojos y menos lo que diga el vecino.

Es tal la fuerza de la colonialidad que algunos que aceptan revisar este vicio vuelven al mostrador a la primera de cambio.

La estructura educativa y mediática ha logrado convencer por derecha y por izquierda que la “soberanía particular de los pueblos en confederación”, principio fundamental de la revolución, es una idea arcaica y reaccionaria. Para esa modernidad colonial, la vida comunitaria es el atraso. En el mejor de los casos le darán una palmadita en la espalda al crítico del sistema, con actitud paternal, como quien dijera: muy bueno lo tuyo, seguí participando. Por vías siempre renovadas, es la vieja consigna supremacista de la civilización y la barbarie.

Bordet y Kicillof

¿Por qué el gobernador de Entre Ríos Gustavo Bordet se negó a dar a las familias créditos en 24 cuotas sin intereses en las semanas previas a las elecciones, para aceitarle el camino a su potencial sucesor, endulzando al electorado? ¿Por qué en la provincia de Buenos Aires podían comprarse heladeras, acondicionadores, artículos del hogar diversos, en 24 cuotas sin intereses en medio de una inflación del 150% anual, y en otras provincias eso era impensable?

Esa “negativa” entre comillas se explica en que la provincia de Entre Ríos no cuenta con suficientes fondos. ¿Por qué su par de Buenos Aires, Axel Kicillof, sí pudo dar esas facilidades? La respuesta podría ser la siguiente: porque Kicillof es mejor gobernador que Bordet. Pero saldrá una siguiente pregunta: ¿por qué Kicillof recibe del Estado nacional fondos multimillonarios, superiores en proporción a todas las demás provincias, por lejos, con altas dosis de arbitrariedad, cuando en verdad su gobierno es más rico, al punto que puede dar cosas regaladas a los habitantes?

La contestación nos exige invertir la cronología: Kicillof puede blandir bonanzas porque todas las demás provincias, incluida Entre Ríos, ponen dineros extras en la provincia de Buenos Aires, que es la más rica del país, y es la más rica por todos los privilegios que recibió de sucesivos gobiernos colonialistas durante 200 años.

Así como Inglaterra se queda con las Malvinas porque es más fuerte y ganó la reciente guerra, Buenos Aires se queda con la parte del león porque es más fuerte y supo destruir a aquellos que decidieron enfrentar su prepotencia (los pueblos de Artigas, Ramírez, Urquiza, López Jordán, Peñaloza, Varela, los mapuche y tehuelche; incluidos los pueblos guaraníes y mestizos del Paraguay).

Gustavo Bordet y Rogelio Frigerio en el despacho del gobernador.

Gustavo Bordet y Rogelio Frigerio en el despacho del gobernador. // Foto: Prensa Rogelio Frigerio

No vamos a cargar al gobernante actual los atropellos de siglos, pero sí apuntemos que no pocos dirigentes se aprovechan de esas ventajas para fingir buen gobierno y generosidad. Medrar con la colonialidad es también colonialidad.

Lo curioso de la realidad argentina es que no pocos de los que se autodenominan progresistas y distribucionistas contribuyen a la concentración y a la falta de equidad desde el vamos, porque se saltean el primer paso de la justicia, que en la Argentina se llama federalismo solidario fundador, y que debió llamarse soberanía particular de los pueblos en confederación. Esto no pudo ser porque Buenos Aires lo impidió con la fuerza de las armas compradas con el monopolio del puerto…

Reaccionarios a dos puntas

Escuchamos una vez al periodista Marcelo Lorenzo decir que la primera distribución es el federalismo, con gran poder de síntesis. Hay un ejemplo por demás risueño del proceso contrario. Como el gobierno nacional del PRO mandaba también en la provincia de Buenos Aires y en la ciudad de Buenos Aires, colocó fondos superiores en esas dos jurisdicciones. Le sucedió el actual que comanda la provincia pero no la ciudad, entonces quitó fondos de la ciudad con la excusa de que era un reparto contrario al federalismo, ¿y dónde los puso? ¿En Formosa? ¿En Jujuy? ¿En Catamarca? No: en la provincia de Buenos Aires. Es decir: cruzó la calle.

Los ejemplos de la injusticia colonial en la Argentina dan para reírse largo y tendido, por las muchas medidas sin escrúpulos, obscenas. El colonialismo interno es un interesante punto de confluencia de los supuestos adversarios.

Para reemplazar monarquía y unitarismo por república y federalismo y devolución de tierras en nuestro país murieron no menos de 100.000 jóvenes. Es decir: los gobernantes argentinos juegan hoy sobre las tumbas de nuestra juventud. Y juegan sobre las zozobras de decenas de miles de familias condenadas al desarraigo y el destierro y el hacinamiento por estas políticas, reaccionarias con todas las letras.

En la sensibilizada Argentina vale aclarar el marco para aventar malos entendidos, antes de lanzar una mirada crítica: no son reaccionarios ni cómplices aquellos que adhieren o votan a determinadas fuerzas, aquellos puestos en un brete por un sistema amañado. El cuestionamiento no apunta a los pueblos, y tampoco persigue una mayor fragmentación, todo lo contrario. La amistad y la paciencia se imponen, cuando de hermanos se trata. Es en el respeto a la vida comunitaria y a la diversidad de regiones donde mejor se abona la unidad de la nación. Jamás en la uniformidad forzada que impone el estado-nación, que nos llegará a la división. No es modelo para nadie el separatismo que resolvió en su hora la oligarquía bonaerense cuando el país quiso Constitución y eligió como capital a Paraná, y al que renunció luego de cambiar la Constitución y quedarse (con la razón del dinero y las armas) con el mango de la sartén.

