Opinión – Jopói, yanantin, minga y koyag en las aulitas del presidente Milei

*Díganos, de corazón, presidente Javier Milei, en qué materias y por cuánto tiempo estudió en las aulas el sentido del jopói, tan de nuestro territorio.
“Manos abiertas mutuamente”: jopói. “Trabajo colectivo y festivo”: minga. “Complementariedad de los opuestos”: yanantin. Usted dirá por qué no le preguntamos lo mismo a sus adversarios de otros partidos, pero presidente: mal de muchos, consuelo de…Opinón: Daniel Tirso fiorotto (*16/dic./2024)

*Javier Milei con el magnate Eduardo Elsztain, un testimonio de las incoherencias de la lucha contra la casta.

Si los principios “no pagan” en ámbitos de poder, ¿debiéramos esperar allí la recuperación de esos principios? La vida comunitaria da vida y comunidad, no da fama ni plata ni votos; ni dominio ni estatus ni estatua.
Hervidos en el caldo occidental colonizado, tendemos a desechar lo que no entra en la olla, si se nos permite la metáfora, y fruncimos la nariz ante una fragancia no registrada en los cánones. De ahí que hasta los audaces resulten previsibles. Por ahí se discute el color de la pared, jamás el cimiento.

La razón, encerrada en su arrogancia, ve tapiales donde otros modos de conocer (ninguneados) encuentran jardines.
Presidente: durante este año primero de su gestión hemos escuchado su menosprecio por la vida comunitaria y podemos presumir la causa: usted no la conoce lo suficiente. Ahora: si su entorno se la ocultó, está a tiempo de despertar.

La palabra colectivismo le produce sarpullido. Y resulta que muchos habitantes de este territorio que usted preside dieron y dan testimonio de un colectivismo cultivado aquí por siglos, con economías de abundancia y trabajo grupal, celebratorio. Como dice la chacarera, “y estaba donde nací lo que buscaba por ahí”.
Si no fuera por el vicio de la especialización, que sufrimos muchos, usted quizá apreciaría mejor los matices de la comunidad. Por si le sirve, el antídoto para esa bacteria de la especialización es un genérico llamado “mirada de cuenca”.

Quizá usted sea víctima, como nosotros, de un sistema que tiene a menos la historia y las luchas propias y que no guarda lugar, en sus casilleros, para las comunidades. Por eso no las ve. Vaya novedad: despreciar el entorno propio, los saberes y modos propios de nuestros pueblos es un deporte argentino más común que el fútbol.
Alguien dijo que principios como estos (jopói, minga, yanantin) son “la memoria del futuro”. ¿Están esos valores en la educación formal?

La altanería del especialista, que este sistema contagia, es patente en sus discursos. Es una pena, presidente, que usted se haya sentado en el sillón de Urquiza antes de romper los diques que le fueron erigidos por la educación colonial. Una pena que a tantos que lo precedieron les haya pasado lo mismo. En el barullo, caemos en la farsa occidental moderna y llevamos al extremo una contradicción ficticia. Ahí andamos, enredados más que entretenidos, desde hace mucho. 

Mirada de cuenca 

Para usted es una gracia de las fuerzas del cielo que un economista llegue a la presidencia. Tal vez no se distinga, con ello, del abogado que se sentó en ese mismo sillón, y del general, el ingeniero, el médico. Mirarse el ombligo y creer que ahí está el eje es una consecuencia del sistema individualista compartimentado.

No alcanza un economista, un nutricionista, un proctólogo: para ejercer la presidencia se requiere de una mirada de cuenca.
Desde esa perspectiva integral, un presidente verá los valiosos aportes de las comunidades que evitan los conflictos o los superan por consenso. No es duda, no es cobardía. Consenso es inteligencia, paciencia, coraje, compromiso. “Corazón tierno y fibra fuerte de caranday”, dice el chamamé.

(Para no confundir, apuntemos que el consenso opera cuando se ha creado el clima. Difícil si en la sociedad prevalecen los que buscan sacar tajada y ven en el diálogo debilidad. La costumbre de serruchar el piso, desacreditar, inflar errores y ocultar aciertos no colabora con el consenso).
Comunidad y consenso, esas dos voces encierran sentidos maravillosos, ¿y usted las oye y se baña en repelente? Rueda de mate, en el litoral; koyag en la cordillera, con símbolos en el centro (yerba, canelo) para dar garantía de fidelidad a la palabra empeñada, ¿están en los libros que el sistema imprime?

