Identificaron los restos del militante entrerriano Eduardo “Mencho” Germano.

Sus restos fueron hallados en un cementerio de Rosario.

Identificaron los restos de Eduardo Raúl Germano, detenido desaparecido el 17 de diciembre de 1976. Apenas se supo la novedad, la familia de Germano emitió un comunicado confirmando el hecho . “Los restos de Eduardo fueron localizados en una de las 123 tumbas exhumadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EFA) en 2011 en el cementerio de La Piedad de Rosario, donde se hacían enterramientos de asesinados en falsos enfrentamientos fraguados por los agentes de la dictadura”, dice el escrito familiar enviado a ANÁLISIS DIGITAL. Eduardo Raúl Germano fue detenido desaparecido en Rosario el 17 de diciembre de 1976 y sus restos fueron identificados por el Equipo de Antropología Forense.

Eduardo "Mencho" Germano, desparacido durante la dictadura; sus restos fueron hallados en Rosario.
Eduardo «Mencho» Germano, desparacido durante la dictadura; sus restos fueron hallados en Rosario.

“Después de 38 años de lucha por la verdad esta se hace presente de forma incontestable”, dice el escrito de la familia Germano, y agrega: “Hemos pasado por muchas situaciones a lo largo de estos años, pero siempre tuvimos claro que no queríamos venganza, que buscábamos verdad y justicia, y el camino era la memoria y la lucha”.
“Nuestro padre Felipe falleció en 2002. Nuestro hermano Guillermo en 2009 y nuestra madre, Carmen en 2012. Los tres lucharon hasta el final de sus días por saber la verdad y exigir justicia por Eduardo y por todos los desaparecidos. No podrán ver el acto de entrega, pero sus restos descansarán por fin juntos. Por fin nuestro hermano vuelve a casa”, continúa.
Gustavo y Diego Germano, hermanos de Eduardo “Mencho” Germano, expresaron su agradecimiento a todos “los organismos de Derechos Humanos, instituciones, a los amigos y familiares nuestros y de otras víctimas, y a la sociedad que nos acompañó a lo largo de estas décadas”.
Agregaron que pidieron al juzgado que lleva la causa la entrega de los restos de Eduardo para el día 17 de diciembre, “cuando se cumplirán 38 años desde que fuera arrebatado de nuestras vidas”, dice el escrito. Ese mismo día serán trasladados a Paraná donde serán enterrados el 18 de diciembre, junto a Felipe, Carmen y Guillermo, 38 años después de que el Terrorismo de Estado frustrara el encuentro con sus padres que habían acordado para ese día de 1976 en Rosario.
Eduardo Raúl Germano nació el 20 de febrero de 1958 en Villaguay (Entre Ríos). Con dieciséis años fue elegido presidente del Centro de Estudiantes del Colegio La Salle de Paraná (Entre Ríos) y comenzó a militar en Montoneros.

En julio de 1976 fue detenido/desaparecido durante nueve días en el centro clandestino de detención del Escuadrón de Comunicaciones del Ejército en la Ciudad de Paraná. Una vez en libertad se traslada a la ciudad de Rosario, donde vive clandestinamente.

Eduardo, el Mencho, de 18 años de edad, fue detenido y desaparecido en Rosario, el día 17 de diciembre de 1976, un día antes de un encuentro previsto con nuestros padres.

Eduardo Mencho Germano -tenía solo 18 años- entrerriano desaparecido en 1976.
Eduardo Mencho Germano -tenía solo 18 años- entrerriano desaparecido en 1976.

