Francisco pide respaldarla, pero es muy duro con los que roban al Estado.
El ya famoso “hay que cuidar a Cristina” que le dice el Papa Francisco a cada dirigente argentino que lo visita -y que expresa el anhelo del pontífice de que la presidenta complete su mandato y lo haga de la mejor forma posible para bien del país- acaso fue interpretado por algunos como una suerte de cheque en blanco al kirchnerismo.
Sin embargo, en los últimos tiempos quedó en claro que ese “cuidado” tiene un límite: la corrupción (entendida en sus más variadas expresiones: sobornos, asociación con el narcotráfico, por ejemplo).
Una preocupación que, por cierto, trasciende al oficialismo e incluso al ámbito estrictamente político. Los gestos -a los que suele ser tan afecto Francisco- en los últimos meses son reveladores.
Acaso los más relevantes son los que tuvo hacia el juez Ariel Lijo, que el viernes se convirtió en el primer magistrado en procesar a un vicepresidente de la Nación en ejercicio -Amado Boudou- por cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con su cargo.
Jorge Bergoglio recibió a Lijo a principios de mayo. El motivo fueron las causas de trata y trabajo esclavo -un tema caro al pontífice- que Lijo lleva adelante. Pero en esa ocasión el Papa lanzó una frase más que sugestiva: “Si la prudencia se convierte en inacción, es cobardía”, afirmó.
A comienzos de este mes hubo otra señal del Papa. En un mail a su amigo Gustavo Vera, de la Fundación La Alameda -que precisamente lucha contra la trata y el trabajo esclavo- le dijo que “rezaba por el magistrado que vimos la última vez”, en alusión a Lijo, que llegó hasta el Vaticano llevado por Vera. Ese correo electrónico llegó en la víspera de que el juez tomará declaración a Boudou en la causa Ciccone, que derivó en su procesamiento.
Hay quienes creen que Francisco constituyó un respaldo anímico para el juez, que incluso aceleró el procesamiento ante las maniobras dilatorias de Boudou y los intentos para sacarle la causa.
El mail papal tenía más miga. También lo felicitaba a Vera -que es diputado de la Ciudad- por haber conseguido en la Legislatura porteña su primera ley. ¿Cuál fue?: Nada menos que la que declaró Ciudadano Ilustre de Buenos Aires al fiscal José María Campagnoli, que el kircnerismo quiere echar a través de un jury por su investigación de los dineros del empresario kirchnerista Lázaro Báez. El proceso está trabado por la licencia por enfermedad de una jueza que con su voto podría volcar hacia uno u otro lado el veredicto (Ver página 16).
Las señales del Papa son más abundantes. Por caso, cuando estuvo Lijo también concurrió Alfredo Popritkin, de la ONG Contadores Forenses, que como perito de la Corte Suprema investigó el patrimonio del matrimonio presidencial y es un experto en lavado de dinero. En abril recibió – junto a jefes policiales de varios países- al de la Federal, el comisario Román Di Santo. El tema: la trata y sus derivados. En marzo, a la jueza chaqueña Zunilda Niremperjer, que tiene resonantes causas por narcotráfico, un tema que desvela a la Iglesia.
Ayer, el Papa volvió sobre el tema de la corrupción, una de sus grandes preocupaciones. Si bien se refirió a nivel global -dijo que la política esta devastada por las prácticas corruptas- sonó especialmente fuerte aquí por el momento que vive el país. (Segio Rubin)