*Descubriendo Entre Ríos…por Daniel Tirso Fiorotto.
El recién conocido ADN de Pueblos Originarios ofrece otra lectura de costumbres de África y archipiélagos del Atlántico, arraigadas en Entre Ríos.
Junio/2019 – Costosas investigaciones de genetistas, filósofos e historiadores concentrados en la relación de las islas Canarias con el norte de África despiertan nuestro interés, en estas horas, por conocer rasgos de la idiosincrasia entrerriana.
La genética de poblaciones que analiza y compara marcadores en el ADN de personas de diversos lugares, en relación con otras disciplinas complementarias, está alumbrando caminos insospechados. A los Panzaverdes nos abre una ventana para entender vínculos con los pueblos canarios, gracias a estudios inusuales en pleno proceso que se desarrollan en Canarias, Marruecos, Túnez, Libia y Argelia.
Son varias las universidades y los grupos de investigadores interesados en la deriva africana, pero aquí nos concentraremos en aportes sin par de la genetista Rosa Fregel y el filósofo Antonio Tejera Gaspar, capaces de resumir diversos aspectos de las migraciones entre el archipiélago y el continente africano. Y añadiremos manifestaciones de la cultura entrerriana que se explican mejor si conocemos aquella región.
Juntos por el silbido
Acaba de comprobarse la hermandad de africanos y canarios, y eso nos facilita comprender el origen de costumbres nuestras como el consumo de una harina milenaria, el gofio, marca registrada en el archipiélago de la Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote, La Gomera, Tenerife, La Palma y El Hierro, cuyos pueblos importaron ese modo de preparación y consumo de los cereales desde comunidades nómades entre las costas africanas del Mediterráneo y el desierto del Sahara.
Hoy sabemos que los antiguos imazighen (amazigh en singular), resistieron con valentía las invasiones romanas de hace dos mil años y ya en derrota sufrieron torturas y destierro. Así fue como las mujeres y los hombres de la cultura amazigh, conocidos como bereberes, llegaron con mil penurias a las desoladas islas Canarias para convertirse en guanches, gomeros, canarios, y desarrollar procesos comunitarios bien diferenciados en las distintas islas del archipiélago.
Pasados 1.400 años de aquellas oleadas, las embarcaciones europeas comenzaron a tocar las islas Canarias. Entonces los habitantes nativos organizaron la resistencia, con altísima pérdida de vidas, lo que se considera un etnocidio, sino un genocidio; pero luego muchos de ellos se cruzaron con españoles y franceses. En pocos años ya eran conocidos todos como canarios, y algunas de esas familias viajaban al Abya yala (América), para afincarse en distintos lugares de nuestro continente y trabajar la tierra. Aquí fundaron Montevideo hace casi tres siglos, y en una continua expansión sus hijos y nietos se establecieron más tarde en Entre Ríos.
¿En qué se nota la unidad entrerriano/africana? En varias expresiones, pero hay testimonios centrales: la presencia del gofio, y los relatos familiares de orientales entrerrianos. Con el paso de las décadas se fueron cultivando otras coincidencias. En este siglo XXI, por ejemplo, se da una particular simpatía de nuestros jóvenes por el ritmo y los modos de las murgas que en Canarias alcanzaron un vasto despliegue. Sin contar otras extrañas confluencias como el silbido que aquí imita a los pájaros y allá en La Gomera es una lengua reconocida por la Unesco como patrimonio de la humanidad.
Chiflar y comer gofio
No podemos chiflar y comer gofio. Cuántas veces escuchamos este refrán en las chacras de Gualeguaychú, Larroque, Irazusta, Pehuajó, donde el gofio era para los gurises, para nosotros, un plato exquisito, como un beneficio extra del pororó.
El maíz tostado hecho harina puede asfixiar al que no lo frecuenta. De ahí los versos del canario (oriental) Abel Soria en el Himno al gofio: “Por eso como el canario/ pa’ comer gofio no hay dos/ porque fue nombra’o por Dios / único destinatario”.
Hasta hace poco, indagar en nuestra procedencia de sangre era más difícil que chiflar y comer gofio. Pero con la irrupción de los estudios del genoma la ciencia puso la lupa en los canarios y los africanos y demostró, por si hacía falta, un linaje indiscutible. Esa investigación echa luz ahora a algunas raíces de la entrerrianía, no ya en Canarias, claro, sino también en toda la parte noroeste de África.
Las migraciones humanas siempre guardan una sorpresa. En el caso que nos ocupa, el estudio del ADN realizado por un equipo bajo la dirección de Rosa Fregel, especializada en genética de comunidades, nos llena de expectativas a los Panzaverdes porque se ha abierto un libro en verdad no imaginado tiempo atrás. Ya lo decían arqueólogos, antropólogos, lingüistas, historiadores. Ahora lo verifican genetistas: y es que los primeros pobladores de las islas Canarias fueron africanos del norte, bereberes. Mejor dicho: imazighen. Hay que aclararlo porque estos pueblos fueron llamados bereberes por sus enemigos, como nosotros fuimos considerados “bárbaros” por los poderosos que se autoproclamaron la “civilización”. Toda colonización ultraja al colonizado.