Carta de Gustavo y Diego Germano…

Después de 38 años de lucha, la verdad se hace presente en forma incontestable

La familia Germano dio a conocer un escrito a fin de informar que los restos de Eduardo Raúl Germano, detenido desaparecido en Rosario el 17 de diciembre de 1976 , fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Los restos de Eduardo fueron localizados en una de las 123 tumbas exhumadas por el EAAF en 2011 en el cementerio de La Piedad de Rosario, donde se hacían enterramientos de asesinados en falsos enfrentamientos fraguados por los agentes de la dictadura. En el escrito hicieron también una reflexión y reseñaron los años de lucha en la búsqueda de la verdad, junto a Guillermo, hermano fallecido en 2009, y la madre Carmen, que encaró la lucha hasta sus últimos días en 2012.
Por Gustavo y Diego Germano
Hemos pasado por muchas situaciones a lo largo de estos años, pero siempre tuvimos claro que no queríamos venganza, que buscábamos verdad y justicia, y el camino era la memoria y la lucha.
Nuestro padre Felipe falleció en 2002. Nuestro hermano Guillermo en 2009 y nuestra madre, Carmen en 2012. Los tres lucharon hasta el final de sus días por saber la verdad y exigir justicia por Eduardo y por todos los desaparecidos. No podrán ver el acto de entrega, pero sus restos descansarán por fin juntos. Por fin nuestro hermano vuelve a casa.
Queremos agradecer a todos los organismos de DDHH, instituciones, a los amigos y familiares nuestros y de otras víctimas, y a la sociedad que nos acompañó a lo largo de estas décadas.
Queremos dar las gracias a todos aquellos que estuvieron desde el principio, a los que se sumaron después y también, a aquellas personas que se sumen de aquí en adelante en esta lucha que continúa.
Queremos agradecer a AFADER, a HIJOS Regional Paraná, al Registro Único de la Verdad y la Subsecretaría de DDHH de Entre Ríos, a la abogada Nadia Shujman y el equipo jurídico de HIJOS Rosario, al equipo del EAAF dirigido por Miguel Nieva, a jueces y fiscales, a la sociedad argentina que respalda las políticas de Estado en materia de Derechos Humanos, que han reforzado y consolidado la lucha de los familiares y los organismos de DDHH de tantos años.
Queremos también instar a los familiares que aún no se han hecho las muestras de ADN a que lo hagan, porque es posible saber la verdad gracias al trabajo de mucha gente capaz y comprometida que lleva adelante la búsqueda e identificación de nuestros desaparecidos.
Finalmente queremos informar que solicitaremos al juzgado que lleva la causa la entrega de los restos de nuestro hermano para el día 17 de diciembre, cuando se cumplirán 38 años desde que fuera arrebatado de nuestras vidas. Ese mismo día serán trasladados a Paraná donde serán enterrados el 18 de diciembre, junto a Felipe, Carmen y Guillermo, 38 años después de que el Terrorismo de Estado frustrara el encuentro con sus padres que habian acordado para ese dia de 1976 en Rosario.
Eduardo Raúl Germano nació el 20 de febrero de 1958 en Villaguay (Entre Ríos).
Con dieciséis años fue elegido presidente del Centro de Estudiantes del Colegio La Salle de Paraná (Entre Ríos) y comenzó a militar en Montoneros.
En julio de 1976 fue detenido/desaparecido durante nueve días en el centro clandestino de detención del Escuadrón de Comunicaciones del Ejército en la Ciudad de Paraná. Una vez en libertad se traslada a la ciudad de Rosario, donde vive clandestinamente.
Eduardo, el Mencho, de 18 años de edad, fue detenido y desaparecido en Rosario, el día 17 de diciembre de 1976, un día antes de un encuentro previsto con nuestros padres.
Esa noche Carmen soñó que a su hijo lo empujaban por unas escaleras. Años después sabríamos que fue torturado en el centro clandestino de detención, tortura y extermino que funcionaba en los sótanos de la Jefatura de Policía de Rosario conocido como El Pozo, en instalaciones del Servicio de Informaciones de la Unidad Regional II.
En los primeros días de 1977 recibimos una carta anónima, enviada posiblemente por un compañero de militancia, que decía: “lamentamos comunicarle que su hijo Eduardo Daniel (sic) Germano fue detenido el día 17 y posiblemente asesinado el día 26”.
Sobre esta base nuestro hermano Guillermo viajó a Rosario en 1982, con 18 años e investigando en las hemerotecas dio con un comunicado publicado en el diario La Capital, el 28/12/76, que daba cuenta de un “atentado frustrado”: “Personal dependiente de la Jefatura 211 –decía el ejercito a través de La Capital– que realizaba un patrullaje en la zona de Fisherton, observó a una pareja que portaba un bulto de regulares dimensiones y en actitud sospechosa se mantenían próximo a la estación transformadora de energía eléctrica instalada en la intersección de y Boulevard Argentino y Columbres”… “intentaron fugarse cubriéndose con disparos de fuego siendo abatidos y produciéndose la detonación de una carga explosiva que transportaban”.
Se trataba de una “opereta” como los represores le llamaban y que consistía en fraguar un enfrentamiento para blanquear y asesinar a los que no podían recuperar de la tortura. Eduardo fue asesinado junto con María Cristina Cayetana Pagnanelli. Sus cuerpos fueron volados con explosivos junto a la estación transformadora de energía en el barrio de Fisherton. El operativo estuvo dirigido por el propio Agustín Feced, jefe del Servicio de Informaciones de la Unidad Regional II.
A través de un estudio realizado por un equipo del Museo de la Memoria de Rosario dirgido por Marcela Valdata , que incluía el entrecruzamiento de datos del Archivo General de la Provincia de Santa Fe sobre el hallazgo de cadáveres , se pudo determinar que muy probablemente, el cuerpo de Eduardo fuera llevado por personal policial de un destacamento cercano a Fisherton al Cementerio de La Piedad el día 5 de enero de 1977 y enterrado en una tumba como NN.
La solicitud de exhumación de esa tumba fue incorporada a la causa sobre las exhumaciones por nuestra abogada para que se incluyera en las excavaciones realizadas a finales de 2011 por el EAAF.
La causa sobre los enterramientos de personas asesinadas por la dictadura en el Cementerio de La Piedad se inició en 1984 y estuvo paralizada por las leyes de impunidad (Obediencia Debida y Punto Final) hasta su derogación durante la presidencia de Néstor Kirchner.
Carmen y Guillermo se presentaron como querellantes en la causa Feced en 2004.

