ACNUR – nuevas directrices de protección, ante la huida de venezolanos por América Latina

*ACNUR: Agencia de la ONU para refugiados.
 
13/3/2018 –  Este es un resumen de lo expresado por la portavoz del ACNUR, Aikaterini Kitidi -a quien se le puede atribuir el texto citado-, en la conferencia de prensa de hoy en el Palacio de las Naciones en Ginebra.
*Venezolanos esperando a la entrada de la Oficina de la Policía Federal en la ciudad fronteriza de Pacaraima, Brasil. La oficina se encarga de la recepción de venezolanos en busca de asilo o permisos especiales para quedarse en el país. © ACNUR/Reynesson Damasceno
GINEBRA, Suiza, 13 de marzo de 2018 (ACNUR) – Ante de la continua salida de venezolanos hacia países vecinos y otros países de la región y el mundo, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha publicado nuevas guías para que los gobiernos aborden la situación de las personas en necesidad de protección internacional y asistencia humanitaria.
Como resultado del complejo contexto político y socioeconómico en Venezuela, un país que tradicionalmente ha acogido a miles de refugiados, el número de personas forzadas a abandonar sus hogares continúa aumentando. El movimiento de estas personas tiene su base en una variedad de razones, que incluyen la inseguridad y la violencia, la falta de alimentos, medicamentos o el acceso a servicios sociales esenciales, así como la pérdida de ingresos. Si bien no todos los venezolanos son refugiados, cada vez resulta más claro que un número significativo necesita protección internacional.
Se ha producido un aumento de 2.000% en el número de nacionales venezolanos que han solicitado el reconocimiento de condición de refugiado en todo el mundo desde 2014, principalmente en los países de las Américas desde el año pasado. Aunque más de 94,000 venezolanos pudieron acceder a los procedimientos de determinación de la condición de refugiado en 2017, muchos más con necesidad de protección optan por otras alternativas de residencia legal, que pueden ser más rápidas de obtener y otorgan el derecho al trabajo, acceso a la salud y la educación.
Sin embargo, cientos de miles de venezolanos permanecen sin documentación o permiso para residir legalmente en países de acogida. Esto los hace particularmente vulnerables a la explotación, la trata de personas, la violencia, el abuso sexual, la discriminación y la xenofobia.
En este contexto, la nota de orientación del ACNUR alienta a los Estados a garantizar que los venezolanos tengan acceso a los territorios y a los procedimientos de determinación de la condición de refugiado. Además, ACNUR da la bienvenida y pide a los gobiernos que adopten respuestas pragmáticas de protección para el pueblo venezolano, como las alternativas de estadía legal, que incluyen visas o permisos de residencia temporal, así como otros programas de regularización que garanticen el acceso a los derechos básicos de salud, educación, unidad familiar, libertad de movimiento, albergue y el derecho al trabajo.
ACNUR aplaude a los países de América Latina que han introducido tales opciones, y espera que los costos y requisitos se flexibilicen cuando sea necesario para garantizar el acceso a los mencionados derechos. En vista de la situación en Venezuela, es crucial que las personas no sean deportadas o forzados a retornar.
América Latina cuenta con algunos de los marcos normativos y prácticas más progresistas del mundo en materia de protección internacional, como la Declaración de Cartagena de 1984, que se basa en la Convención de Refugiados de las Naciones Unidas de 1951 y que incorpora una definición más amplia de refugiado. ACNUR considera que las circunstancias generales que conducen a la salida de ciudadanos venezolanos podrían estar contempladas en el espíritu de la Declaración de Cartagena.
Si bien los gobiernos de la región han sido generosos en su respuesta, las comunidades de acogida que reciben venezolanos se encuentran bajo creciente presión y necesitan apoyo de forma urgente y contundente, para promover la coexistencia pacífica y prevenir manifestaciones de discriminación y xenofobia.
ACNUR está trabajando con los gobiernos para abordar la protección y necesidades básicas de las personas que salen de Venezuela. En consecuencia, ACNUR ha desarrollado un plan de respuesta regional que abarca 8 países y la subregión del Caribe. En particular, ACNUR busca fortalecer los sistemas de asilo nacionales y otros procesos de protección internacional, e intensificar sus actividades para fomentar una respuesta integral, predecible y armonizada a la difícil situación que enfrentan las personas venezolanas.