Arbitrariedades

A no engañarse: el dinero que manotea un gobernante por las arbitrariedades partidarias, y siguiendo la línea histórica de dominación, sale de otro territorio. No se trata de darle a Buenos Aires lo de otras provincias, y tampoco de darle más de la masa que posee la Nación, porque eso también equivale a quitarle al resto.

El decadente gobierno de Alberto Fernández colaboró con la derrota del Partido Justicialista y sus seguidores acríticos en Entre Ríos y en el país, en relación directamente proporcional a la colaboración de Alberto con la victoria del oficialismo en la provincia de Buenos Aires. El desbarajuste provocado por el gobierno actual, que arribó sin un plan contra el endeudamiento público ni un plan para revertir la inflación (por eso todo lo potenció), y cuya mentora, Cristina Kirchner, gastó un tiempo precioso en su cruzada contra los jueces que la investigan mientras el pueblo marchaba a los tumbos; ese desbarajuste amenazaba con llevarse puesto a todos los candidatos oficialistas. Ante los riesgos de hundimiento sacaron una lancha salvavidas: la provincia de Buenos Aires. Nada nuevo bajo el sol.

No se trata de darle a Buenos Aires lo de otras provincias ni más de la masa de la Nación.

El principal ingrediente del oficialismo para guardarse una trinchera ha sido sin dudas el manejo de fondos públicos (fondos de fortalecimiento fiscal, plan potenciar trabajo, entre otros) para asegurar las candidaturas del partido del poder en la provincia de Buenos Aires.

Los expertos señalan que esa provincia, la más poderosa de la Argentina, recibió multimillonarios fondos arbitrarios, tanto en 2022 como en 2023, por encima de los automáticos, cosa que por justicia merecerían sí las provincias empobrecidas por la colonia. ¿Consideramos, por caso, los subsidios de todo el país a las industrias para que se instalaran y desarrollaran en Buenos Aires?

Hemos escuchado a dirigentes de casi todas las extracciones político partidarias de Buenos Aires y a los medios masivos de mayor alcance machacar con la “injusticia” entre comillas que padece esa provincia en el reparto de la coparticipación. Así se da esta paradoja: mientras el poder bonaerense (de todos los partidos) denuncia que el reparto en coparticipación es injusto, ese Estado provincial luce airoso.

Fernández y Milei. El endeudamiento público pone a los presidentes contra la pared.

Fernández y Milei. El endeudamiento público pone a los presidentes contra la pared.

Los estudios buscan comparar este pretendido perjuicio con lo que ocurre en otros países, y sistemáticamente ocultan la historia propia de la Argentina, para que no aparezcan las fuentes del desarrollo industrial de la provincia de Buenos Aires, principalmente. Sea en gobiernos democráticos como de facto.

No es que Buenos Aires (ciudad y provincia) pisoteó al reto de las provincias fundantes del país, no es que las subordinó a fuerza de fusiles, cañones y ametralladoras, no es que entregó las tierras del país a sus empresarios, sino que recauda mucho porque las ventajas le vinieron del cielo, o de la supremacía…

Índice de destierro

Si sólo medimos por cantidad de habitantes, la provincia de Buenos Aires tiene razón en sus quejas referidas al reparto de la coparticipación. Pero lo cierto es que en el reparto deben intervenir otros ingredientes, no sólo la población. Primero digamos que este sistema no federal fue establecido por un régimen de facto y convalidado por la Corte a puro empuje colonial.

Pero un factor central, invisibilizado, es el “índice de destierro”, es decir: la historia de empobrecimiento de ciertas provincias que obligó a sus habitantes a emigrar a la provincia más favorecida: Buenos Aires. Cuando los técnicos analizan la coparticipación, y saben que Entre Ríos era la tercera provincia en cantidad de habitantes, luego la quinta, después la séptima, y ahora la octava, ¿no se les cae la cara de vergüenza al pedir más dinero para la provincia más poderosa e ignorar a los territorios donde las familias no tienen derecho siquiera a ser pobres? No, porque casi nadie les echa en cara este absurdo. También el interior ha sido ultracolonizado en su educación.

Otros factores a considerar, además del índice de destierro y la cantidad de habitantes: la mayor densidad poblacional que hace más baratos los servicios, la pobreza, la riqueza, el producto bruto de cada jurisdicción, la sede de corporaciones y organismos que movilizan la economía, la infraestructura y los servicios instalados por décadas que facilita el desarrollo económico y las razones de esa concentración; las posibilidades de recaudación impositiva en sectores poderosos de las finanzas, los servicios, las industrias, etc.

En vez de revertir el proceso de concentración de habitantes y de poder en el Área Metropolitana de Buenos Aires (ciudad capital y 40 municipios del conurbano, es decir, ciudad y provincia), lo que hicieron los sucesivos gobiernos fue dar más fondos a Buenos Aires. Y a eso le llamaron “reparación histórica”. ¿El daño había sido para Buenos Aires? ¡No diga! Un manotazo maquillado amablemente. Así acentuaron el problema.

Esto ocurre por una razón sencilla: es Buenos Aires la que tiene la sartén por el mango en las finanzas, la economía, los medios, las corporaciones.

Este es un punto colonialista que la intelectualidad colonizada argentina prefiere dejar para después, es decir, para nunca. El reciente cambio del sistema electoral con la excusa de la elección directa y por distrito único fue otro triunfo colonial, entre tantos, con máscara democrática. ¿Quién está dispuesto a enfrentar el poder de la cantidad (bancos, votos, medios) de la provincia de Buenos Aires, si tiene pretensiones presidenciales? (Nota publ. en diario UNO E.R.)