Hermanos Germano, de gurises en una foto familiar.
Hermanos Germano, de gurises en una foto familiar.
«Era capaz de quedarse horas sentado con alguien discutiendo de lo que sucedía en el país”.(Por Daniel Enz) Eduardo «Mencho» Germano.Semblanza – “Había nacido un 20 de febrero de 1958 en la localidad de Villaguay. Los Germano, en ese entonces, estaban afincados en el centro de la provincia a raíz de la función del padre. Don Felipe era gerente del Banco de Entre Ríos y cada tres años cambiaba de destino. Después se fueron a vivir a Feliciano y posteriormente a Chajarí. Carmen Germano no podía creer cuando llevaba de la mano a su primer hijo al colegio de Hermanos Maristas para iniciar el ciclo primario”, se evoca en el libro “Rebeldes y ejecutores”, de Daniel Enz, en el capítulo dedicado a contar la historia de militancia y desaparición de Eduardo “Mencho” Germano.
Por Daniel Enz,
en “Rebeldes y Ejecutores”
“Pidamos el medio boleto estudiantil, pero también propongamos que baje el precio de las tortas negras”. En principio hubo quienes no sabían si lo decía en broma o en serio. Pero sus propuestas eran así. “Las tortitas también son parte de nuestra realidad”, tuvo que añadir, como para que se dieran cuenta de que no hablaba en broma sino que, efectivamente, lo estaba lanzando como propuesta de la agrupación del colegio La Salle. Allí cursaba la secundaria y era presidente del centro de estudiantes. Nadie se animó a decirle que no. Más allá de las ideas revolucionarias -que él mismo pregonaba-, la iniciativa tenía también su razón de ser y fue aprobada en forma unánime. Para todos sus compañeros, Eduardo Germano, el Mencho, era el tipo diferente. El de las ideas locas, pero también el compañero y el buen amigo.Sabían que cada vez que se encontraban con él no podían hablar de otra cosa que no fuera de política. Era capaz de quedarse horas sentado con alguien, fuera joven o viejo, discutiendo de lo que sucedía en el país en la década del `70. A don José Venturino -dirigente del Partido Auténtico y fallecido en 1986 en Paraná- le sorprendían dos cosas de él: su amor por el debate de ideas y su vestimenta. Si no se lo veía al Mencho con su clásica bombacha gauchesca oscura, las alpargatas desflecadas y la camisa afuera, algo raro estaba pasando en su vida. Don Venturino era como un padre para él. Como todo aquel estudiante lejos de los suyos, muchas veces se aferraba a las personas mayores que lo cobijaban para la charla.

Había nacido un 20 de febrero de 1958 en la localidad de Villaguay. Los Germano, en ese entonces, estaban afincados en el centro de la provincia a raíz de la función del padre. Don Felipe era gerente del Banco de Entre Ríos y cada tres años cambiaba de destino. Después se fueron a vivir a Feliciano y posteriormente a Chajarí. Carmen Germano no podía creer cuando llevaba de la mano a su primer hijo al colegio de Hermanos Maristas para iniciar el ciclo primario. Allí se hicieron íntimos amigos de la familia Zapata. El militar estaba destinado en el destacamento de Ejército y con él se volverían a encontrar, casi cinco años después, en Paraná.

El chico no pudo terminar la escuela en Chajarí; tuvo que hacerlo en Crespo, el nuevo destino de su padre. En ese lugar comenzaron los problemas de salud del pequeño. En realidad, los dolores de cintura terminaron siendo psicológicos: Eduardo no soportaba tantos cambios en tan poco tiempo.

