
*Columna homenaje del larroqueño Daniel Tirso Fiorotto a un mes de la muerte de don Mario Alarcón Muñiz.

*Era criollo…
El entrerriano que explicaba su lugar en el mundo con una frase de Mahatma Gandhi hizo de su vida un puente para mostrar el talento de muchos.
Un disco, un libro, una pintura, un encuentro, todos hallábamos un escenario en los ámbitos que inventaba Mario Alarcón Muñiz para dar a conocer rasgos de su comunidad, su región, a través del diálogo. Ahí estaban el eximio intérprete al lado del aprendiz, mujeres y hombres, nadie al margen. Y que no le fueran con cuentos.
Entonces el más sencillo verso lucía todas sus galas en la voz de Mario. Por eso lo disputábamos, a la hora de leer un documento, un poema; y porque sabíamos que Mario le buscaría la vuelta para estar, para acompañar.
Por decenas de encuentros, trabajos en común, mateadas, libros, lecturas, charlas, grabaciones, conocemos algunas de las inquietudes centrales de este criollo de pañuelo al cuello bien dispuesto a la rueda de mate.
Rueda de mate, decimos, y por eso Mario no se puede definir como un individuo aislado. Es él y su paisaje, su comunidad, con unos versos del Martín Fierro siempre a flor de labios para completar un pensamiento, un homenaje, una advertencia.
De tripas corazón
Mario nació en Victoria el 6 de agosto de 1933 y murió en Paraná el 26 de octubre de 2019, con 86 años. Este martes 26 se cumple el primer mes de su adiós, y como un saludo a su paso por nuestro territorio nos permitimos recordar algunas de sus facetas públicas, sin agotar nada obviamente, en la certeza de que la Pachamama nos acuna a todos siempre, sin distinciones, sin preferencias, pero qué decir de un criollo que le devolvió tanto.
Le gustaba el periodismo y lo asumía con contracción al trabajo. Pocos podrían exponer un almanaque preciso para ejercer el oficio de contrapoder. Por eso los gobernantes en general lo tenían ahí nomás, cuando no lo censuraban. Y hay que decirlo: las periódicas censuras le provocaban sacudones en la economía del hogar y en sus proyectos, pero ante los compañeros él las sentía como gajes del oficio. Mario se calzaba las censuras como medallas. Un modo de hacer de tripas corazón.
Otro rasgo de su periodismo: las preguntas breves, concisas, a punto.
Los temas históricos de la región, la literatura, el ambiente, la música, copaban su atención. Trabajador organizado, no se le escapaba una fecha simbólica, un cumpleaños, un momento memorable. Y lejos de esperar gacetillas oficiales para encontrar el tema del día, si consideraba que el tema era el raid en piraguas de un puñado de jóvenes de la organización El Agua Manda por los ríos de la zona, entonces todos los santos días iba a gestionar una comunicación con esos viajeros para conocer y difundir su travesía, sus experiencias, sus reclamos en favor del ambiente sano, la vida ribereña y la integración de los pueblos, y para ponerse a disposición.
Una vez comentó: “Rocamora creó un juzgado de montes, para cuidar los árboles, eso está en el libro de Segura”. De vuelta a casa buscamos en “Soldado y fundador de pueblos”, de Antonio Segura, una edición vieja que le habíamos comprado a Altman. En efecto, encontramos en la página 105: “por ser de los requisitos más esenciales para la subsistencia de los pueblos la conservación de sus montes, destruidos en las costas por el desorden de los faeneros extraños que talaron sin discreción, debía prohibírseles absolutamente el corte de leña y de madera entre los ríos, que quedarían a beneficio de sus vecindarios, pero limitando los cortes al número de hachas y parajes que se les señalaran. A este fin debía comisionarse en cada partido un juez o comisionado de Montes, dependiente del Comandante Principal, para que celara y cuidara la observancia de este encargo”. Es decir: nosotros teníamos el libro de adorno, Mario se había devorado sus 550 páginas.
Ñe’é nandí
Se diferenciaba también por su apertura a las más notables manifestaciones del arte, y a las más pequeñas e ignoradas, con la misma dedicación. Eso no le caía bien a todos.