¿Cómo es el amazigh? Es un pueblo heterogéneo, con rubios y morochos y distintas lenguas. Veamos por caso: el extraordinario futbolista Zinedine Yazid Zidane nació en Francia, pero su familia es de Argelia; su padre Smail le hablaba de niño en kabyle, una de las lenguas de los bereberes, mejor llamados pueblo amazigh. Dicen quienes conversaron con Smail que para él, su hijo reúne todos los valores de la familia: “reservado, sensato, valiente y humilde”. Y es como lo vemos de lejos. Pero qué vamos a decir de esta relación de nuestros modos con los del norte de África, si tanto se ha escrito sobre el parecido con el porte de nuestros gauchos, sus ropas, sus juegos, sus armas, su actitud libertaria (y amazigh significa hombres libres del desierto).
Rasgos comunes
Las Canarias tienen una décima parte del territorio de la provincia de Entre Ríos y el doble de habitantes. Actuales pobladores españoles (las Canarias constituyen hoy provincias de España) preservan en su ADN huellas de aquel origen guanche y africano, un tanto difusos porque en la resistencia a las invasiones europeas (un poquito anteriores y casi simultáneas a la invasión del Abya Ayala), murieron muchos hombres de las islas. El análisis de restos de individuos que pisaron ese suelo en los últimos 1.500 años demostró que tienen rasgos del norte de África principalmente, y también una pequeña dosis de subsaharianos, lo cual indica una mezcla previa de norafricanos y pueblos del sur del desierto antes de ingresar a esas islas del Atlántico.
También se constató que cada isla, por pequeña que fuera, tuvo su propio comportamiento. Son culturas distintas, conformadas por diversas oleadas de puntos también distantes, y con conductas zonales durante siglos.
Las comparaciones se hicieron con pequeños grupos de isleños, es decir, marcan una raíz que no necesariamente está presente en el conjunto de los canarios, pero sí refuerza rasgos ya evidentes en la cultura, también presentes en este lado del Atlántico.
Lucas Bentancourt
Apenados por la violenta muerte del joven Lucas Bentancourt en Gualeguaychú recordamos esta semana una deuda con nuestros vecinos de esa zona, y en especial de Larroque, Irazusta y aledaños, en torno de la presencia de ese apellido y otros que en muchos casos encuentran su origen en las Canarias. Y con el apellido, claro, una cosmovisión, una alegría en los vínculos, un sano orgullo de pertenencia. ¿De dónde ese amor tan acentuado por el terruño? ¿No habrá allí una pasión canaria también? ¿No fue reforzado nuestro aislamiento, a raíz de los ríos que nos circundan, por un aislamiento anterior en las Canarias?
No pocos Bentancourt (y similares) descienden de pueblos sometidos que heredaron el apellido del pirata francés Jean de Bethencourt, primer conquistador de las Canarias desde el año 1400. Imaginemos cuánto lucharon, y cuántos quedaron en el camino.
González y Bentancourt (con sus similares), muy propios de localidades entrerrianas como Larroque, son los apellidos más comunes en las islas Canarias. No por casualidad el padre de las murgas canarias se llamó Enrique González Bethencourt.
Y bien: sabemos de mujeres y hombres de Entre Ríos venidos de hogares orientales, que vadeaban el río por un trabajo o por las guerras fratricidas, y hemos tenido amigos que conservaron el apelativo “Canario. En su sabrosa obra Desde Las Flores, Virgilio Fiorotto Taffarel cuenta de orientales que pasaron el Uruguay en sulki y admite que cuando relataban sus travesías los vecinos de esta banda no les creían la proeza.
¿Cuántos entrerrianos/orientales provienen de aquellas familias originarias de las islas Canarias fundadoras de Montevideo? Es difícil discernir, porque el gentilicio “canario” se extendió a gran parte del campesinado oriental, fuera o no fuera canario. Debemos suponer, sí, que un número importante de vecinos nuestros son descendientes de las Canarias.
Algunas de las familias venidas del archipiélago provienen de la incursión europea en esas islas; y es probable que otras encuentren origen en los indígenas guanches, gomeros o canarios; o sean criollas, mestizas. Todas en una trama euroafricana y cruzadas por el gofio (porque así como la sangre, nos une también la harina), para acriollarse luego en nuestras islas y lomadas, cuando aún era un hábito muy nuestro la hospitalidad.
El gofio, un testimonio
Algunos entrerrianos decimos gofio y sabemos bien de qué se trata. Criollos y gringos campesinos, por igual, hemos convivido con el gofio desde tiempos lejanos. Gofio solo o gofio con azúcar. Y qué íbamos a saber, cuando niños, que estábamos cultivando entre los ríos Gualeguay y Gualeguaychú, en la Argentina, una antigua tradición que los guanches llevaron consigo desde su cuna en el norte de África hace dos mil años. Un plato que hoy los identifica en el mundo ahí en las Canarias, para darles unos modos tan bellos, tan auténticos, que nosotros reconocemos como propios en alguna medida.
