Cambio de nombre en un Centro de Estudios con cuna en Paraná

(*Daniel Tirso Fiorotto)  -Reconocimiento a una voz antigua y actual del continente – El día que la Junta Americana por los Pueblos Libres cumplió 7 años de vida, sus miembros decidieron por unanimidad llamarle Junta Abya yala por los Pueblos Libres –JAPL-. Aquí, las razones.

El Centro de información y comunicación indígena kuna –CiCi-, publicado en la región Kuna Yala o Gunayala, Panamá, se ha convertido en un foco de difusión principal de los temas de los pueblos antiguos del continente.
No pocas regiones de Abya yala (América) se conectan a través de la obra del CiCi, cuyo editor responsable es Dad Neba, que nos mantiene al tanto de proyectos, reuniones, resoluciones, conflictos, reclamos, sugerencias, en fin.
Se trata de uno de los pocos casos en que la tecnología sirve a los pueblos, por sobre las fronteras, acortando distancias.
Lo señalamos como un ejemplo de los canales de comunicación que podemos cultivar entre las naciones hermanadas por una historia milenaria común, por expectativas comunes.
Desde los imperios guerreros como los Estados Unidos de Norteamérica y sus aliados europeos de la OTAN toman las redes sociales, internet, como herramientas de su CYBERCOM, es decir, una de las fuerzas bélicas más poderosas junto a las de tierra, aire y agua, para controlar y esclavizar el mundo.
Al contrario, Dad Neba y los demás colaboradores de CiCi nos ilustran con noticias de buena fuente, nos abren los ojos, nos llaman la atención sobre asuntos que ignorábamos, nos convocan a la paz, la hermandad, el conocimiento.

Sin fronteras 

El imperialismo pretende borrar las fronteras para avanzar en su invasión. Lo hace con su propaganda a diario, para estandarizar nuestros gustos y vendernos sus porquerías. O para desviar las interpretaciones.
El mensaje que nos llega desde Gunayala no se molesta en borrar fronteras que, en lo cultural y en el corazón, no existen. Se trata de una expresión de pueblos bien arraigados, con una idiosincrasia que tenemos que conocer y estudiar mejor porque allí se han preservado conocimientos tradicionales, modos de relación de la mujer y el hombre en la naturaleza, que además dan respuestas a hondos interrogantes de la modernidad.
Una vez que uno conoce, se empapa en estas culturas, ya forma parte de ellas. Hay una sensación de recuperación, de retorno a las fuentes.
Esta conciencia nos ayuda a volver la mirada a nuestro suelo, a quienes por distintas razones hemos quedado encadenados al europeísmo, y eso sin menosprecio de ninguna influencia, claro está. No estamos hablando de un poder que llegue a punta de pistola a apropiarse de riquezas, a imponer un dios, a exigir un sistema, no, nada de eso. Somos nosotros los que vamos a donde no nos llaman, porque necesitamos de ese resplandor.
Dice, por caso, una noticia que recibimos hace una semana desde el centro de información y comunicación indígena kuna –CiCi: “Los Gunas de Gunayala eligen dos nuevos Sailadummagan en la comunidad de Digir”.
Se refiere a la entrega de mando con un régimen propio de los gunas o kunas.
Otra se titula: “Indígenas Gunas de Dagargunyala eligen a nuevo Cacique”.
Tanto los temas como la construcción de la noticia llaman la atención, todo se explica, todo es puesto en un contexto histórico, geográfico, cultural.
¿Pero por qué hacemos referencia a estos pueblos y sus noticias, que son las nuestras?
Porque las informaciones revelan, por si teníamos dudas, la vitalidad de los valientes gunas que hace pocos lustros comentaron a sus hermanos del sur que el nombre de nuestro continente es Abya yala, tierra en plena madurez, tierra de sangre vital.
A eso se añade que los pueblos kichuas y aymaras, y luego muchos otros, adoptaron el nombre y ya no dicen América sino Abya yala.

En la encrucijada

Si veníamos cuestionándonos un nombre impuesto por el invasor hace 500 años (aunque “América” se haya resignificado y haya cortado el ombligo con su origen en un navegante, presuntamente espía, Vespucio), la determinación de los hermanos del continente nos puso en una encrucijada.
¿Por qué seguir con América, cuando miles y miles usan y nos señalan una voz genuina del continente, que se pierde en el fondo de los tiempos, sin dueño, sin personalismos; una voz honda no impuesta por nadie, no venida con la violencia de la espada y el saqueo sino con la dulzura de un diálogo fraterno; una voz además tan expresiva de nuestra idiosincrasia?
El viernes 23 de mayo de 2014 la Junta Americana por los Pueblos Libres cumplió 7 años. Había nacido el día en que se conmemoraban 15 años de la muerte de Atahualpa Yupanqui, cuya obra inspira en gran medida al centro de estudios.
Entre los fundadores, Miguel Ángel Martínez, el Zurdo, que ya no está entre nosotros aunque sí su música, su modo de comprender integralmente el mundo, de ver el paisaje.
Ese día, en una rueda de mate, la asamblea de la Junta Americana por los Pueblos Libres decidió cambiar el nombre por Junta Abya yala por los Pueblos Libres –JAPL-.
Antes había consultado a pobladores gunas de Panamá por el gentilicio de Abya yala, y la respuesta fue que se llaman habitantes o pueblos de Abya yala, sin más.
La pregunta que decidió a los integrantes del centro de estudios fue la siguiente: ¿Por qué llamarlo Junta Americana si en todas las manifestaciones llamaban Abya yala a nuestro continente?
Hace un par de años ya se había debatido el asunto y se decidió continuar con estudios para no pecar de apresuramiento. Lo cierto es que, al interior, la decisión iba prendiendo en todos.
Pero veamos otros interrogantes que tuvieron en cuenta: ¿qué término manifiesta mejor a nuestro continente con su historia de más de 20.000 años, América o Abya yala? ¿Cómo resistir a la invasión occidental y capitalista y tomar conciencia de la fundación de la modernidad sobre el genocidio y el extractivismo del Abya yala, si no somos capaces de rechazar, al menos, un símbolo tan fuerte como el nombre impuesto por el invasor a sangre y fuego?
¿No se acerca Abya yala a la verdad? ¿No es el nombre América fruto de una violación?