Decidió quedarse en Paraná cuando su padre fue trasladado a Nogoyá. Antes de que sus viejos partieran, le hizo un pedido especial a la madre: “Dejáme libre una pieza; la quiero para mí, para cuando vaya”. Carmen cumplió a rajatabla el pedido. Eduardo llegó y la cubrió con posters de los grupos de rock nacional e internacional que venían en la revista Pelo. También pegó uno muy grande del Che Guevara. La fotografía tenía el tamaño de una persona. Su hermano Guillermo -que lo seguía en edad-, cada vez que ingresaba a la pieza tenía que saludarlo con los dos dedos en V; de otra manera, no podía entrar. Todos los fines de semana viajaba a Nogoyá: uno de sus placeres era encerrarse en la pieza a escuchar rock.

Se anotó en el colegio religioso La Salle. El rector era el cura Reinaldo y le habían hablado mucho de él. Era un sacerdote tercermundista y sus ideales tenían un particular significado para Eduardo. Desembarcó en una humilde pensión de calle San Lorenzo, de la familia Maín, pero por poco tiempo. El mayor Zapata fue destinado a la capital entrerriana y lo primero que hizo fue darle una pieza en su casa para que pudiera sentirse como en lo de sus padres. Al fin de cuentas, era el hijo de sus amigos dilectos. La convivencia no duró mucho tiempo. Con el transcurrir de los días el militar se dio cuenta de que Eduardo ya no era aquel chiquilín de pantalones cortos que jugaba con sus hijos, en su casa en Chajarí. Había crecido. No soportaba demasiado las ideas revolucionarias del joven, ni le interesaba compartir algo con él. Es más: en un momento pensó que hasta le podría preparar un atentado en su misma vivienda. “Este tipo está loco”, pensó en voz alta Eduardo. En menos de dos meses juntó sus bártulos y se fue a otra pensión; esta vez, a calle Belgrano al final. Sus padres estaban en Nogoyá; no dejó de ir un fin de semana. Recién rompió la continuidad cuando su familia se tuvo que trasladar a Concordia. Muchas veces prefería viajar hasta Feliciano, a ver a su amigo de la infancia: Coqui Cardozo. El Mencho era una concentración de afectos, que siempre buscaba devolver.

El peronismo y sus organizaciones lo fascinaron en los comienzos de la década del `70. Fue cuando decidió acercarse a los cuadros de la JP. Empezó a jugar al rugby -de segunda línea- en el Club Estudiantes y allí le pusieron Mencho. Sus compañeros no podían entender la forma en que le gustaba beber cerveza y sus ideas socialistas no compatibilizaban con la mayoría de ellos. “Sos un verdadero Mencho”, le dijeron irónicamente en una oportunidad. De allí en más quedó bautizado para siempre y su apodo se prolongó al resto de sus hermanos.

En el La Salle se transformó en uno de los pioneros de la organización de la Agrupación de Estudiantes Secundarios (AES). Casi todas las mañanas reunía a numerosos estudiantes en el pequeño bar de la escuela y generaba los debates. Las charlas tenían una denominación: Desayunando con el Mencho. Era la época de auge de los clásicos almuerzos de Mirtha Legrand, que se iniciaban en la televisión argentina.

La AES competía con la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), que lideraba Ricardo Remedi, y que tenía una posición justicialista-nacionalista. El nucleamiento se conformó con referentes de cada uno de los colegios de la capital entrerriana. Germano era el representante del La Salle. José Carlos Halle y Angel Zacarías -que concurría en el horario nocturno- representaban al Colegio Nacional; Luis Alberto Bicho Fadil, a la escuela de la II Brigada Aérea; Néstor Moro, a la escuela industrial; María Luz Piérola, a la Escuela Normal, y Adriana Beades, del Cristo Redentor, entre otros. Esta última no militaba ni simpatizaba con agrupación alguna, pero le interesaban las reivindicaciones que pedía la AES. En el colegio religioso no estaba autorizado el centro de estudiantes. La capacidad de movilización y de liderazgo que tenían los llevó a conseguir, durante el gobierno comunal de Juan Carlos Esparza, el medio boleto en el transporte.

Terminó la secundaria en 1975, pero Eduardo no se fue a estudiar fuera de la provincia, como decidieron hacer la mayoría de sus compañeros. Sus padres habían retornado a Paraná, se afincaron en una casa de calle Perú 240 y quería quedarse con ellos. “Voy a ir a estudiar el año que viene; me gusta Licenciatura en Comunicación Social, una carrera nueva que abrieron en Rosario, en la Facultad de Ciencias Sociales”, le explicó a su madre una noche. Se metió de lleno a militar en la tercera línea de la JP, de donde provenían la mayoría de los ex integrantes de la AES.

