Moyano contiene a Barrionuevo para no apurar nuevas medidas de fuerza.

Tensión sindical – Prevén reunirse la semana que viene para analizar el paro y definir la hoja de ruta del plan de lucha; el jefe camionero intentará anudar nuevas alianzas antes de activar otra huelga.
Por Nicolás Balinotti  | La Nación.

Moyano y Barrionuevo, juntos anteayer; Micheli en la marcha del día anterior; aún deben definir sus próximos pasos. Foto Archivo Maxie Amena
Moyano y Barrionuevo, juntos anteayer; Micheli en la marcha del día anterior; aún deben definir sus próximos pasos. Foto Archivo Maxie Amena


Si fuera por Luis Barrionuevo o Pablo Micheli,el sindicalismo opositor debería convocar en menos de un mes a un nuevo paro general al que reforzarían con una gran movilización de protesta a la Plaza de Mayo. El apuro del referente gastronómico y del líder de la CTA disidente se sostiene a partir del rechazo público que ya hizo el Gobierno sobre las eventuales respuestas a algunos de los reclamos planteados anteayer durante la huelga.

Algo más cauto, Hugo Moyano aún analiza lo que fue la medida de anteayer. Hizo dos comentarios sobre cómo serán los próximos pasos. Uno, en público: «Las medidas se van a profundizar si no hay respuestas». El otro, en privado, delante de colaboradores y familiares: «Hay que ser estratégicos. Si hacemos otro paro, debe ser más fuerte que éste». Ambas sentencias fueron volcadas cuando la huelga del miércoles se extinguía en sus últimas horas.

Si los plenarios regionales de la CGT son ámbitos plurales y democráticos, Moyano y Barrionuevo deberían convocar a una nueva asamblea sindical para el 15 de septiembre. Eso fue lo que se definió en el salón Felipe Vallese hace dos semanas, cuando eligieron la fecha del paro y proyectaron un plan de lucha en caso de que sus reclamos continúen sin atenderse.

Sin embargo, se prevé un encuentro exclusivo de la cúpula sindical para unos días antes: sería la semana que viene, aunque con más atención en el análisis de lo que pasó que en lo que vendrá, según fuentes vinculadas al moyanismo.

Desde el Gobierno hubo mensajes que podrían acelerar un desenlace sobre el futuro del sindicalismo opositor. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, bajó de un plumazo dos de los principales reclamos del amplio rosario de consignas levantadas por los huelguistas. El funcionario blanqueó que modificar el impuesto a las ganancias «no es una prioridad», y dijo que «no hay condiciones que ameriten un clima de reapertura de paritarias».

El pedido de los gremios por la reapertura de las paritarias es como un reclamo para la tribuna. Legalmente, sólo es viable para aquellos acuerdos salariales que hayan contemplado en sus actas alguna «cláusula gatillo» ante la escalada inflacionaria. A cambio, muchos acentuarán sus reclamos a fin de año para obtener un plus con el fin de compensar la caída del poder adquisitivo del salario.

El oficialismo avivó más la tensión con los gremios opositores a partir de otros voceros. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, relativizó los alcances del paro, mientras que el diputado Eduardo Depetri acusó sin pruebas ni argumentos a los promotores de la huelga de ser «los mismos dirigentes que van a promover saqueos a fin de año».

El pronóstico de Depetri, tal vez, radique en la denuncia que hizo el oficialismo durante los saqueos de del año pasado. Aquella vez, desde el Gobierno apuntaron contra los tres referentes del sindicalismo opositor, pero la causa judicial jamás avanzó.

Al margen de la batalla retórica, el sindicalismo opositor ingresa en un terreno de definiciones de todo tipo. Debe resolver la hoja de ruta del plan de lucha activado contra el kirchnerismo y la continuidad o el quiebre de su frágil alianza.

Moyano, Barrionuevo...
Moyano, Barrionuevo…


El Futuro de la Colaición.  

Sobre los reclamos, hasta ahora hay diferentes posturas. La CGT Azul y Blanca de Barrionuevo anticipó una movilización a la Plaza de Mayo, aunque abona la teoría de activar un paro escalonado, de 36 a 48 horas. Más cerca de esta postura se ubica la CTA de Micheli, que propuso parar por 36 horas, a más tardar la primera quincena de octubre. La incógnita es Moyano. Al fin y al cabo es el timonel de la coalición sindical y el dirigente con mayor poder de fuego a partir de su numerosa militancia camionera.

Todavía herido por el rechazo de los colectiveros de la UTA, Moyano autorizaría negociaciones para volver a contar con Roberto Fernández en caso de un nuevo paro. Las gestiones correrían por cuenta del ferroviario Omar Maturano. Y también se tenderían puentes con otros gremios que están hoy alejados de la CGT, pero que comulgan con los reclamos. En lista figuran los bancarios, el gremio de la alimentación y algunas delegaciones estatales que están descontentas con el acuerdo salarial que selló UPCN.

Pero antes de avanzar en las futuras medidas de fuerza, el sindicalismo opositor deberá resolver sus internas. Si se decide continuar con la alianza, Moyano y Barrionuevo deberán reconocer el aporte de la CTA de Micheli y de las agrupaciones de izquierda. Y sentarlos a la mesa de las decisiones. O, tal vez, evalúen que es mejor romper con estos sectores y avanzar en un intento de unificar la CGT. Con la central unificada, los cegetistas se creen hasta capaces de recuperar el rol protagónico en el Partido Justicialista en la víspera de un año electoral.