Dice la Academia de la Lengua: “Gofio: voz guanche. En Canarias, Antillas, Argentina, Costa Rica y Uruguay, harina gruesa de maíz, trigo o cebada tostados, a veces azucarada. Plato de comida que se hace con esta harina. Harina fina de maíz tostado”.
Menéndez Pidal ha mostrado la presencia de Canarias en la lengua hispanoamericana: “Esta influencia ha de ser necesariamente mayor en el Uruguay… donde nos encontramos a cada paso voces que muy bien pueden ser canarismos… es obligado citar la voz gofio, típicamente guanche (primitivos habitantes de Tenerife), que tanto se ha generalizado en el Uruguay, al extenderse el consumo del producto, que ha entrado hasta en la repostería nacional con la ‘torta de gofio’”.
No dijo Menéndez Pidal, porque no sabía, que ese gofio y con la misma voz era ya una harina codiciada en esta otra banda del Uruguay. Damos fe porque de chicos fuimos amantes del gofio en el Departamento Gualeguaychú.
Los pueblos del norte de África le llaman arkul o arkuku. El doctor en letras Attilio Gaudio ha explicado que el gofio de los canarios “era también el alimento principal de los nómades númidas y de los antiguos libios… A menudo los nómades tostaban el cereal, pero la costumbre de molerlo se remontaba a mucho tiempo atrás, y, a través de los siglos, estos procedimientos primitivos se han conservado entre los bereberes”. (Tomamos este párrafo de una obra de Akna n-AytUnaga que hallamos vía Internet, buscando datos del gofio africano).
El pueblo amazigh norafricano llegó al archipiélago del Atlántico, frente al Sahara, empujado por los romanos. A algunos de sus jóvenes les habían arrancado la lengua de un tajo por cometer la osadía de la resistencia ante los atropellos, a comienzos de esta era, hace dos mil años. Los entrerrianos nos involucramos sin esfuerzo en esta historia por algunas costumbres, algunas voces, algunos apellidos; y por la sangre guanche que anda en nuestras vecindades, tan lejos de aquellos orígenes del otro lado del Atlántico y tan acriollada. Y también porque la resistencia del amazigh y el guanche se parece bastante a la resistencia charrúa.
De ahí que el gofio no sea una harina más sino todo un testimonio, que expresa esa comunión de tres continentes en un sabroso bocado. Qué íbamos a imaginar, de niños, estos lazos, y menos lo que escuchamos esta semana en boca de un artista canario que nos reprocha en sus canciones el envío de maíz transgénico desde la Argentina, como veremos en el blues del notable Juan Mesa, Gofio de millo (de maíz), que analizaremos en otra edición.
Extremos del Sahara
El catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna Antonio Tejera Gaspar es capaz de mostrar una mirada integral, muy profunda y honesta, sobre la deportación de africanos en Canarias y sus legados en petroglifos, lenguas, etc.
Y bien: los canarios de nuestra zona y sus vecinos nos asentamos en las dos bandas del río de los caracoles, el Uruguay. No pocos grabados rupestres de las canarias consisten en líneas en espiral, otra coincidencia.
Nosotros podemos intuir el paso de una familia desterrada de Túnez a las Canarias; de sus descendientes de las Canarias a Montevideo; sus hijos de Montevideo a Soriano o Paysandú; y sus hijos de allí a nuestras lomadas o al delta, donde hemos conocido personas muy longevas que reconocieron su estirpe canaria: el caso de la islera Ramona Garay, que vivió un tiempo en Larroque y falleció con 106 años, o la domadora de caballos Natalia Pantaleona Reynoso Gutiérrez, de Ceibas, que vive con 118 años en Gualeguaychú y sería de las personas de más edad en el mundo.
Es fácil vernos morochos o rubios en nuestros pueblos, y en cualquier caso puede haber influencia africana. Si en el norte de África hay rubios, pelirrojos, de ojos claros, en la región el Rif, aunque minorías, y así en Canarias; como la piel oscura nos recuerda un origen también del sur del Sahara por otras vías, en los barcos esclavistas. Cuántos de nuestros mayores pasaron de ser sometidos en las estancias del actual territorio entrerriano (como las de García de Zúñiga), a ser carne de cañón en las luchas de independencia. Que lo diga Remedios del Valle, la madre patria. Que lo diga Joaquín, el Negro Ansina, mano derecha y corazón de José Artigas. Es infinita nuestra deuda con los pueblos de África.
Y cuántos también canarios en esas lides, desde que sabemos de la abuela de Artigas, María Rodríguez, con cuna en San Cristóbal de la Laguna en la isla de Tenerife, del archipiélago de las Canarias.
África y Europa en nuestros platos, nuestras músicas, nuestras voces, nuestras guerras, nuestros amores, nuestros sueños. (Continuará)
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