Inundación en Jesús María – El desastre con cientos de damnificados

Uno de los damnificados: “El agua se llevó la casa en un segundo, como si le hubieran puesto una bomba”.  Lo dicen Norma y Javier González, dos vecinos de Jesús María, que perdieron sus bienes y todos sus recuerdos.

Devastador. Javier González muestra la que era su casa. En segundos el temporal la destruyó. ANDRES D'ELIA/ENVIADO ESPECIAL

Devastador. Javier González muestra la que era su casa. En segundos el temporal la destruyó. Andrés D’Elía /Clarín.

La casa de dos plantas de Norma y Javier González era una de las más lindas, acaso la de mejor vista. Era una de las que daba al río Jesús María, que hasta hace poco corría con la flacura de un hilo y ahora es marea violenta. Aquí no hubo un terremoto, pero se le parece: el lugar donde vivían Norma y Javier -ella 51 años, él 55, gendarme retirado-, se vino abajo como un castillo de arena ayer a las ocho de la mañana. «Era la casa de nuestros sueños, trabajamos 35 años para levantarla. Y pasó todo en un segundo: el agua se la llevó como si le hubieran puesto una bomba adentro», dice Norma mientras señala algo que fue su mesa: hay un durazno y un limón intactos, rodeados de pedacitos de vidrio. Estáticos, como si una mano de agua los hubiera puesto ahí sólo para avisar que ha pasado a visitarlos.
Jesús María, la sede del Festival de la Doma y el Folclore, es una de las localidades cordobesas más afectadas por los dos frentes de tormenta que soportó Córdoba desde el 15 de febrero. Las veredas y la calle están debajo de un oleaje marrón y el puente de acceso al pueblo está partido en dos, con sus pilares al desnudo. Anoche había alrededor de 2.000 evacuados en la provincia, en su mayoría en Idiazábal y Balnearia, en el noreste. En Etruria, La Cumbre, Morteros, Capilla del Monte, Colonia Caroya, La Granja, Cruz Alta, Los Surgentes y Baldissera muchas familias abandonaron sus casas.

Es el caso de Norma y Javier, que se mudaron a lo de uno de sus hijos. Lo hicieron rápido, con el agua encima, con la ayuda de los vecinos y sin asistencia del operativo que se montó en los pueblos anegados. «Esto es la galería que imaginábamos. Esta es la parrilla que queríamos construir, allá está … estaba la pileta, esas eran mis plantas». Lo que define el pasado del presente de Norma es el llanto. Anteayer por la noche la pareja vio cómo el río se ensanchaba y se acercaba a la casa. Llegaron a sacar algunas cosas: los televisores, la computadora, algunas valijas con ropa. El agua recorrió 50 metros durante la madrugada y se comió primero la vereda, luego la calle y por último, el césped. Recién cuando tocó la pared, el matrimonio decidió irse. A Norma la sacó uno de sus hijos porque no quería que viera como esa ilusión se venía abajo. Javier se quedó cerca: «No pude moverme. Vi cómo el agua se chupaba la casa y arrancaba el primer piso, los tres dormitorios, los placares, los baños, los muebles hechos a medida, las fotos», dice Javier.

El pueblo está al borde del aislamiento. Además del puente que los conecta con las localidades vecinas, los internos -Colón, Maturano, y el de barrio Norte- están cerrados. «Es el peor desastre natural en 50 años», dijo ayer el gobernador José Manuel De la Sota. También hay desastres personales. De eso saben Norma y Javier.

(Clarín)