ACNUR trabajará para alcanzar estos objetivos, en particular el acceso a la protección, en cooperación con todos los niveles de gobierno y otros actores relevantes interesados, incluidas otras agencias de las Naciones Unidas, especialmente la OIM, organizaciones internacionales, la sociedad civil y el sector privado, así como para facilitar la participación de las personas venezolanas y sus comunidades de acogida. Los requerimientos financieros iniciales de ACNUR para la implementación de la respuesta regional para la situación de Venezuela ascienden a USD 46 millones.
Familia siria trasladada al continente tras un calvario en Samos.
9/3/2018 – ACNUR ha prestado apoyo para el traslado de personas vulnerables desde los centros superpoblados en la isla de Samos hacia Grecia continental.

*Mohamad Alhajer junto a su familia en el muelle del puerto del Pireo, Grecia. La familia fue trasladada desde la isla de Samos al territorio continental gracias a un programa apoyado por ACNUR. © ACNUR/ Markel Redondo
A BORDO DEL SS NISSOS CHIOS, Grecia, 9 de marzo de 2018 (ACNUR) – Mohamad Alhajer estaba desesperado por abandonar la isla griega de Samos. Le preocupaban la salud y seguridad de su joven familia después de vivir duras semanas invernales en una tienda de campaña improvisada en un centro de acogida para refugiados y migrantes ubicado en una colina sobre la ciudad costera de Vathi.
Así que el solicitante de asilo sirio de 36 años, con discapacidad y padre de dos niñas, estaba encantado cuando le dijeron que él y su familia vulnerable iban a ser trasladados esa misma noche al Pireo, en el territorio continental, gracias a una plaza en un programa de alojamiento gestionado por ACNUR, la Agencia para los Refugiados de la ONU, y financiado por la Unión Europea (UE).
En una conversación en la cubierta del ferry SS Nissos Chios tras la primera noche a bordo con su esposa, Hana de 30 años, y sus hijas María de 4 y Khadija de 2 años, Mohamad comentó: “Es la primera vez que hemos dormido bien, no perturbados por el ruido. Aquí no hay ratas”.
Ellos formaban parte de un grupo compuesto por 13 personas vulnerables, junto a siete miembros de una familia iraquí, que fueron trasladados esa noche al territorio continental. Las personas llegadas de Turquía han continuado ejerciendo presión sobre los Centros de Recepción e Identificación en las islas, especialmente Vathi, en Samos, y Moria, en Lesbos.
ACNUR ha estado apoyando al gobierno en las transferencias intensificadas de personas de las islas al continente. Más de 10.000 personas han sido trasladadas desde octubre, 2.200 de ellas de Samos, y cerca de 20.000 desde el comienzo de 2017. Esto ha contribuido a atenuar el hacinamiento y mejorar las condiciones en las islas.
A pesar de que los números en el centro Vathi han disminuido desde el nivel máximo de más de 2.000 personas en septiembre a 1.450 en la actualidad – el doble de su capacidad, de 700 personas – la situación sigue siendo grave. Algunas personas pasan el tiempo en la ciudad para poder olvidar su situación durante unas horas.
Mohamad y otros solicitantes de asilo, así como el personal de ACNUR, destacan las principales preocupaciones, que incluyen ratas, falta de agua potable y suministro eléctrico, altercados, el riesgo de violencia sexual y de género, la necesidad de ampliar la plantilla médica y de seguridad, un número insuficiente de duchas y letrinas separadas por sexo y mejor protección contra la lluvia y el frío.
“No me importa adónde vayamos, con tal de que no sea en el campamento”.
“No es lo que me esperaba, yo contaba con mejores condiciones”, dijo Mohamad, añadiendo que, a pesar del calvario en Vathi, se sentía agradecido por la posibilidad de solicitar asilo. “No me importa adónde vayamos, con tal de que no sea en el campamento”.
Después de la declaración conjunta de la UE y Turquía en marzo de 2016 sobre el flujo de llegadas irregulares y el cierre ese mismo mes por parte de los países de la región de la ruta de los Balcanes, que parte del norte de Grecia, el número de llegadas a las islas griegas se redujo drásticamente comparado con la situación de emergencia de 2015-2016.
Ahora, toda persona que llegue a la isla de Samos por mar tiene que pasar un tiempo en el centro Vathi, que ocupa una estrecha franja de tierra en la ladera de una colina empinada.
Las condiciones en Vathi y otros centros isleños comenzaron a deteriorarse a partir de agosto del año pasado, cuando el número de llegadas empezaba a aumentar y a superar la transferencia de personas al territorio continental.
Sobre esas fechas, el gobierno comenzó a asumir la dirección completa de la respuesta a la crisis de refugiados.
