La caída. El capo Ignacio Alvarez Meyendorff vivía aquí con dos identidades diferentes. Como es diabético, tenía una historia clínica con cada nombre.
La mañana del 3 de julio de 2013, un avión del Departamento de Justicia del gobierno de Estados Unidos aterrizó en el Aeropuerto de Ezeiza. En él viajaban un médico y cinco marshalls, especie de alguaciles o, en buen criollo, “comisarios” cuya tarea es hacer cumplir las órdenes federales. Su misión era llevarse extraditado al colombiano Ignacio Álvarez Meyendorff y también garantizar que no colapsara en el camino.
Nacho o Mono -dos de sus nombres de guerra- tenía tantos millones de dólares ganados con el narcotráfico como problemas de salud: una diabetes severa (la misma que terminó con la vida de su padre y su abuelo) diagnosticada a sus veinte años lo había obligado a trasplantarse un riñón en 2008, en una operación que casi lo mata.
También se había trasplantado una córnea de su ojo derecho porque no distinguía ni las figuras y se había practicado un bypass gástrico. Para colmo de males, apenas tres meses antes de que se concretara su extradición se le rompió la prótesis peneana biomecánica inflable (made in USA) que los médicos le habían colocado en 2008 para solucionar un crónico problema de impotencia derivada de su diabetes (….) Álvarez Meyendorff dejaba a su esposa, hijos, nietos -estos últimos argentinos- y un imperio de empresas, campos, casas, pisos y cabezas de ganado forjado en la Argentina en la última década. Empezó con testaferros. Más tarde se dio cuenta de que no era necesario: la Argentina no se caracteriza por sus condenas por lavado de dinero. De hecho, en los registros de jurisprudencia sólo hay cinco.
Para él, Buenos Aires comenzó a ser su casa, oficina y futuro a fines de 2004. Fue de los primeros en emigrar hacia “la fría”, como algunos colombianos llaman a la Argentina. Tomó la decisión cuando un grupo comando copó una de sus mansiones en Colombia y secuestró a su madre luego de que un cargamento de droga fuera robado. Nacho no dudó y sacó pasaje con destino a Ezeiza.
“Dígale, dígale que se venga para acá, que yo lo recibo, que no tengo muchos amigos acá, que estoy organizado y todo, man. Dígale al Monito que lo que se le ofrezca acá, que yo lo saco por el aeropuerto. Yo le garantizo casa, le consigo los carros, lo que necesiten. Tengo proyectos para él acá”, le había mandado a decir a través de un amigo Alejandro Gracia Álvarez, otro colombiano, dueño de un restaurante llamado Gabo, en Honduras 5719, pleno Palermo Hollywood, en la Ciudad de Buenos Aires.
Gracia Álvarez hablaba por teléfono tranquilo. Ignoraba que para entonces estaba siendo investigado -y escuchado- por orden del juez federal de San Isidro Conrado Bergesio, bajo la sospecha de que integraba una banda que planeaba llevar cocaína colombiana a Bélgica vía Brasil y Argentina (…) Se calcula que en la Argentina Ignacio Álvarez Meyendorff no sólo lavó 50 millones de dólares sino que además montó su oficina y, a través de su hermano menor, Juan Fernando, siguió enviando embarques de cocaína hacia Estados Unidos desde las rutas que ya controlaba en Colombia, valiéndose de mini-submarinos.
Cuando cayó preso volviendo de unas vacaciones familiares en Tahití (lo detuvieron en abril de 2011, en el mismo Aeropuerto de Ezeiza que lo vio partir a rendir cuentas a Estados Unidos) ya era un empresario respetado y sólido, con todo en regla. Aún así, por las dudas, se movía con dos identidades simultáneas, cada una con su DNI correspondiente. Incluso se manejaba con dos carnets de OSDE, la Obra Social de Ejecutivos. En la Fundación Favaloro, donde se atendía, se le abrieron dos historias clínicas (…) Nacho terminó preso en el Complejo Penitenciario I de Ezeiza (…). Un buen día, a la cárcel cayó un paisano tan importante como él: Henry de Jesús López Londoño, Mi Sangre, a quien el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, había calificado como “el narco más importante del mundo” (…) Mi Sangre, un paramilitar acusado de entrar toneladas de droga en Estados Unidos y de matanzas por doquier, se fue a vivir a Nordelta, en el partido de Tigre, y tuvo una hija en el país. Antes había intentado refugiarse en Venezuela, primero a fines de 2006 y luego en 2011. La última vez sufrió allí un secuestro. Para cuando lo detuvieron en la Argentina, saliendo del coqueto restaurante de Pilar Fettuccine Mario, su principal problema era escapar de la Policía colombiana (…) El éxodo hacia la Argentina tuvo sus orígenes en las violentas guerras internas de los carteles y bandas dedicadas al narcotráfico(…) A su vez, esta sangría interna provocó que los narcos colombianos perdieran poder a manos de los mexicanos, que terminaron adueñándose de las principales rutas hacia Estados Unidos. Tener que compartir el negocio les restó márgenes de ganancia (….) Sin abandonar el mercado en Estados Unidos, los narcos colombianos comenzaron a mirar con mayor interés hacia Europa, donde, por otro lado, el precio de la cocaína subía de manera más que atractiva y el consumo o bien aumentaba o se mantenía estable. En ese contexto, la Argentina se transformó en un trampolín de lujo (…) Ya poco parece quedar de aquella frase atribuida por algunos a Pablo Escobar Gaviria: “Mejor una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”. El economista y politólogo colombiano Daniel M. Rico sostiene que la huida de Colombia hoy es una opción más que exitosa: a las autoridades colombianas les toma, en promedio, dieciséis meses más atrapar a los jefes que decidieron abandonar Colombia que a los que decidieron resistir desde adentro (…) Sólo entre enero de 2010 y julio de 2013 la Dirección Nacional de Migraciones Argentina resolvió 43.155 radicaciones a ciudadanos colombianos. Muchos, la mayoría, no tienen relación con el negocio de la cocaína. Pero otros sí (…). Esto quedó claro, como nunca antes, con el Operativo Luis XV: de los cincuenta ciudadanos colombianos a los que se les libró orden de captura con prohibición de salir del país, el 80% contaba con radicación en la Argentina y tan sólo el 20% estaba como turista.
La Argentina ofrece un combo de beneficios difícil de igualar. El primero es el idioma. Pero también se trata de un país con una tradición de acoger a inmigrantes, y en el caso de los colombianos eso se suma al hecho de que, al ser ciudadanos de un país asociado al Mercosur, su radicación definitiva se vuelve casi un trámite burocrático.(….) Por razones políticas o de inteligencia que nadie dejó escritas en documentos oficiales, en la última década la Argentina se convirtió en una especie de pecera narco. Aquí fueron ubicados y pudieron nadar a su antojo peces grandes, medianos y chicos. A algunos de ellos los encontró la venganza. A otros, las agencias antinarcóticos de Estados Unidos. Otros siguen nadando tranquilos.