Advierten que la Cuenca del río Paraná está contaminada mientras las autoridades miran para el costado. El río que consumimos tiene cuatro tóxicos nocivos. La voz de dos especialistas.
27/01/2017 – Este miércoles se conoció un dato que aporta mayor peligrosidad a la vida de quienes viven a la costa del Río Paraná: nuestra cuenca está contaminada con endosulfan -prohibido en Argentina desde 2013-, cipermetrina y clorpirifos. Son tres insecticidas que se suman a lo que fue la confirmación, el año pasado, sobre la contaminación con glifosato. «La única respuesta al desastre ecológico que se está exponiendo es la inacción política», señaló en diálogo con Análisis Digital el periodista especialista en la materia, Patricio Eleisegui.
Por su parte, el integrante del Foro Ecologista de Paraná, Daniel Verzeñassi, afirmó: «El delito ambiental es un delito penal. No sólo comete el delito quien ha contaminado, también lo comete quien ha habilitado el uso de esos venenos». El uso de agrotóxicos para maximizar la renta privada a causa de la salud pública de toda la población, con el aval político de los últimos 20 años.
Por JCB de Análisis Digital
El modelo productivo es algo concreto. Uno puede disfrazar con relatos muchas cosas, pero hay un cúmulo de cuestiones que están a la vista de cualquier sujeto. Que los campos de nuestra provincia y país han mutado en estos últimos 20 años no es novedad. Las vacas y granos varios fueron siendo reemplazada por el famoso brote verde que tanta rentabilidad ha dado: la soja.
Con ella se han beneficiado los pequeños productores que forzados por la histórica desigualdad se han visto obligados a optar por lo que le brindaba mayor rentabilidad a corto plazo, pero también -y fundamentalmente- los grandes pooles y empresarios del agro que tuvieron campo fértil para la extensión del modelo a base del monocultivo sojero. Todo esto obtenido gracias a políticas públicas concretas que dieron continuidad a los planes de los grandes poseedores de tierras verdes.
Pero la soja viene con el pack y el combo es peligroso para la salud humana, aunque beneficioso para los bolsillos de los mismos de siempre. Las «malezas» deben ser combatidas porque ponen en riesgo la rentabilidad y como en el capitalismo la rentabilidad es palabra santa, no importa si para combatir los impedimentos se utiliza veneno. Y tampoco importa si la fumigación se hace a grande escala y con total ausencia de controles. Mucho menos si se hace alrededor de una escuela o barrios rurales. Nada importa más que la rentalidad.
Este miércoles se confirmó que tres insecticidas se suman a la familia de tóxicos contaminantes de la cuenca del Paraná. Ese grupo de «químicos» -nombre asignado por la industria- es encabezado por el glifosato, veneno preferido de la empresa Monsanto -recientemente comprada por Bayer y fabricante del agente naranja que se usó en Vietnam- que ha impulsado su Round Up por toda la Argentina gracias el lobby político al cual han sido permeable Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Cristina Fernández y Mauricio Macri. La cuenca del Paraná tiene en sus correntadas endosulfan -prohibido en Argentina desde 2013-, cipermetrina y clorpirifos. Algunos de ellos son los que han afectado la salud de Fabián Tomassi, extrabajador rural que resiste a la muerte desde que conoció los agrotóxicos.
«Estas nuevas conclusiones no hacen más que sumarle gravedad a una situación de emergencia ambiental que ya se dio a conocer el año pasado con el informe del glifosato», dijo el periodista especializado Patricio Eleisegui, quien además afirmó que a para las autoridades políticas «los reportes científicos no tienen relevancia alguna». En esa línea, señaló que su mayor preocupación «está en la decisión política de hacer de cuenta que no pasa nada».
«Eso es lo que considero más preocupante que la contaminación misma: la irresponsabilidad de las autoridades en cada uno de los lugares por los que atraviesa el Paraná. Del año pasado hacia acá -cuando se confirmó la contaminación por glifosato- nadie tomó una sola decisión en favor de la población, que es la que en definitiva consume agua de ese caudal. Ni uno sólo de los distritos de la cuenca avanzó con medidas concernientes a garantizar la seguridad sanitaria de las personas», analizó.
En ese sentido, la perspectiva de Eleisegui se empaña de pesimismo ante una posible respuesta por parte de las autoridades y a favor de las condiciones sanitarias elementales de la población: «¿Qué podemos esperar a partir de estos nuevos resultados? Que, lamentablemente, ocurra lo mismo. Que se dejen pasar los días a la espera de que la gente se olvide de lo que expone el trabajo científico».
«La única respuesta al desastre ecológico que se está exponiendo es la inacción política. Y todo a la sombra de una impunidad que parte de la certeza de que en la Argentina nadie resulta juzgado por mal desempeño de funciones. Ese beneficio implícito es el aspecto que otorga margen a las autoridades para seguir avalando la interacción con el agua envenenada sin que nadie pague por ello», agregó.
Por su parte, para el bioquímico ambientalista e integrante del Foro Ecologista de Paraná, Daniel Verzeñassi, la cuestión no sorprende pero reafirma sus conceptos reiterados hasta el hartazgo: «Estas confirmaciones de advertencias realizadas hace mas de diez años, se van conformando en antecedentes para las futuras presentaciones a la justicia penal», anunció. En esa línea, aseguró que «el delito ambiental es un delito penal».
«No sólo comete el delito quien ha contaminado. También lo comete quien ha habilitado el uso de esos venenos, y quienes no han intervenido desde la investigación sanitaria. Han enfermado y seguirán enfermando a miles y miles. Las mas frecuentes enfermedades y muertes de jóvenes, niños y adultos jóvenes son envenenamientos sub-clínicos, con signos y apariciones tardías», lamentó.
Nada parece hacer pensar que Mauricio Macri cambie el rumbo, más bien todo lo contrario. Lino Barañao, hombre fuerte de Monsanto durante la era K y de continuidad en su ministerio durante el gobierno de Macri, es el reflejo de la profundización del modelo Monsanto en la Argentina. Pero reducir las responsabilidades a las autoridades y dejar por fuera a los magnates de la soja, sería desigual. En el medio de este festín de intereses verdes, los que quedan en el medio son los ciudadanos fumigados y envenenados.