
Fidelidad y misericordia son un binomio inseparable
En la fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro Apóstol, el Papa Francisco presidió ayer, la concelebración de la Santa Misa en la Basílica de San Pedro para celebrar el Jubileo de la Misericordia como comunidad de servicio de la Curia Romana, del Gobernatorato y de las Instituciones relacionadas con la Santa Sede.

En su homilía el Papa Bergoglio destacó que tras atravesar la Puerta Santa y llegar hasta la tumba del Apóstol Pedro, para realizar la profesión de fe, la Palabra de Dios ilumina de modo especial todos los gestos, en el momento en a cada uno el Señor Jesús repite la pregunta que se lee en el Evangelio de Mateo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. “Una pregunta clara, ante la cual no es posible escapar o permanecer neutrales, ni postergar la respuesta o delegarla a otro. Pero en ella no hay nada de inquisitorio, es más, ¡Está llena de amor!
El amor de nuestro único Maestro, que hoy nos llama a renovare la fe en Él, reconociéndolo como Hijo de Dios y Señor de nuestra vida. Y el primero llamado a renovar su profesión de fe es el Sucesor de Pedro, que lleva consigo la responsabilidad de confirmar a los hermanos” (Cfr. Lc 22, 32). El Pontífice invitó a la asamblea a dejar que la gracia plasme nuevamente los corazones para creer, y abra las bocas para realizar la profesión de fe, y obtener así la salvación (Cfr. Rm 10,10), haciendo nuestras – dijo – las palabras de Pedro en su respuesta a aquella pregunta del Maestro: “Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).
“Que nuestro pensamiento y nuestra mirada estén fijos en Jesucristo, inicio y fin de toda acción de la Iglesia. Él es el fundamento y nadie puede poner uno diverso (1 Co 3, 11). Él es la roca sobre la que debemos construir. Lo recuerda con palabras expresivas San Agustín cuando escribe que la Iglesia, aun agitada y sacudida por las vicisitudes de la historia, ‘no se derrumba, porque está fundada en la piedra, de la que deriva el nombre de Pedro. No es la piedra la que toma su nombre de Pedro, sino que es Pedro quien lo toma de la piedra; así como el nombre de Cristo no deriva de cristiano, sino que el nombre cristiano deriva de Cristo. […] La piedra es Cristo, sobre cuyo fundamento también Pedro ha sido edificado’” (In Joh 124, 5: PL 35, 1972).
El Santo Padre afirmó asimismo en su homilía que de esta profesión de fe deriva para cada uno de nosotros el deber de corresponder a la llamada de Dios, a la vez que recordó que, ante todo a los pastores se les pide que tengan como modelo a Dios que cuida su rebaño, tal como lo describe el Profeta Ezequiel cuando afirma que Dios sale en busca de la oveja perdida, y cura a la herida o a la enferma. Un comportamiento – dijo el Papa – que es signo del amor que no conoce límites, porque su entrega es fiel, constante e incondicional, a fin de que su misericordia pueda alcanzar a los más débiles.
(Fuente – AFP)