
*Un 20 de junio de 2000 unos años antes de su adiós la célebre y laureada escritora larroquense María Esther De Miguel, escribió una columna de opinión sobre el Gral. Manuel Belgrano. El libro recordamos las Batallas Secretas de Belgrano, recordamos le brindó o a «La Tera» hermosas satisfacciones.

*María Esther De Miguel…
*OCURRIO hace mucho tiempo, ciento ochenta años para ser exacta. Pero si el transcurso de los días conduce al olvido o a la desmemoria, en este caso no pasó así. La gente recuerda. ¿Recuerda qué? La muerte del General Manuel Belgrano. Porque hoy, 20 de Junio, se celebra el Día de la Bandera, pero en el imaginario colectivo está presente el hecho de que en un Día como éste, en 1820, moría su Creador.

*Belgrano fue esa entidad rara que es un héroe. Paradójico caso: un general que se hace hombre no en escuelas militares ni en campos de batalla, sino en la universidad y la corte. Estudiante en Salamanca y Valladolid, cortesano en Madrid, hombre de mundo abierto a novedades e innovaciones intelectuales y sociales de la época, aprende idiomas y se arriesga con las doctrinas económicas en auge. Dicen que Colón en su expedición, por si acaso, trajo a un tripulante que hablaba arameo (Luis de Torre era su nombre), porque pensaba que nunca se podía saber cuándo podía ser útil un hombre que manejara tal idioma.
En su bagaje de viajero en retorno a la patria, el joven Belgrano, metió los libros de moda en Europa y las ideas allí vigentes. Lecturas e ideas le servirían a él y a quienes como él y con él se embarcarían en la hazaña Revolucionaria. Hombre de leyes, cuando apenas tiene veinticuatro años, regresa nominado, por Orden Real, secretario del Consulado, recién creado en Buenos Aires. Tal espacio le permitirá dar cauce a una creatividad que apunta como flecha a utopías que resultaron certeras, más que por el modo con que fueron enunciadas, por la manera con que el hombre supo encarnarlas.
*La Patria, esa utopía
Pero su vida experimentará un viraje: las Invasiones Inglesas lo enfrentan a la necesidad de convertirse en Hombre de Armas antes que de leyes y de letras. Después, las novedades de Mayo lo tienen entre sus más decididos promotores teóricos y fácticos. Dice modestamente en su Memoria : «Apareció una Junta de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por qué». Y esta Primera Junta pronto lo delega para llevar la buena nueva por las tierras litoraleñas, hasta el Paraguay.
De manera que, de buenas a primeras, el señorito acostumbrado a vestir a la última moda, el candidato casadero de las chicas de la sociedad porteña, se ve al frente de un grupo de mal entrazados aprendices de soldados a los que debe enseñar desde cómo aguantar el estampido del cañón y el estruendo de la pólvora hasta a ser disciplinados. Por sobre todo, a no seguir esa tentación de desertar, de tomar el rumbo de sus pagos, a preferir esa utopía que se llama Patria por sobre la verdad tangible que es la propia casa o el pedazo de tierra donde se asienta el rancho que anida mujeres y críos. Apenas se ha alejado unas leguas de Buenos Aires cuando ya piensa en hacer un reglamento militar.
Pues bien: coronel primero, general después, da a la Patria, en genial intuición, su insignia, la Bandera y, en la dura convocatoria de la batalla, obtiene victorias, sufre derrotas, va delineando fronteras. Como Napoleón y como Wellington, Belgrano fue historia cuando ganó y cuando perdió Batallas. Pero Él fue también ejemplo. En la victoria (pensemos en Tucumán y en Salta), magnánimo con los vencidos y humilde ante la gloria. En la derrota (recordemos Vilcapugio y Ayohúma, lugares donde, como diría Shakespeare, «La confusión hizo su obra maestra»), entero en la humillación, generoso con los suyos, piadoso con todos.
*Pero junto al amor de la Patria, la cultura.
Belgrano crea Escuelas a lo largo de su trashumante itinerario, funda Pueblos asentados en el viento y los esteros, porque «¿podía verse sin dolor que las gentes de campaña viviesen tan distantes unas de otras lo más de su vida sin oír la voz del pastor eclesiástico, fuera del ojo del juez, y sin recurso para lograr alguna educación?» Con el premio recibido por la Batalla de Salta, dispone crear Cuatro (4) Escuelas. Traduce el discurso de despedida de Washington. Se preocupa por la educación de las Mujeres. Y por todos los estamentos sociales. Escribe en el Correo de Comercio : «Cómo, cómo se quiere que los hombres tengan Amor al Trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de Ciudadanos Honrados, que las Virtudes ahuyenten los Vicios y que el gobierno reciba el fruto de sus cuidados, Si No Hay Enseñanza, Si la Ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos».
*Casado con la Revolución…
Están sus amores, también. Pero ellos, más que a la historia (ciencia incierta), pertenecen a la literatura (materia fantasiosa y osada). Primero ama a una mujer y luego ama a otra, y una le da un hijo, y otra, una hija, pero ¡ay,! Él ya se ha casado con la Revolución, esa utopía celosa, y debe seguir solo. Y solo lo encuentran la enfermedad, la pobreza y al fin, la muerte.
Dicen que Giacomo Rossini, componía en cama porque era muy friolento. Belgrano, pasó mucho tiempo acostado porque fiebres, tercianas, gastritis, hidropesía y tantas enfermedades lo traían a mal traer. (Al llegar a Tucumán, por vez primera, bajó del coche en el que había viajado apremiado por sus fiebres, y pidió un caballo para entrar en la ciudad: en estos lugares un militar no es militar si no llega a caballo, dijo. Antes de la Batalla de Salta, hizo preparar una carreta para dirigir la Batalla desde ella: había pasado la noche vomitando. Sí, sin duda, muchas de sus horas se deslizaron en su pobre catre de campaña. Desde allí escribía cartas, imaginaba estrategias y textos, campañas y pechazos de dinero al gobierno de turno. Desde una cama, durante largos meses, pero ya en la vieja casona de la calle Santo Domingo esquina Camino del Rey, aguardó a la muerte.
Probablemente le hubiera gustado morir por la acertada bala de algún francotirador. O en medio del estruendo de la Batalla, junto a sus soldados. Pero no, le tocaron la cama y la pobreza (a él, que había sido rico), las deudas de un gobierno que se hacía el distraído y No Le Pagaba Sueldos Atrasados, Ni le devolvía aquellos gastados en dar de Comer a sus Tropas. Entre médicos que no terminaban de dar en la tecla de sus males y un país desangrado que en ese día, el de su muerte, ¡tenía tres gobernantes! No sé, pero sospecho que no es irreverente pensar que en las penosas vísperas de su final pudo haber dudado: Dios mío, ¿Valía la Pena esto de la Patria?
En tiempos de Desánimo, ésta es una pregunta que se suele filtrar en el alma. En tiempos de Globalización, también. Pero, ¿qué es la Patria? ¿El espacio que encierran nuestras fronteras? ¿La lengua que nos une? ¿Las oraciones heredadas? ¿La tradición que nos ampara? ¿El pasado que cobija un pueblo? Todo esto y algo más. El poeta Marechal, dijo alguna vez: «La Patria es un dolor que nuestros ojos no aprenden a llorar. / La patria es un dolor que aún no tiene bautismo».
*Prefiero decir: La Patria es una Esperanza construida día a día. Entre Todos. Belgrano nos ha enseñado cómo hacerlo. (diario La Nación)
*María Esther de Miguel autora del laureado libro Las Batallas Secretas de Belgrano (novela/ histórica)