En febrero de 1976 viajó a Rosario. Dijo que se iba a estudiar, pero no fue así. Los integrantes de la JP II le dijeron que se fuera de Paraná y que se cuidara porque la situación en el país se ponía cada vez más difícil. En algún momento pensó en ir a Concordia, pero después desistió de esa idea. Varios de los cuadros de la JP -con las identidades cambiadas- permanecían escondidos allí. Al pasar por la Catedral, en la capital entrerriana, se encontró con la novia de Luis Sotera, Sara Sosa. Hacía varios meses que la joven no veía a Luis. Eduardo fue quien le indicó dónde estaba y cómo podía llegar hasta el barrio, ubicado detrás de la capilla de Lourdes del cura Servín, en que se encontraba el paranaense. Si ese encuentro no hubiese ocurrido, quizás ambos no se habrían casado luego.

Las cosas que estaban sucediendo en el país provocaban preocupación e impotencia. En marzo, antes de que se produjera el golpe de Estado, las autoridades educacionales no dejaron que Diego Germano siguiera el ciclo secundario en el La Salle; tampoco aceptaron el ingreso del hermano siguiente, Guillermo. El cura Reinaldo tuvo que ceder a las presiones de algunas familias, como así también a la sugerencia del arzobispo Tortolo. A los pocos meses del comienzo de la dictadura del general Jorge Rafael Videla, Reinaldo terminó siendo trasladado a un lugar de Buenos Aires. “Así te vamos a salvar la vida”, le dijo el vicario castrense antes de que emprendiera el viaje.

Eduardo llegó de Rosario a visitar a su familia en el mes de agosto. Fue detenido por personal de la Policía Federal, a dos cuadras de su casa de calle Perú. Era un sábado a la mañana. Le habían anticipado que se cuidara porque lo podían arrestar. Cuando llegó a la casa se encontró con su hermano Guillermo. “¿No me vinieron a buscar?”, preguntó. “No, no vino nadie”, contestó el joven. Este último no sabía a quién hacía referencia. “Me voy, después vuelvo”, le dijo y tomó rumbo a la calle. A los cinco minutos sonó el timbre de la puerta. Atendió Guillermo y se encontró con tres hombres de civil de la Policía Federal. Preguntaron por él, revisaron rápidamente el lugar y partieron. A los pocos segundos sonó el teléfono. “¿Ahora me fueron a buscar?”, preguntó de nuevo Eduardo. Cuando Guillermo le estaba contestando le interrumpió el diálogo. “Pará Guille, no me contés más; ya me encontraron. Avisále a los viejos”, le acotó. Estaba en el teléfono público de Pellegrini y Perú, frente a la zapatería Di Pretoro, a dos cuadras de su casa. Guillermo alcanzó a escuchar incluso a los policías cuando le gritaban que no se moviera.

Lo tuvieron arrestado durante nueve días en las celdas del escuadrón de Comunicaciones. Después lo llevaron a la sede de la Policía Federal. El cura Julio Metz les acercó la información a los Germano. Hicieron diversas gestiones y quedó libre. El ascendido coronel Zapata fue quien lo encontró en Comunicaciones y se ocupó de que lo dejaran en libertad. Al día siguiente, el militar concurrió incluso a la casa de los Germano e intentó aconsejarlo sobre lo que había sucedido. Eduardo no le hizo mayor caso.

Volvió a Rosario y se asustó con la serie de detenciones clandestinas que se estaban produciendo en Paraná. Varios de ellos eran sus amigos fraternos. No ocultó su preocupación. Se la transmitió a uno de sus compañeros de militancia: Pinocho Paduán. Este también terminaría el ciclo secundario en el colegio La Salle, aunque una promoción más tarde.

La misma sensación sintió en la ciudad santafesina. Más aún cuando se enteró de que en el mes de julio había sido arrestada Adriana Beades, con quien era allegado desde la época del secundario, aunque la joven no militaba en ninguna agrupación. Adriana, que era estudiante del Profesorado de Historia, permaneció detenida en Rosario durante seis meses; después fue trasladada a la cárcel de Devoto. Allí se encontró con varias mujeres de Paraná. Verla a Julia Tizzoni, una de sus profesoras en el colegio, fue toda una alegría entre tanta desazón e impotencia. En esa cárcel también estaban -entre otras- Rosario Badano, Graciela López y Vicky Jáuregui.

