Causa Javier Broggi – Condenaron a 14 años de prisión a Javier Broggi por corrupción de menores

Día clave para víctimas de abuso: condenaron a 14 años de prisión a Javier Broggi por corrupción de menores. La causa inició por una investigación de la revista Análisis.Click para Ampliar                                      El defensor Rubén Gallardo volvió a faltar. No estuvo en los alegatos y tampoco en el veredicto.
22/12/2016 -Justicia. El tribunal de Gualeguaychú castigó con 14 años de prisión a Javier Broggi por Corrupción de menores en la modalidad de promoción, agravada por haberse cometido mediante engaños, consumados en forma reiterada bajo la modalidad de delito continuado, en concurso real en dos hechos en calidad de autor. Los jueces Alicia Vivian, Alberto Seró y Mariano Martínez no hicieron lugar al pedido de Fiscalía y querella sobre la prisión preventiva, por considerar que la solicitud carecía de fundamento.
Por lo tanto, Broggi permanecerá con libertad restringida, debiendo fijar domicilio y presentarse cada 48 horas en la Fiscalía del lugar. Tampoco podrá salir de la provincia y el país, sin previa autorización del tribunal. Víctimas y familiares, integrantes de la ONG Con los Gurises No, celebraron el veredicto. Leonardo Mussi, una de las víctimas del ex director de Cultura de Urdinarrain, alentó a otros jóvenes vejados por pedófilos a que no se queden callados porque pueden “confiar en la justicia”.
(Natalia Buiattienviada especial a Gualeguaychú, para Análisis Digital) 
La Sala estuvo colmada de personas y emociones. Alrededor de las 10 de este jueves, víctimas de Javier Broggi, amigos y familiares de esos jóvenes, militantes en contra del Abuso Sexual Infantil, oyeron el veredicto condenatorio contra el ex titular de Cultura de la Municipalidad de Urdinarrain. Todos se unieron en un repudio generalizado cuando escucharon la pena. Se desahogaron con lágrimas y cantos, con abrazos del alma y palabras de aliento.
Broggi, desde un rincón de la sala atendió a cada detalle del veredicto. Estaba junto al abogado Ignacio Fernández, que ejerció la defensa desde el principio en conjunto con Rubén Gallardo -si bien Gallardo siempre hizo la punta y Fernández lo acompañó, en los alegatos tampoco estuvo por cuestiones personales-.
En el recinto no entraba un cuerpo más. Los presentes se esforzaron para oír las palabras de la presidenta del tribunal, que por momentos sonaron casi como un susurro. “Este tribunal resuelve en primer lugar, condenar al señor Sergio Javier Aníbal Broggi a la pena de 14 años de prisión y accesorias legales como autor penalmente responsable del delito de Corrupción de menores en la modalidad de promoción agravada por haberse cometido mediante engaños, en concurso real de dos hechos. Segundo no hacer lugar al pedido de prisión preventiva y por lo tanto quedará en libertad hasta que la sentencia se vuelva ejecutable.
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                                                                                                         El tribunal que juzgó a Broggi.
Tercero, imponer a Broggi las siguientes medidas de coerción: fijar domicilio en un plazo de 5 días; presentarse cada 48 horas en la Fiscalía del lugar donde resida el encartado; no salir de la provincia de Entre Ríos y el país sin autorización de este tribunal”, especificó Alicia Vivian.
A lo largo del veredicto, los jueces entendieron que el alegato de la defensa “careció de fundamentos” y retomaron las consideraciones del fiscal Lisandro Beherán en casi todos los términos planteados. Entendieron que los hechos traídos a juicio configuran la Corrupción de menores agravada, y que Javier Broggi vulneró la humanidad de los jóvenes, “afectando el libre desarrollo de la sexualidad”. Subrayaron que eso sucedió en una relación “asimétrica” y que el ex titular de Cultura “aprovechó” su función pública para ejecutar los abusos.
“Las declaraciones y el plexo probatorio analizado, ha permitido al tribunal entender que se acreditaron todas y cada una de las presunciones fácticas que componen el planteo de Fiscalía. Por ende, los hechos existieron de la manera y en las condiciones de tiempo, modo y lugar”, se leyó en el veredicto. Además se marcó que “los hechos fueron suficientes para afectar el libre desarrollo psíquico y sexual esperado, constituyendo la habitualidad por reiteración de las conductas sexuales de Broggi en perjuicio de sus víctimas, el elemento diferenciador de la potencialidad”.
Para circunscribir, el tribunal no sólo tuvo en cuenta la reiteración de los abusos sexuales sino además “que las conductas propiciadas por el encartado fueron más allá del mero abuso sexual”, se expresó. Luego se recaló que en “las imágenes que se observan en el legajo y las conductas descriptas en sesiones de fotos”, constituyen “exhibicionismo, lo que referencia a la perversión”. Toda la conducta de Broggi fue entendida por el tribunal “como un solo hecho” caracterizado por una “manifiesta perversidad, tal como testigos y profesionales de la salud lo señalaron”.
El tribunal también indicó que existió el agravante de “engaño”, a través de “simulaciones y propuestas” que no fueron tales porque constituyeran “un medio para concretar el ataque sexual, sino que constituyeron un elemento dentro de un plan de acción perpetrado por Broggi”.
“Que se animen a hablar”
Tras el veredicto, Leonardo Mussi expresó en diálogo con Análisis que “la gente de Urdinarrain podrá estar contenta, porque a raíz de este caso los niños están más seguros”. Asimismo, invitó a otras víctimas a “que se animen a hablar”. “Llegamos a esta instancia, a este paso que es muy importante que se dio en el avance de la Justicia. Hoy, Urdinarrain es un lugar más seguro para los niños”, asentó.