Hay diez mil años de conversación en torno de tradiciones como estas, no son el resultado de una ocurrencia. “Si uno gana y otro pierde, los dos pierden”, dicen nuestros pueblos. ¿Y si probamos?
La ecología recupera el aire. Su empeño, presidente, contra la ecología y la mirada ecológica se explica en cierta ignorancia. Ni usted ni su hermana ni su perro ni nosotros somos alguien fuera de la biodiversidad, en donde conversan la cultura y sus artes con el territorio y sus distintas manifestaciones de vida. Bajar el tono y escuchar a las aves puede ser un remedio. Escucharnos.

La flor del ceibo expresa a la Argentina desde antes de que nosotros viéramos la luz, y seguirá siendo así cuando de nosotros no queden ni las mentas. El sol, en el centro de la bandera, es el eje de la biodiversidad y de las culturas milenarias de la región. El sol, fuente y símbolo. El sol dice calor, luz, vida, identidad. Las mujeres y los hombres con inquietudes ecológicas no hacen otra cosa que reverenciar al sol, al agua. La mirada de cuenca facilita esta comprensión inmune al antropocentrismo. ¿La vamos a desalentar? 

Feos piqueteros 

Si no fuera por esa droga llamada especialización, y por la vida encajada en compartimentos, veríamos en los pueblos que usted preside la delicadeza en el trato, que es una marca. Esa delicadeza y ese cariño es fuente y es fruto de la vida comunitaria. Los modos con rodeos fueron tejidos por milenios para vivir y decir sin incomodar.

Consenso, gracia en la relación, comunicación. Dicen nuestros pueblos (y a esto lo aprendimos de un político sabio), aruskipasipjañanakasakipunirakispawa: debemos comunicarnos, necesariamente, sí o sí, unos con otros, sin más excusas, porque somos hermanos. Un poco más al norte dicen tik: nosotros. Nadie afuera. Es toda la comunidad la que asciende con una poesía, con una canción; es toda la comunidad la que desciende con un homicidio, con un acto de corrupción. “Uno de nosotros robamos”, dicen los tojolabales. Nadie afuera.

Y bien: en las crisis agudas hubo familias, grupos a la vanguardia para aliviar a los más dañados. En algunos casos nos salvaron del hambre. Luego siguieron en agrupaciones, para ampliar su atención. ¿Vamos a aprovechar algunos hechos contra la ley y algunos vicios, para descalificar a todos? Con esa vara, no queda ni el loro.

La monarquía hizo estragos en estas latitudes. La unidad de los pueblos, incluso con lenguas distintas, cruzados por ríos, montañas, selvas, devino en fragmentación con fronteras violentas, para el saqueo y la dominación. De esas fuentes, la noción superadora de patria grande, tan distorsionada por el colonialismo. Ya reducidos, unas cien mil personas dieron la vida a lo largo del siglo XIX para instalar otro sistema con eje en la independencia, la república, el federalismo. La mayoría de los muertos, jóvenes. La mayoría, “cabecitas negras”. Y con su muerte en acción, la muerte espiritual de sus madres, sus amores.  Presidente: somos un eslabón de una cadena que nos llena de orgullito manso y compromiso. Aquí, el maltrato es una burla. La corrupción es una burla. Hay muchas vidas truncas atrás. La destrucción del paisaje es una burla. La ignorancia es la consecuencia de un sistema que adoctrina, lava la cabeza. En desconocer la “memoria del futuro” está nuestro virus. Como ignorar el objetivo central de la revolución independentista: “la soberanía particular de los pueblos en confederación”. ¿Eso ha sido ocultado en el aula? Lógica colonial a pleno, y un presidente puede ser víctima como tantos, pero del presidente se espera otro vuelo, ¿no?

Tercero incluido 

No haremos un examen de su primer año ni le pondremos nota porque nos excede, y por no caer en lugares comunes. Tratamos nomás algunos puntos.
Usted entiende que el estado falló cuando se propuso reemplazar a la empresa. Ahora, ¿no falló el estado en verdad cuando en lugar de ser público se maquilló de público? 

Usted ha señalado una suerte de contradicción entre el estado y la empresa, y ha tomado partido. Si no fuera por la deformación de la especialización, podría analizar este conflicto a la luz de saberes ancestrales no eurocentrados. Allí encontrará que la lógica dual es un capricho. La lógica del tercero incluido ha sido eludida y menospreciada en nuestras aulas. De ahí que usted, como expresión de la partidocracia, no explore el camino de compatibilizar intereses y calibrar opciones distintas. A poco que andemos, veremos que los gobiernos del estado y las empresas pueden cumplir (no siempre) una función dañina contra la comunidad, a la que pretenden reemplazar o guiar como si un pez le quisiera dar órdenes al río. ¿Por qué no devolver facultades a millones de víctimas del sistema, expresadas en la comunidad, en lugar de dejarlas a merced de los vientos, cuando no en la indigencia, para nuestra vergüenza?