Uso extendido

No es poca cosa que un dirigente de los más interesantes en estos momentos, Evo Morales, presidente de Bolivia, presentara una obra titulada “Abya yala, una visión indígena”, y dijera que el libro toma los sueños aún por realizar en muchas partes “de este nuestro continente, nuestro Abya Yala, que somos todos”.
En un mensaje al presidente de Ecuador, la premio nobel de la paz Rigoberta Menchú Tum manifestó: “su gobierno y las fuerzas democráticas del Ecuador superarán con energía y determinación este momento y continuarán ampliando la ruta para la liberación de los pueblos de Abya Yala”.
El premio nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel, en una carta al presidente de Costa Rica aclaró: “tome mis palabras como un aporte solidario de un hermano que desea lo mejor para el pueblo de Costa Rica y cada Pueblo del continente latinoamericano o como preferimos muchos llamar Abya yala, el ‘Continente de la tierra fecunda’”.
Gonzalo Abella, un estudioso oriental (actual candidato a presidente de la ROU), sugirió en su momento que usáramos Abya yala también, e incluso propuso que para distinguir el sur podría decirse “Abya yala, ñande tekoha (nuestro hogar, donde desplegamos nuestro modo de ser, el vivir bien, en guaraní)”.
Historiadores nuestros como Juan Antonio Vilar, Juan José Rossi, llaman Abya yala a América. Mario Alarcón Muñiz dice “ñande gente”, cuando empieza su programa La Calandria, un clásico. Rossi llama waj mapu a su agrupación ecologista.
Palabras como ayllu, Abya yala, sumak kawsay, tekohá, son voces antiguas de este suelo como Paraná, Uruguay, Gualeguay.
Ejemplos, en fin, de la tendencia a recuperar antiguas y siempre vivas fibras, conocimientos, en las voces de este suelo.

Takir Mamani

Lo cierto es que el nombre Abya yala no fue exigido por nadie. Lo comentaron los saylas kunas al aymara Constantino Lima (Takir Mamani). Le dijeron que era el nombre del continente, que significaba tierra de vida, madre tierra, luego traducido como tierra en plena madurez, tierra de sangre vital.
Constantino difundió un nombre que no es de su comunidad sino de una hermana a miles de kilómetros de Bolivia, y eso es un acto de generosidad, propio de culturas complementarias.
Si en el litoral del Paraná y el Uruguay decimos también Abya yala, estamos siguiendo esa línea.
Los miembros de la JAPL entendieron que la cosa se impone por derecho propio, como una música que nos llegara desde el fondo de los tiempos, sin patentes, sin derechos de propiedad.
De ahí que resolvieron denominar Junta Abya yala por los Pueblos Libres a su centro de estudios.
Quien esto escribe, integrante de la JAPL, entiende que esta modificación es resultado también de siete años de intercambios, estudios, proyectos, encuentros, de una maduración que ha permitido el redescubrimiento de culturas y modos antiguos y cada vez más vigentes, en los que nos reconocemos.
La JAPL es una institución sin fines de lucro que promueve el estudio de las culturas y la naturaleza en el continente, y la unidad de los pueblos, en la que participan estudiantes, docentes, ecologistas, cooperativistas, dirigentes sociales, artistas, investigadores y periodistas de distintas ciudades de la región.
En sintonía con el nombre, hemos redactado estudios sobre la veneración de la semilla, la abolición de fronteras impuestas por la oligarquía, la recuperación de los territorios asaltados por el colonialismo como Malvinas, las bases de la necesaria independencia de nuestros pueblos frente a los nuevos modos de colonización y colonialidad.
Hemos reivindicado la revolución federal liderada por José Artigas, el florecimiento del federalismo y el nacimiento de Entre Ríos en la batalla del Espinillo; y hemos dado el premio Conciencia Abya yala a expresiones genuinas de nuestras tradiciones y luchas, como los jóvenes de El agua manda, los pescadores, Dominga Ayala y el profesor haitiano Henry Boisrolin.
Todo eso se expresa mejor con una voz muy nuestra: Abya Yala.

Junta Americ. por los Pueblos Libres en uno de sus actos...
Junta Americ. por los Pueblos Libres en uno de sus actos…
El Supremo Entrerriano, nuestro caudillo...
El Supremo Entrerriano, nuestro caudillo…