“Estoy muy emocionado e iré dándome cuenta con el pasar de las horas. Todo esto es increíble y creo que fue ejemplar y me hizo confiar en la Justicia”, celebró. De igual modo, marcó que Broggi “tiene que estar preso para que no siga abusando de menores”.
“Creo que la gente puede luchar y llegar a buen puerto. Recomiendo el proceso, porque es útil y sanador para la sociedad”, completó.
El caso
El caso de Javier Broggi tomó estado público tras una investigación de la revista ANÁLISIS, que lo dio a conocer en 2013. El periodista Daniel Enz contó una historia escalofriante de perversión y abusos. En las siguientes líneas, se reedita parte de la publicación de aquel momento.
“La escena estaba siempre preparada. Era un detalle que no podía quedar al azar. La cama tendida; la habitación reluciente. La computadora por lo general ‘en suspenso’ para no perder esos segundos iniciales del encuentro; la música acorde al alcance de un click. Esa madre loba que apenas si saludaba, como dándole la bienvenida a esa nueva víctima y a los pocos segundos sabía que tenía que desaparecer del cuadro. En medio de ese silencio, el clásico ruido del cerrojo de la puerta, al partir, era lo más parecido al de una celda. Esa mujer cómplice sabía que no tenía que aparecer hasta pasado un tiempo prudencial; casi coordinado y cronometrado. Y tenía que retornar con su mejor sonrisa y siempre acompañada de torta y jugo de naranjas, para saciar a ese niño abusado y lograr que rápidamente le desaparecieran las lágrimas que iban inundando su rostro. ‘No llores más ni digas nada, porque tus padres no te van a creer. Salgo de acá, compro un vino para la cena y cuando vos llegues a tu casa ya estaré sentado con ellos, disfrutando de la comida’, les repetía a cada uno de sus bocados.
Esa cabeza perversa del victimario funcionaba prácticamente las 24 horas. Era el hombre resolutivo del gabinete municipal, el que todo lo solucionaba, el que más ideas aportaba, pero también estaba atento a cada movimiento a su alrededor. Su objetivo era hacerse amigo de parejas con niños pequeños y apostar a ellos. Cuando ese niño tenía 3 o 4 años, ya era como el ‘tío preferido’.
Click para Ampliar                               Integrantes de la ONG Con los Gurises No y ciudadanos de Urdinarrain acompañaron en el veredicto.
Necesitaba ese margen de confianza para sacarlo por algunas horas del seno familiar, llenarlo de regalos o golosinas y empezar con su plan maquiavélico, en esa habitación de la casa familiar de calle 25 de Mayo, que también hacía de oficina. De hecho, no tenía un lugar asignado en la comuna. ‘Yo trabajo en mi casa’, repetía, argumentando cierta fobia social nunca comprobada, con la cual tuvo varios cómplices regionales de la práctica médica, que no dudaban en firmarle ese certificado para dejar constancia.
La habitación del abusador Javier Broggi estaba casi siempre cerrada. Usualmente, las persianas permanecían totalmente bajas, lo que generaba un lugar fresco y oscuro de día. Tenía una cama de una plaza, prolijamente arreglada, con el escritorio al lado. Había cortinas grandes y una iluminación tenue, con un par de dicroicas. Sus víctimas se sorprendían con la amplia colección de revistas, bien acomodadas en cuatro o cinco estantes de madera y un sistema de audio variado, con amplificadores, una bandeja para discos compactos y un ecualizador gráfico. Allí había varios cassettes grabados y vírgenes, como así también los primeros discos compactos que se conocieron en el pueblo, con artistas de renombre internacional. También sobresalía una colección de lápices de colores, en una caja marrón, de una marca importante, que Broggi había traído de Europa, en uno de sus viajes, que estaban al alcance de la mano para enseñar dibujo a los pequeños. En el suelo de la habitación siempre estaban dispersos almohadones grandes, sobre una alfombra, donde también ubicaba a sus víctimas.
En el living de la casa, donde también cometía los abusos, especialmente en tiempos de mucho frío, había un televisor gris de buenas dimensiones, una videograbadora y una salamandra chica, que servía para acondicionar el ambiente.
‘Él te generaba confianza. Cuando iba a nuestra vivienda, lo primero que hacía al llegar era sentarme en la falda. Yo tenía no más de 5 o 6 años. Y eso lo venía haciendo tiempo antes; era una muestra de afecto de su parte y mis padres nunca dijeron nada, porque no había nada que reprochar. Era el tío bueno y afectivo’, recuerda una de las víctimas, a la que incluso, siendo un poco más grande (entre 10 o 12 años), Broggi pedía a las maestras de la escuela que se lo enviaran durante las clases, porque tenían que ensayar en su casa las representaciones para tal o cual fiesta escolar.
‘Cuando me empezó a llevar a su habitación, las cosas comenzaron a cambiar. Me sentaba en su falda, como siempre, delante de la computadora, que era la más moderna del pueblo. Uno se fascinaba mirando los juegos de la PC y él empezaba tocarme. Lo hacía progresivamente. No había palabras. Sus manos subían y bajaban por todo el cuerpo, hasta que llegaban al cierre del pantalón, para llegar a mi pene de niño y empezar a masturbarme. No sabíamos qué estaba sucediendo; ni qué era lo que nos estaba haciendo. Era como un juego, del que por muchos años no me di cuenta de qué se trataba’, acota”.
*El informe periodístico completo puede leerse en el siguiente vínculo: http://www.revistaanalisis.com.ar/index.php?di=1&ed=998
(Fotos: ANÁLISIS DIGITAL)