Luto nacional – Murió Julio César Strassera

Viernes 27 de febrero de 2015

 Murió Julio César Strassera, el notable fiscal.

El ex fiscal murió hoy a los 81 años en un sanatorio porteño; padecía una infección intestinal; fue quien llevó adelante el juicio contra las juntas militares entre 1983 y 1985.   


 
Foto: Archivo 

Julio César Strassera murió hoy en la ciudad de Buenos Aires, a los 81 años. Será recordado como el fiscal de la Cámara Federal que, en los albores de la democracia, acusó y logró la condena de los integrantes de las juntas militares.

Strassera estaba internado desde el 16 de febrero en la Clínica San Camilo, con trastornos intestinales y un cuadro de hiperglucemia que lo había llevado a un coma.

Porteño, nacido en 1933, amante del tango, estaba casado con Marisa Tobar, con quien tuvo dos hijos. Graduado de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), ingresó en la Justicia en los años 60 y se desempeñó sucesivamente como prosecretario en el Juzgado Federal Nº 1; secretario del Juzgado Federal Nº 4, fiscal de Primera Instancia de la Fiscalía Federal Nº 3 y Juez Nacional en lo Criminal de Sentencia Letra Q de la Justicia Ordinaria de la Capital.

En el ámbito académico, en los años 80, fue profesor adjunto de Derecho Penal en la UBA.

Hasta allí, este funcionario había cumplido en la Justicia una función discreta. Fue en ese entonces que le tocó dictaminar sobre diversos habeas corpus y también intervino en la causa de la Masacre de San Patricio.

Con los años, el presidente Néstor Kirchner y la actual mandataria, Cristina Kirchner , le reprocharían por tibia su actuación de aquellos tiempos, pero sus colegas dicen que los límites que entonces tenían los fiscales para moverse eran muy estrechos.

Con el regreso de la democracia, en 1983, el entonces presidente Raúl Alfonsín nombró a Strassera como fiscal ante la Cámara Federal y una circunstancia hizo que él pasara a desempeñar su rol con singular importancia y fuerza: el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas se había negado a juzgar a los militares, por lo cual la Cámara Federal tomó a estudio el enjuiciamiento de esos militares.

Fue en ese escenario en el que Strassera adquirió un papel protagónico: sobre la base del informe de la Comisión Nacional de la Desaparición de Personas (Conadep), seleccionó unos 300 casos paradigmáticos y fundamentó sobre esa base una acusación muy sólida contra los nueve jefes militares, de los cuales logró que la Cámara Federal, en 1985, condenara a cinco.


Los miles de papeles de ese expediente no podían reflejar la vibrante tensión que tironeaba a la joven democracia. Por un lado, los militares todavía actuaban como un factor de poder y existía el temor de que pudieran intentar desestabilizar el sistema democrático y, por el otro, después de los Juicios de Núremberg, nunca un tribunal civil en el mundo había intentado juzgar a los oficiales que habían tomado el poder.

Por eso, ese juicio se convertiría en el símbolo de una época y Strassera cerró su alegato ante la Cámara Federal con una frase que quedaría grabada en la memoria histórica de los argentinos: «Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más». Era el reclamo de una sociedad que no quería volver al pasado.

El 9 de diciembre de 1985, gracias a las pruebas que había acumulado Strassera y a los casos que había seleccionado para imputarles, la Cámara Federal condenó a Jorge Rafael Videla y a Emilio Eduardo Massera a reclusión perpetua; a Roberto Viola a 17 años de prisión; a Armando Lambruschini a ocho años de prisión y a Orlando Ramón Agosti, a cuatro años de prisión.

Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más

Finalizado el juicio, en 1987, Alfonsín nombró a Strassera embajador argentino ante las oficinas de Naciones Unidas defensoras de los derechos humanos, con sede en Ginebra. Y el ex fiscal desempeñaría ese cargo hasta que, disgustado con Carlos Menem por haber dictado los indultos, presentó su renuncia. En aquellos años también fue profesor invitado de la Universidad Complutense de Madrid. Su personalidad era ampliamente reconocida.

Strassera, entonces, bajó el perfil y trabajó como abogado defensor -incluso, patrocinó al ex intendente Aníbal Ibarra cuando ocurrió la tragedia de Cromañón-. También se dedicó a ejercer su actividad como abogado y a participar activamente de la actividad de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).

Sin embargo, casi sin pretenderlo, Strassera entraba en una nueva etapa de su vida. En 2004, el presidente Néstor Kirchner pidió perdón a los ciudadanos, «en nombre del Estado argentino, por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades». Esa alusión desató una tormenta de respuestas y Strassera, que sentía sincero orgullo por lo realizado en el juicio a las juntas, salió a contestarle.

En efecto, la UCR; el propio ex presidente Raúl Alfonsín; uno de los ex camaristas federales que había condenado a las Juntas, León Arslanian, y Strassera reivindicaron el juicio sin precedentes que habían impulsado en 1985 y criticaron a Kirchner. El fiscal atribuyó aquel exabrupto presidencial al «calor de un discurso de barricada».

«Me parece de una injusticia notoria, porque si algo se hizo, si algo marcó un inicio, fue el juicio a las juntas militares. Entonces eso no es hacer silencio», dijo.

Después, ya no habría tregua. Cuando la Presidenta cuestionó el desempeño del ex fiscal durante la dictadura, Strassera acusó a la mandataria de «querer adueñarse» de la «bandera» de los derechos humanos y de haberse dedicado exclusivamente «a hacer plata» durante el último gobierno militar.

«Vivimos en un gobierno de ladrones y con el Código Procesal Penal quieren garantizar su impunidad»; «en lugar de fiscales van a nombrar alcahuetes»; «el Congreso es una manga de serviles, levantan mansamente la mano y dicen disparates. Son inútiles, dan vergüenza» y «aplaudo lo que dijo Mauricio Macri de que hay un curro con los derechos humanos».

(La Nación)