Aquel emotivo Cedro azul – El árbol que ya no está…

El árbol que ya no está

-Todos los días salgo, cámara en mano, a recorrer mi Pueblo para capturar las imágenes que nos ofrece, desde su naturaleza hasta sus construcciones y su gente.

El árbol que ya no está
El árbol que ya no está

Quizá lo que más me impactan son las especies vegetales, el arbolado, porque se que cada uno tiene su historia, desde quien los plantó, hasta quien los cuidó. El «palo borracho» del Parque de La Estación que fue plantado por las manos de un copoblano que vio crecer el pueblo: Don Arturo Romani.

Las palmeras de la «25», frente a mi casa paterna a las cuales vi crecer y fueron testigos de mi infancia y adolescencia. El Cedro azúl de la Plaza San Martín (único en su especie en ese lugar) plantado por alumnos del Colegio «Virué» de la mano de una profesora en memoria de una docente excelente defensora del ambiente, profesora de Biología -la Sra. Mara Carnevalle de González.

En su homenaje este pino tenía una Placa amarrada al tronco con una frase elaborada por los jóvenes recordando a la profesora. Para mi sorpresa y la de algunos que estaban acostumbrados a su presencia: el Árbol fue talado!!!!!. ¿A quién molestaba? Me pregunto con profunda indignación, un hermoso ejemplar del mundo vegetal que tarda años en llegar a la adultez.
11294386_817434001703990_206919342_oEra parte del paisaje, era nuestro, tenía un valor altamente significativo. Nadie tiene derecho de destruir lo que otros plantaron, planificaron y pensaron sería el mejor recuerdo para Mara y para todos los que la conocimos.   (*Atilio Sergio Taffarel)

Vacío…

La tierra esperaba albergarlo en la esquina iluminada de la Plaza,
por donde tantas tardes caminaba la defensora del ambiente, amante de los árboles.
Se fue tempranamente en un suspiro, más su prédica de amor no murió nunca.
Quedó su alma prendida en el recuerdo y en ese cedro azul que jóvenes manos plantaron. En la corteza niña fue amarrada la leyenda que recordaba su paso en esta vida y la tupida fronda de perenne verde fue escondiendo las letras que rezaban su nombre.
La profesora ágil, amable y amorosa había mutado su cuerpo grácil en conífera viva, en estatua vegetal, en pinocha que abona y enriquece el suelo.
Así como la muerte arrebató su vida las manos inconscientes arrancaron el Cedro dejaron el vacío que ocupaba la savia, enlutaron la esquina iluminada de mi Plaza…

*Celia N. Taffarel
(A la memoria de mi querida profesora, una de las responsables de mi amor por la naturaleza) A. S.T.

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