Eduardo no había viajado solo a Rosario; lo hizo en compañía de Carlos Molina y Blanca Osuna (que fueron junto con la beba nacida en marzo), como así también con María Lina Muñoz, novia de Claudio Fink. Esta última estaba acusada de haber sido parte del comando logístico que colaboró con la muerte del general Esteban Cáceres Monié y su esposa, pero nunca se pudo comprobar. Norma Hessel, novia de Eduardo, también decidió irse a Buenos Aires. Todos se fueron muy asustados de Paraná al tomar conocimiento de lo que había sucedido con Fink, detenido el 12 de agosto.

Tristán Uranga, quien estudiaba Ingeniería en Rosario, se encontró con Eduardo en los primeros días de noviembre de 1976. Uranga se había salvado del Servicio Militar Obligatorio por número bajo, pero una vez producido el golpe de Estado fue incorporado al Ejército, pasando a desempeñarse en el Hospital Militar. Uno de sus compañeros de colimba era Angel Zacarías. En junio de ese año murió su padre, el ex gobernador Raúl Uranga, y fue dado de baja para que colaborara con su madre. Al año siguiente decidió exilarse en Barcelona, España.

Eduardo Germano se había enterado de que Uranga estaba nuevamente en Rosario y buscó de diferentes maneras dar con él. No eran amigos. Se conocían del colegio La Salle, aunque Tristán era tres años mayor. El Mencho era más amigo de su hermano Beltrán. Se encontraron en una plaza. Germano estaba muy mal por la situación que se vivía y la represión que se había desatado en Rosario. Además, no tenía un peso y había adelgazado mucho.

El 8 de abril de 1976, el comandante mayor (R) de Gendarmería Agustín Feced había quedado al frente de la Policía de Rosario y en pocos meses prácticamente desarticuló a los grupos de Montoneros y el ERP. “El enemigo queda notificado de que vamos a atacar. No puede ni debe reconocerse como hermano al marxista subversivo. En lo que a nosotros respecta, no admitiremos bandera blanca ni de parlamento; sólo con el plomo dialogaremos. Ha llegado la hora de síntesis: no más palabras; derrota y aniquilamiento, sí”, dijo Feced apenas asumió el cargo. El general Leopoldo Fortunato Galtieri era entonces el comandante del II Cuerpo de Ejército, con sede en Rosario y jurisdicción sobre los batallones de Entre Ríos.

Germano había llegado hasta el lugar de la cita en una motito. Se la habían prestado. Obviamente, no tenía papeles.

-¿Dónde estás? -preguntó Tristán.

-En ningún lugar fijo. En realidad, no tengo dónde dormir ni comer. Me la paso dando vueltas por diferentes lugares y me quedo mucho tiempo en una biblioteca del centro-, contestó casi sin levantar la cabeza; no ocultaba su abatimiento.

No acordaron realizar una nueva cita. Tristán le prestó unos pesos y se alejó. Nunca más se vieron.

El Mencho había quedado totalmente desconectado de los militantes de Montoneros, donde tenía un rol ínfimo. La mayoría había desaparecido. Otros decidieron fugarse de la ciudad. Meses antes había estado en Santa Fe, pero retornó a Rosario.

De la capital santafesina Germano se fue conmocionado cuando se enteró del asesinato del Bicho Fadil y de su compañera Alicia Ramírez, que era de Paraná, ex estudiante de Ciencias de la Educación, en octubre de 1976. Ambos tenían 19 años y habían sido destinados a Santa Fe por la agrupación Montoneros. Murieron en un operativo militar realizado en horas de la madrugada en la zona de Guadalupe donde Fadil vivía en una pensión junto a su compañera, al parecer embarazada de algunos meses. Les hicieron estallar varias granadas. Ninguno pudo sobrevivir. Se podía haber entregado, pero ninguno de los dos optó por ese camino. Días antes, Alicia había dicho en una fugaz visita a la capital entrerriana: “Prefiero que me maten antes de caer en la tortura o en la denuncia de alguna compañera o compañero”. Así fue. Faltaban pocos días para que se celebrara el Día del Estudiante. El Bicho -que no era de Paraná, sino de un pueblo cercano a Villa Constitución-, había llegado para estudiar y era uno de los máximos referentes que tenía la AES. Muchos iban detrás de sus ideales. Incluso, en un momento, decidió abrirse por un tiempo de la AES y formar otro movimiento, en disconformidad con los lineamientos que se seguían. Era considerado uno de los cuadros más creativos de la agrupación. En la escuela de la Base Aérea llegó a inventar un cohete, al que logró lanzar hasta hacerlo ascender a unos mil metros de altura. Hasta último momento estuvo intentando armar un pequeño carrito a control remoto para atentar contra algún cuartel, pero nunca lo pudo lograr. Líder natural, robusto, de un carisma y una labia como pocos, era amado y a veces resistido, pero fundamentalmente por su capacidad para hacer cosas, para avanzar contra viento y marea, para exponer ideas revolucionarias. Hizo militancia barrial en sectores marginados de Paraná -realizando alcantarillas, cunetas o desparramando broza junto a otros vecinos- y en Concordia alcanzó a fabricar casas humildes, de tierra y cemento. Fue de los primeros que ingresó a la clandestinidad en Paraná -donde estuvo hasta 1975-, a partir de lo cual se instaló en Santa Fe.