Cada cual tenía su lugarcito, y que lo digan tantos jóvenes artistas que pasaron por La Calandria y hoy siguen por allí, porque es todo un legado en la cultura del litoral, ahora bajo la conducción de Lautaro Alarcón, Lisandro Alarcón, Soledad Castañares.
En un esfuerzo por mantener cierta equidistancia imposible, cada vez que la Junta Abya yala por los Pueblos Libres –JAPL- publicaba una declaración o invitaba a algún encuentro, Mario convocaba a un miembro de ese centro de estudios a La Calandria, su famoso programa radial. Claro, él era protagonista y cofundador de ese centro de estudios, de modo que se las ingeniaba para cumplir con su compromiso de difusión.
Le era fácil la producción colectiva; a Mario no le costaba abrirse a las sugerencias del otro, arribar a una conclusión en grupo. Fue notable su disposición, por caso, en las grabaciones artesanales del programa La Orilla Cuenta que se emitía por Canal 11.
El libro Fibras del Abya yala, del gualeguaychuense Julio Majul, contiene las “cartas por la conciencia y la unidad de los pueblos”, es decir, una suma de documentos debatidos, corregidos y firmados por medio centenar de vecinos, la mayoría de ellos entrerrianos de distintas latitudes, y entre ellos Mario Alarcón como miembro de la JAPL. Y hay que decir que jamás dejó de participar en esos intercambios que a veces llevaban tres meses y requerían media docena de lecturas del mismo texto con nuevos ingredientes, para arribar a un punto común. La obra de Majul fue publicada dentro de la colección Ñe’e nandí, nombre a sugerencia de Mario, y que significa en guaraní clásico “palabra libre, palabra desatada”.
Semilla inviolable…
El periodista participó en 2009 de los debates para un meduloso documento independentista para recordar el Bicentenario de 2010. El texto llama en su primer punto a: “conquistar una alimentación sana para todos, combatir el hambre, la desnutrición, el analfabetismo. Reconocer que el hambre es un crimen y el consumismo una enfermedad genética del sistema impuesto”. Lo apuntamos para mostrar la plena vigencia.
En 2011 convocó con otras y otros a “discutir la frontera entre Uruguay y la Argentina sostenida en una arbitrariedad histórica”. La fundamentación es harto interesante. En 2012 repudió el golpe de Estado en el Paraguay y condenó el “modelo colonial hecho a la medida de Monsanto”. Ese año participó también de la elaboración de un documento grupal para declarar al maíz “semilla venerable e inviolable de Abya yala, alimento sustancial de la especie humana”. Y para “desconocer toda patente privada o propiedad intelectual sobre la semilla o la planta del maíz”.
Durante muchos años fue protagonista de los encuentros y cabalgatas para recordar la Batalla del Espinillo, que fundó el federalismo y provocó el nacimiento de la provincia de Entre Ríos. Con motivo de esa fecha, firmó documentos por la soberanía particular de los pueblos y apoyó los clásicos pasacalles con la consigna “federales, no siervos”. También debatió con otros sobre el nombre del continente, propugnó la aceptación del nombre Abya yala, sobre América y fue clave en la devolución del nombre Alameda de la Federación a la avenida Rivadavia de Paraná.
Alarcón Muñiz firmó declaraciones contra el racismo y la xenofobia, y contra la acumulación de tierras en manos de pocos, es decir: por la erradicación de los latifundios. Textos contra el predominio del capital financiero, y también para fogonear encuentros por una nueva independencia. En 2016, a 500 años del arribo de Juan Díaz de Solís a nuestras costas, otra declaración por la emancipación, contra los privilegios, y por una cultura que recupere el vivir bien y buen convivir.
También su paciencia…
Ese tipo de elaboraciones que repudiaban la uniformidad occidental eurocéntrica, el capitalismo, el saqueo de los bienes, la contaminación, como factores centrales de la decadencia regional, y valoraban los saberes antiguos y vigentes de este suelo, se sucedieron hasta pocas semanas antes de su fallecimiento, en octubre pasado. Es decir: a sus columnas de opinión en diarios y radios de la provincia sobre asuntos del día debemos sumar sus intervenciones en documentos colectivos que lo expresan bien, por sus aportes personales y por su paciencia para escuchar a los demás. Ese es el Mario Alarcón Muñiz que tratamos.