El número de llegadas – casi 30.000 en 2017 frente a 173.000 en 2016 – ha tensado la capacidad del gobierno para responder y ha causado gran preocupación. Las personas generalmente pasan más tiempo en las islas después de haber presentado su solicitud de asilo.
Mohamad y su familia llegaron al centro de acogida en diciembre tras haber caminado gran parte del trayecto hasta llegar a la provincia Idlib, en el noroeste de Siria, para luego cruzar de Turquía a Samos en barco. Ya había sido herido debido a la guerra, habiendo perdido tres dedos de la mano derecha y sufrido graves daños al antebrazo por un ataque aéreo.
Él buscó asesoramiento por sus heridas en Vathi. “Me dijeron que necesito someterme a una cirugía con urgencia, pero nada ha sucedido” dijo, haciéndose eco de otras quejas sobre la falta de equipos médicos. “Ni siquiera me dan la medicación que recibía en Siria”.
“Va a ser un nuevo comienzo”.
Su hija María también necesita ayuda. Quedó traumatizada cuando su tío paterno perdió la vida delante de ella en una incursión aérea. También murieron tres de sus tíos maternos en el conflicto.
Muchos de los que llegan a las islas, sobre todo desde Siria, Irak y Afganistán, son familias jóvenes, así como personas con necesidades específicas, como Mohamad y María.
ACNUR y otras organizaciones reconocen las dificultades con que se enfrenta el gobierno y el progreso que se ha logrado, pero han instado a las autoridades a que sigan implementado medidas para abordar los problemas en las islas. Esto incluye el despliegue acelerado de funcionarios de sanidad a los centros y continuar con la transferencia al territorio continental.
Mohamad, Hana, María y Khadija se enfrentan al reto de vivir en una ciudad nueva y vibrante. Al atracar el Nissos Chios en El Pireo fueron llevados a un edificio transitorio en Atenas, antes de que puedan mudarse a un apartamento mientras esperan el procesamiento de su solicitud de asilo.
ACNUR tiene espacio para más de 22.000 personas en el programa de alojamiento, que ofrece asistencia económica, cobijo y protección”.
“Sigo un poco preocupado por Atenas”, comentó Mohamad. “Va a ser un nuevo comienzo. Me preocupo de manera general por el futuro, ya que todo es incierto”. Aunque se comunique a diario con miembros de su familia que continúan en Siria, no desea regresar.
Él se está centrando en una vida en Grecia. Además de recibir tratamiento para su brazo y mano, “quiero aprender el idioma, garantizar la educación para mis hijas y encontrar empleo”, dijo Mohamad. Le estoy muy agradecido al pueblo griego”.
Por Leo Dobbs.
Gracias al Voluntario en Línea Wesley Cox por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto. 


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 la Guerra siria, un niño de siete (7) años encuentra un nuevo camino en el exilio
09 de marzo 2018 – Mohammad, que nació en el inicio del conflicto de Siria hace siete años, perdió su casa y mucho más en la guerra antes de que una escuela especializada le ofreciera una nueva esperanza.*El pequeño refugiado Mohammad asiste a la escuela en los alrededores de Beirut, en el Líbano. © ACNUR/ Diego Ibarra Sánchez.
BEIRUT, Líbano, 9 de marzo de 2018 (ACNUR) – Mohammad tenía apenas dos meses cuando se desató la guerra en Siria. Al principio, la vida no era muy distinta a la de antes en el tranquilo pueblo cerca de la zona arqueológica de Palmira, donde vivía su familia. Pero al poco tiempo, el conflicto afectó sus vidas de forma significativa, aunque no más que la de Mohammad.
Al no haber conocido otra cosa que conflicto en su hogar y durante el exilio en el Líbano, donde él y su familia viven ahora como refugiados, la historia de Mohammad es solo una de entre las millones que fueron afectadas por la guerra en Siria, que, tristemente, este mes cumple siete años.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, calcula que hoy en día hay más de un millón de niños refugiados sirios, como Mohammad, que nunca han visto su país en paz y que sus primeros recuerdos fueron delineados por la guerra y el exilio.
El padre de Mohammad, Hussein, de 41 años, pasó gran parte de los primeros años de la vida de su hijo viviendo en el vecino Líbano, trabajando ocasionalmente en la construcción para darle de comer a su familia, mientras dejaba a su esposa Aisha al cuidado del hogar. “En aquel entonces, nuestro pueblo estaba en paz y aún podíamos soñar una vida mejor para nuestros hijos”, dijo.