Poco tiempo antes se había separado de su anterior novia, Silvia Haydée Wollert -también desaparecida-, oriunda de Colonia Ensayo, en el departamento Diamante, y no volvió más por Paraná. La joven había terminado el secundario en el Colegio Cristo Redentor. Junto a Mariana Fumaneri habían alquilado una casa; eran compañeras de facultad en Trabajo Social y militaban en la Juventud Universitaria Peronista. Además, trabajaba como empleada administrativa en la seccional Paraná de la Unión de Docentes Argentinos (UDA). Mariana fue detenida en el mes de octubre de 1976. Silvia se asustó mucho y abandonó la casa. Si bien no tenía ningún rol en la estructura que dependía de Montoneros, a su vez era consciente de que igual corría peligro, como así también sus compañeras de estudio y militancia. Primero se escondió en la casa de una de sus mejores amigas: Silvia Pindor. Después acudió a la vivienda de Beatriz Pffeifer de Larpín, en Santa Fe. Allí vivió con la madre de Beatriz y el bebé de ésta. Los familiares de Silvia perdieron contacto con ella a fines de enero, principios de febrero de 1977. Al tiempo se enteraron de que había muerto el 24 de marzo de ese año, un día antes de la visita oficial del Presidente de la Nación, Jorge Rafael Videla, a Santa Fe y Paraná. El diario El Litoral de la capital santafesina publicó que en uno de los tantos enfrentamientos simulados habían muerto una pareja y una tercera persona durante un tiroteo. Los cuerpos fueron encontrados en proximidades de una casa ubicada en Güemes y Javier De la Rosa. La tercera en cuestión era Silvia Wollert. “Al parecer, ninguno de los tres fallecidos serían de Santa Fe, sino de una provincia vecina”, rezaba el vespertino. Los cadáveres de José Luis Gómez, Norma Esther Meurzet y Wollert fueron enviados al Policlínico Ferroviario. Estuvieron en la morgue del lugar durante una semana. Posteriormente fueron sepultados como NN en el Cementerio Municipal. Todavía hay quienes se preguntan por qué resultó muerta Silvia. Ninguno de sus amigos o amigas detenidos fueron interrogados alguna vez sobre las actividades de la joven.

Eduardo decidió permanecer en Rosario. No quería irse, pese a que era consciente de que, de un momento a otro, iba ser también presa de Feced. Mientras tanto, sin contactos, sin plata ni lugar dónde vivir, seguía escapando. Tampoco estaba en una postura de autocrítica. Todavía creía que la agrupación iba a derrotar a la dictadura militar y que, al año siguiente, estarían en condiciones de tomar el poder. Antes de volver a Rosario se lo había confesado a uno de sus amigos, el Jocho José Antonio Venturino. Cuando los servicios de inteligencia se enteraron de que habían estado juntos le allanaron la casa a Venturino en dos oportunidades. No encontraron nada. A los documentos de la JP y a las fotos en que aparecían todos los integrantes de la AES los había escondido en casa de sus abuelos. Recién en 1984 se reencontró con esas imágenes, pero se las regaló a la familia Germano.

Los últimos en verlo con vida fueron Carlos Molina, Blanca Osuna y su novia Norma. El matrimonio Molina había permanecido en Rosario hasta el mes de octubre; después se fueron a Buenos Aires. Consideraron que allí iban a estar más seguros. Hasta ese mes, Eduardo y Norma vivieron juntos en una pensión. Algunas veces le cuidaban le beba a Blanca. Eduardo fue quien le enseñó a sentarse a la chiquita, que apenas tenía siete meses. El lugar preferido al que iban era el parque del Monumento a la Bandera.