Durante décadas, este cultor de nuestras artes y nuestros oficios dio lustre a los artistas sea en el escenario como en los medios masivos porque tenía un don innato como maestro de ceremonias, con su voz nítida, su presencia jamás invasiva, para darle todo el lugar al otro; este cultor, decimos, fogoneaba el diálogo y matizaba con sabrosas anécdotas de su larga experiencia en Concordia, Gualeguay, Gualeguaychú, Paraná y tantos lugares donde vivió, o a los que visitaba en sus habituales giras por los escenarios o con sus trabajos en la prensa escrita, radial o televisiva. Uno sabía que estaba Mario porque, como recordó el periodista Antonio Tardelli en una columna escrita aquel aciago 26 de octubre, nuestro amigo cerraba su relación con una carcajada, de esas que el Gallina Juan Carlos Alsina consagró como una condición del panzaverde en “Facilón de adivinar”. “Del pueblo ameno y alegre que ríe espontáneamente con el vientre y para afuera…”, dice.
El Federalismo…
Las chicas y los muchachos que estudian comunicación, periodismo, podrían saber que hace un mes se nos murió un colega que le supo decir no al poder, supo escuchar a los “nadie” y trazar nuestros rasgos con frescura, con amor. Por eso y por mil razones más no podremos decir “caminante no hay camino”: sí que hay caminos, a nosotros nos queda conocerlos y claro, trazar los propios.
El espíritu que intentó aplicar en el Canal 9 estatal, que él dirigió, podría compararse con un logro como el Canal Encuentro. Una ola privatista arrasó con esos sueños. Su libro “Entrerrianías”, de los pocos que se agotaba, edición tras edición, muestra destellos de la vida entrerriana.
“Paraná del río a la querencia”, se titula otra obra de Mario Alarcón Muñiz publicada por Delta Editora. Allí sabemos de rancheríos primeros, pobrezas, instituciones posteriores; sabemos del protagonismo revolucionario de Paraná, de símbolos y batallas federales; sabemos de colegios, bibliotecas, religiosos, pensadores, artistas; de juegos, servicios, parques y de un sinnúmero de anécdotas que pintan nuestra ciudad. No faltan Linares, Quirós, Juanele, Anselmi; no falta Minga Ayala ni falta Pedro Alcántara Sánchez cuyo ranchito dio vida al hoy Puerto Sánchez, famoso por el chamamé de Jorge Méndez.
Mario dejó huellas en la defensa de los idiomas que hablamos actualmente en la región, el castellano, el portugués, el guaraní, etc.; el estudio de las lenguas de nuestros pueblos antiguos y vigentes. El federalismo fue una preocupación constante. De ahí su agrupación con referentes del artiguismo en toda la región, y sus cuestionamientos a gobernantes más o menos inclinados ante el poder metropolitano, y a los homenajes a pretendidos próceres que perjudicaron a las provincias.
Hay numerosos testimonios de la posición severa de Mario y los grupos que frecuentó, contra el despotismo porteño.
Nosotros al margen…
Hace algunos años grabamos una entrevista con Mario Alarcón Muñiz en su departamento de la calle Yrigoyen, para el diario UNO. Allí nos contó inquietudes por la ausencia de políticas nacionales y provinciales en torno de la tierra y la cultura, y nos refrescó una mirada a la vez internacionalista y nacionalista. Vamos a reproducir entonces unos fragmentos de aquella charla.
Esa mañana se explayó en su interesante hipótesis sobre el aislamiento de Entre Ríos. Admitió que bien entrado ya el siglo XXI la provincia no era lo que soñó Tomás de Rocamora. Lo señaló para recordar que entre los primeros gobernantes del virreinato y en particular de nuestra provincia, hubo criollos que venían con inquietudes por la población, más allá del rol que cumplieron en la conquista. “No es la región que soñó Rocamora. Nosotros tenemos una marginación histórica. Creo que esto se debe al criterio con el que vinieron los colonizadores a ocupar para enriquecerse. Lo que encontraron por riqueza fue Potosí, y había que sacarla por el puerto de Buenos Aires, era más factible que hacerlo por el Perú. Entonces se hizo el corredor Potosí – Buenos Aires y ahí se estructuró nuestro país. Nosotros quedamos al margen”, apuntó.