 Zurdo Martínez presidente 

Usted apunta que muchos gobiernos siguieron una lógica que no funcionó. ¿Valora entonces que tantos obreros, víctimas del sistema, optaran por reanimar actividades caídas? Las empresas recuperadas ¿no son fruto de la creatividad argentina?

Cuando muchas familias quedaron a la deriva, las organizaciones barriales crearon comedores y lucharon por un subsidio o un trabajo cooperativo. Cuando el sistema puso en riesgo la biodiversidad, formaron decenas de asambleas ciudadanas y ecológicas. Ahora, si en algunas de esas organizaciones hubo quienes equivocaron el camino o cometieron delitos, ¿por qué manchar a todos, y descartar a los más sensibles?

Resulta que en la Argentina gobernaron muchos años sectores a los que usted aprecia. Un ejemplo: la década menemista. Y está claro que el país nunca fue gobernado por un Otto Vargas, un Jorge Altamira, un Patricio Echegaray, un Luis Zamora, una Salvadora Medina Onrubia, un Miguel “Zurdo” Martínez, por nombrar algunos clásicos. No fueron presidentes, vicepresidentes, gobernadores, ¿cómo cree que caerán en tantos argentinos de bien sus insultos a los “zurdos de mierda”?

No es lógico, presidente, que todos seamos feos menos usted que nos califica. Piénselo un ratito: si el Zurdo fuera presidente, mientras usted putea a la casta y se abraza a Elsztain, el Zurdo putearía a la casta y se abrazaría a Minga Ayala. ¿No la conoce? Quizá porque no escuchó a Linares ni a Sampayo. ¿No los conoce? Eso explicaría muchas cosas.

La Argentina es bella y compleja. Vaya novedad. Apenas uno escucha al otro, advierte alguna causa que desconocía de amores y afectos y pleitos. Eso nos exige un plus de mesura a la hora de juzgar, de pronunciar una palabra. Los insultos desentonan, ¿hay que explicarlo?

Enseñanzas judías 

Usted sabrá de los gauchos judíos y sus comunidades, bajo el relato vivo de Alberto Gerchunoff. El alcalde de Rajil maltrató a uno de los mansos vecinos con la expresión: “déjeme, estoy ocupado ahora”. ¿Lo recuerda? Eso bastó para la revolución de los escobazos. Al lado de algunos de sus agravios, presidente, esta expresión “déjeme” ¿no pasa por amable?

Otro judío venerable, Martin Buber (del cual seguro le habló el rabino Wahnish), dio su vida por esclarecernos en una filosofía (compartida por nuestras culturas ancestrales de la Argentina y del mundo). Dicen nuestros pueblos milenarios que la persona se consuma como tal en relación con el otro (chachawarmi), y algo parecido dice Martin Buber desde otras vertientes. La relación de pares considera al otro, y es el germen de la comunidad. 

La vida comunitaria y la hospitalidad, una marca en nuestros pueblos milenarios de aquí, fue exaltada por Atahualpa Yupanqui con la sentida anécdota de otro judío que le ofreció su propia cama en Tala, y durmió en la mesa de billar. Colectivismo, presidente, en cada rendija, comunitarismo… Si en verdad está en alerta contra el verticalismo, díganos cómo califica a su gestión, con el acento puesto en el poder central y en las fuerzas de seguridad que controlan el sistema con el monopolio de la violencia, tan agradable al estado (mal que le pese); esos poderes del estado que cuidan que nada cambie de fondo… 

Otro horizonte 

Presidente: deseamos que estas Fiestas nos den serenidad para saber beber, saber comer, saber dormir, saber caminar, saber dar y recibir, saber amar y ser amado, saber meditar, saber hablar y saber escuchar, en fin, algunas de las bases del antiguo y vigente tekó porá: vivir bien y bello convivir. Suma qamaña.  Kume felen.
La armonía no depende del dólar ni del superávit: se consigue diluyendo los compartimentos, abriéndonos a ese otro horizonte.

Muchos de los saberes que inspiran esta carta brillan por su ausencia en las aulas, en los textos de la economía, en los medios masivos. Sufren atopía, un no lugar, una incomodidad. Constatar los frutos de esa realidad es todo un aprendizaje.
Quienes se preparan para sucederlo en el cargo, presidente, es probable que sean tan víctimas como usted y nosotros de este desarraigo. Ignorar nuestras propias experiencias y nuestros valores y pontificar con recetas uniformadoras no es una excepción aquí sino una regla…

Quienes no tenemos poder político, ni financiero, ni religioso, ni corporativo, ni mediático, quienes aspiramos a la condición de Iyambae (Sin Dueños), inclinados a la vida comunitaria, vemos en el cuidado de la palabra un tesoro. Un punto de partida.

(*Daniel Tirso Fiorotto – Periodista//


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