La pasión nos une…
Por estos días vivimos en comunidad con expectativas un conjunto de sensaciones inigualables -que se despiertan cada cuatro años; alegrías, incertidumbres, tristezas, un estado emocional que únicamente genera la pasión por el fútbol y especialmente por la selección Argentina. La pasión, un fenómeno que como tal es tan difícil de explicar, esa pasión indescriptible por la camiseta albiceleste, que reúne a la familia a los amigos, sentados en los sillones del comedor, en el garaje o en la mesa de la cocina con una improvisada tribuna. Estos hinchas hogareños inundan de colores y de voces la casa, vestidos con indumentarias futboleras, camisetas, gorros, galeras, pitos y matracas el motivo, aferrarse a ellas aumentando las fuerzas y evitar sufrir y con la esperanza a flor de piel y al fin poder desahogarse y festejar el final de cada partido.
Antes del partido se pone en marcha la previa, con encendidos debates, opiniones, comentarios, anécdotas y viejos recuerdos futboleros. Los más tranquilos almuerzan justo al medio día, otros preparan o improvisan una picada y otros muchos deciden comer después del partido, porque los nervios y el corazón también juegan con el equipo. El asador de la casa estás hoy sin parrilla, de franco y sentado en la primera fila de la improvisada tribuna para no perderse ningún detalle.
Y cuándo el equipo nacional marca un Gol!! toda la hinchada hogareña relata la jugada, disfruta a pleno, salta de felicidad con los puños arriba bien apretados, derraman lágrimas de emoción y como corolario se confunde en un largo e interminable abrazo.
En el entretiempo algunos caminan kilómetros dentro del hogar comentando el trámite del cotejo masticando bronca por el gol malogrado, otros pasean por el jardín, acarician al chicho, dan una vueltita en auto a la manzana por cábala o van hasta la vereda desierta para cambiar el aire intentando buscar respuestas a una lesión, los cambios, la posibilidad de gol frustrada y los errores del equipo que tiene que seguir mejorando a pesar que el resultado es sumamente favorable.
Otros en cambio se quedan atornillados a la silla observando en la tv. la reiteración de las jugadas más importantes, debaten con el entorno, asintiendo o no sobre las explicaciones de los periodistas deportivos de por qué la pelota no tuvo mejor destino. Los entendidos de fútbol en cambio -junto a aquellos que no entienden prácticamente nada- se suman cada mundial para alentar a la selección mientras recargan las pilas de los ánimos con renovadas esperanzas para poder enfrentar el complemento.
De sangre caliente, pasionales, viscerales, así somos, es nuestra identidad, es nuestra cultura y así pasionalmente compartimos el partido del albiceleste en familia rodeados de afectos.
Este ritual vuelve a instalarse en los hogares de Larroque y el país cada tantos años y no hay nada más hermoso que compartir con los afectos las alegrías y saber que podemos contar en esa tribuna hogareña con la protección, con un refugio si el ambiente se colma de tristeza.
Que la pasión, el deporte y un simple partido de fútbol puedan unir profundamente con el corazón a la familia y la comunidad, es algo mágico y que el aliento surja emotivo y espontáneo -para once jugadores que representan a la nación- y para que juntos podamos ver cristalizado un objetivo en común, es un sentimiento inigualable. Ese objetivo al menos por 90 minutos nos hace parecernos, nos hace ser iguales, nos hace sentirnos más argentinos que nunca.
Y a pesar que la gran fiesta mundialista vuelve a rodar cada cuatro años que lindo sería que muchos hombres que cumplen funciones y decisiones tomaran como ejemplo que pusieran en práctica este sentimiento de unidad y con sentido común analizaran y crearan soluciones para resolver las reales y diversas necesidades que sufren muchos compatriotas. Si en muchos asuntos delicados todos sincharamos para el mismo lado tal vez la realidad sería un poco mejor. Y si…también de utopías vive el hombre. (*Mario Escobar)