Cuando tenía un año y medio, a Mohammad le diagnosticaron discapacidad auditiva y comenzó a usar aparatos auditivos y visitar a un especialista en Damasco para realizar controles médicos cada tres meses. Poco tiempo después, al principio del 2013, el conflicto, que hasta ese entonces había devastado otras partes de Siria, comenzó a afectar sus vidas poco a poco.
“Los grupos armados iban y venían, ninguno de nosotros sabía quién peleaba contra quién”, relató Hussein. “Al principio, aún podíamos andar en la calle. Después, dejamos de movernos cuando oscurecía, y al poco tiempo fue imposible transitar a cualquier hora. Todos teníamos mucho miedo de dejar el pueblo por cualquier motivo”.
“La casa se derrumbó a nuestro alrededor. Salí con mi hijos y traté de escapar”.
Fue por estas restricciones de movimiento que Hussein quedó atrapado en el Líbano la noche de agosto del 2014, cuando la guerra finalmente tocó su puerta y cambió la vida del pequeño Mohammad para siempre. Cerca de las 2 am, Aisha, de 32 años, se despertó de un susto por el ruido ensordecedor del bombardeo.
“La casa se derrumbó a nuestro alrededor. Salí con mis hijos y traté de escapar”, recordó. “Mientras nos íbamos, vi a mis vecinos sacar a los muertos de sus casas”. Se trasladaron a las granjas cercanas para encontrar cobijo.
En el medio del pánico y la confusión, fue en el amanecer que Aisha vio sangre en su ropa y se dio cuenta de que era de Mohammad. La herida de metralla en su mano izquierda no parecía muy grave al principio, pero debido a que no pudieron encontrar un hospital durante dos días, la lesión del nervio obligó los médicos a realizar una amputación.
Después de eso, las cosas no mejoraron. Los grupos armados tomaron control del área alrededor del pueblo en 2015 e impidieron a las personas salir de la zona. Mohammad no podía ir al especialista en Damasco y sus problemas auditivos empeoraron rápidamente. Sin tener ninguna otra opción, al principio del 2016 Aisha les pagó a unos traficantes para que la sacaran a ella y a sus cuatro hijos del territorio controlado por los extremistas para poder reunirse con Hussein en el Líbano.
El viaje a través de Raqqa, Aleppo, Damasco y finalmente hasta Beirut llevó dos meses en total. En varios puntos, Aisha tuvo que implorar agua a desconocidos, montar burros y caminar por horas con sus cuatro pequeños. “Corrí muchos riesgos por ser una mujer sola, pero me mantuve fuerte”, dijo. “Saqué fuerzas de aquellos que me encontré en el camino, que habían superado cosas peores”.
Una vez reunido con su familia, la primera prioridad de Hussein fue encontrar ayuda de un especialista para la discapacidad auditiva de Mohammad. Un aviso lo llevó al Instituto para Sordos Padre Anderweg, una escuela especializada enclavada en las colinas frondosas que miran hacia Beirut.
“Mohammad es un alumno muy inteligente. Siempre quiere probar que es como cualquier persona”.
La escuela tiene 50 alumnos libaneses, así como 20 niños refugiados, quienes asisten sin cargo. Además de las clases en árabe e inglés, la escuela ofrece aparatos auditivos y acceso a fonoaudiólogos, psicólogos y trabajadores sociales.
Después de todo lo que Mohammad tuvo que pasar, gracias a la escuela se está desarrollando, finalmente. Cada mañana, antes del viaje de media hora hacia la escuela se alborota el cabello frente al espejo y lo primero que hace al llegar a su casa es la tarea. En clase siempre quiere responder cada pregunta, deseoso de ser el mejor.
“Mohammad es un alumno muy inteligente”, dijo una de sus maestras, Sabine. “Siempre quiere probar que es como cualquier persona, a pesar de no tener una mano, y que puede hacer todo”.
Hussein reflexiona sobre el hecho de que la guerra en Siria tiene la misma edad que su hijo, quien crece tan rápido. “Los últimos siete años nos han hecho retroceder un siglo. Nos hicieron envejecer”, dijo. “Pero no me preocupa el futuro de Mohammad. Estoy haciendo lo mejor que puedo para hacerlo feliz, y de alguna manera las cosas siempre le salen bien”.
Su madre Aisha resume la actitud que cree llegará a definir el futuro de Mohammad, a pesar de todo lo que le pasó en el pasado: “Su determinación siempre ha sido más grande que sus discapacidades”.
Por Rima Cherri y Charlie Dunmore en Beirut, el Líbano.
Gracias a la Voluntaria en Línea Manuela Huck por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.

*Portal Larroque*
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