“El primero que se dio cuenta de esto fue el gobernador Bruno Mauricio de Zavala, anterior a los virreyes; tomó conciencia de la importancia que tenía la región no tanto por las riquezas sino para que no se vinieran los portugueses. A Vértiz, ya virrey, le pasó lo mismo, y mandó a Rocamora para calmar a pobladores dispersos que se peleaban entre sí, tratar de ordenarlos, fundar pueblos. Y al mismo tiempo esos pueblos iban a servir para contener el avance portugués. El que vino y vio la potencialidad del suelo fue Rocamora. Por eso aquella frase famosa del informe, ‘asegúrese que dentro de no muchos años será la de Entre Ríos, de que trato, la mejor provincia de esta América’. Pero claro, eso fue hace 230 años, han pasado muchas cosas. Llegó a ser la mejor provincia, cuando los medios de comunicación eran fluviales y había otra organización institucional”.
-Rocamora advertía que debían cumplirse requisitos…
-Claro, eso ni hablar. Fue un defensor del pobre vecino, del pequeño propietario, el que no tenía nada; primero hay que pensar en el pobre vecino, decía, y era un tipo de formación europea.
No hay programas
-Ellos no dejaban de ser conquistadores.
-Pero Rocamora había estado en tiempos de Carlos III en el proyecto de colonización de Sierra Morena, en España. Había que poblar, había que favorecer al campesino que les daba la riqueza. Ellos ya entendían, y en la actualidad no se entiende, a veces, que el trabajo del campesino redunda en beneficio de todos. En la actualidad, el chacarero no se va a Europa a pasear, compra en el almacén del pueblo, se nutre de las cosas del lugar.
–Y en el siglo XXI desembarcaron los pooles.
-Seguro, porque falta una política de tierras en la Argentina (lo que reclamaba Rocamora). No alcanza con limitar la propiedad extranjera, es una buena intención pero no alcanza si no va dentro de un programa, que comprenda el acceso a la tierra por parte del pequeño productor…
-¿En el plano cultual cómo ve el siglo XXI?
-Esto tiene relación directa con la cultura. La cultura no está divorciada del marco general político, institucional, económico. En tiempos de la dictadura se conocía por cultura actividades elitistas, restringidas, cerradas, con gente que no podía manifestarse porque no tenía espacios, no se podía filmar lo que uno quisiera. Los programas de los partidos son calcados, salvo el que tenía el Partido Comunista en su tiempo. No hubo ni hay política cultural… no hay programas, sea en el orden nacional o en el provincial. No se dan cuenta de que la cultura es lo que permanece, hay que prestarle atención; y que no se agota en organizar espectáculos…
Me niego a ser barrido…
“Nuestras raíces conforman una identidad que hace que seamos esto y no aquello, esto no es aislarse del mundo, todo lo contrario: es ingresar al mundo con nuestra fisonomía”, analizaba entonces Mario Alarcón Muñiz.
“No sé si alguien lo planificó pero está en ejecución desde hace años: la uniformidad de la cultura, uniformidad por razones de dominio, de un idioma y en todos los órdenes, y esto hace que tendamos a la pérdida de la identidad. Esto se trasunta en la conformación de una masa amorfa: todos iguales. La UNESCO se dio cuenta y hace veinte años más o menos aconsejó a todos los pueblos del mundo intensificar las políticas culturales que tiendan a fortalecer la identidad de cada pueblo. ¡Lo dice la UNESCO!”.
“Yo no digo encerrarnos ni ponernos en la vereda de enfrente. Mahatma Gandhi decía ‘no quiero mi casa amurallada por todos lados, ni mis ventanas cerradas. Yo quiero que las culturas de todo el mundo soplen sobre mi hogar tan libremente como sea posible, pero me niego a ser barrido por ninguna de ellas’”.
(*D. T. Fiorotto)


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