Norma había decidido irse con Carlos y Blanca. La joven recaló en casa de unos familiares; los Molina terminaron en una covacha. La cita en Buenos Aires fue el 14 de diciembre. Molina cumplía años. Se encontraron los cuatro en un viejo bar de Rivadavia y Talcahuano. Ninguno tenía un peso encima; apenas si les alcanzó para tomar dos cafés. Se quedaron relatando anécdotas y contando chistes. Fueron varias horas de charla. Esa noche, Eduardo dio la nota. Sorprendió al cumpleañero con un regalo: una corbata de color rosado con lunares, que aún conserva. “Tomá Carlos, para que salgas a buscar laburo”, le dijo. Molina, por esos días, era vendedor callejero de cosméticos. Su mujer vendía aquellos recordados cursos de inglés que se podían estudiar mientras se dormía.

Felipe y Carmen Germano, tal lo convenido con su hijo en agosto, viajaron a Rosario en la madrugada del 18 de diciembre para encontrarse con Eduardo. Lo habían acordado por carta. Eduardo nunca llegó al lugar. Carlos Molina también había viajado a Rosario porque tenía acordada una cita.

Los padres de Eduardo a los pocos días se enteraron a través de una carta anónima que Eduardo había sido asesinado en el barrio Fisherton de Rosario, en la madrugada del 26 de diciembre. El episodio salió publicado incluso en el diario La Capital a los dos días. Allí se consignaba que “dos terroristas” habían intentado colocar una bomba y provocar un atentado. Esa noche, según se pudo saber, llegó el comandante Feced a la zona y le dijo a la gente que se quedaran en sus viviendas porque se iba a producir un atentado contra la estación transformadora de energía eléctrica. Era evidente que había un plan diagramado. A las horas comenzaron los sucesos que, evidentemente, iban a servir para el aniquilamiento de detenidos. Se escucharon tiros y el estallido de un explosivo de alto poder. Entre las pertenencias de los ultimados se encontró una motocicleta sin patente, según informó la Policía. Un medio de movilidad de ese tipo había sido visto también por Tristán Uranga casi dos meses antes, al encontrarse con Germano. Al día siguiente del episodio los vecinos llamaron a los bomberos porque en uno de los árboles había quedado la pierna de uno de los abatidos. Nunca se supo a quién pertenecía.

La carta llegó al nuevo domicilio de calle Santa Fe de los Germano en los primeros días de enero. Había sido despachada en la oficina de Correos de la capital entrerriana, una vez entregada por Marta Terradas a su hermana Yolanda, que residía en Paraná. Marta vivía en el mismo lugar que Germano en Rosario, en las últimas semanas. Los códigos montoneros les impedían saber quién era uno y quién era otro; tampoco de dónde venían. Ambos tenían nombres de guerra.

Marta se encontraba con sus familiares, en Rosario o Santa Fe, una vez por mes. Estuvieron juntas un 29 de diciembre; era el cumpleaños de Yolanda. El día anterior, Marta se había enterado de que uno de los caídos en el barrio de Fisherton era su compañero. No podía creer que ambos eran de Paraná y vecinos en el barrio. Los Germano, hasta el 20 de diciembre, vivían en calle Perú. Los Terradas, en Libertad 170, a la vuelta.

Siete años después, Guillermo Germano pudo confirmar que su hermano Eduardo había sido, efectivamente, asesinado en el barrio de Fisherton. Durante todo un día recorrió cada una de las casas de la zona y le dieron la misma versión. En la noche del 25 de diciembre llegó el comandante Feced y ordenó cercar el barrio. En forma personal se encargó de pedirles a los vecinos que no salieran de sus domicilios porque iba a haber un operativo para capturar a dos extremistas. Apenas había pasado la medianoche. Ninguno de los habitantes de la esquina en que se produjo el episodio dejó de observar, aunque de manera oculta, lo que iba a suceder. A las dos horas del despliegue militar llegó un Ford Falcon del que bajaron dos jóvenes, de contextura delgada y pelo rubio. Ambos estaban muy golpeados. Los pusieron dentro de un cono de metal. Tenía más de 4 metros de diámetro y dos metros de alto. A los pocos minutos se escuchó una fuerte explosión. Una bomba había detonado dentro del cilindro en que se encontraban los detenidos. Retiraron los restos de los cadáveres y se fueron. Al día siguiente fue cuando se encontró una pierna colgada de un árbol. Una detenida que había estado en esos días en el tenebroso Servicio de Informaciones de la Jefatura Central de Policía confió a los Germano que un joven con las características de Eduardo estuvo preso en dicho lugar y fue trasladado el 25 de diciembre junto a una joven de pelo corto (por lo que parecía un hombre) y nunca más volvieron. Esta última era estudiante en Santa Fe y novia de un joven entrerriano que, en la etapa democrática posterior, sería funcionario de una comuna justicialista y luego asesor del Senado de la provincia. Los nombres de Germano y de la muchacha nunca fueron informados oficialmente por autoridades militares.