
*Por Daniel Tirso Fiorotto
– La contaminación, el calentamiento, el jaque a la biodiversidad, y la uniformidad en la mesa generan protestas en el mundo y acá.

22/abril/ 2019 – Movimientos por el ambiente sano y contra las causas del cambio climático están marcando la agenda política en el mundo.Hace dos décadas los vecinos movilizados en la capital entrerriana obligaron a dar marcha atrás con el proyecto de represamiento del río Paraná en su curso medio. Aquella sensibilidad sigue hoy por diversas vías, aquí y allá. Distintas ciudades del planeta son conmovidas esta semana por manifestantes que cortan las calles para decir basta a las emisiones de gases que ponen en riesgo la biodiversidad.
Con mayor o menor grado de conciencia, vastos grupos de la humanidad han advertido que estamos en plena extinción de animales y vegetales provocada por el ser humano. Los datos conocidos apabullan. Un informe de la organización llamada Fondo Mundial para la Naturaleza –WWF- dice que las poblaciones de vertebrados salvajes (mamíferos, pájaros, peces, reptiles o anfibios), se redujeron un 60% entre 1970 y 2014 por la presión del hombre, en el mundo, y en Nuestra América la caída de biodiversidad fue del 89%, en estos 44 años.
También en casa
¿89%? Las cifras son extremas, y por eso hasta increíbles. Y las causas, variadas, pero veamos: pérdida de los hábitats por agricultura intensiva, extracción minera, urbanización, uso masivo de sustancias químicas, deforestación, agotamiento de los suelos…
El informe de WWF dice que entre 2000 y 2014 el mundo perdió 920.000 kilómetros cuadrados de bosques intactos. ¿Y por casa cómo andamos?
Digamos que este 28 de abril se prepara una nueva marcha en Gualeguaychú para alertar sobre los efectos dañinos del monocultivo y las pasteras instaladas a orillas del río Uruguay; que diversas organizaciones le reprochan al gobierno provincial y también a la principal oposición la apertura a la exportación de rollizos para las pasteras; que le piden la anulación de un decreto que permite distancias muy cortas para las fumigaciones.
Ahí no termina la discusión. Hay localidades con problemas ambientales acumulados, como el caso de Colonia Avellaneda, donde los vecinos han experimentado en cinco o seis años la destrucción del hábitat con basurales impresionantes a cielo abierto, la contaminación de los arroyos, la quema de basura, los cables de alta tensión, en fin, a lo que se agrega ahora una planta asfáltica junto a las viviendas…
Hay también reclamos judiciales por la extracción de arenas para fracking, y alertas del INTA Paraná a raíz de la continuidad de la tala rasa, a razón de 13.000 hectáreas por año en esta década, cuando está prohibida por ley. Además de problemas no resueltos de erosión del suelo por obra del hombre. El área de Recursos Naturales de la Provincia llegó a recibir un promedio de tres denuncias diarias por desmonte ilegal, todo un síntoma.
En solo 100 años Entre Ríos ya perdió siete de cada 10 hectáreas de bosques, y lo hizo al tiempo que las familias humanas emigraban o se amontonaban en las ciudades. Nada hace falta ya para mostrar que el sistema no es sustentable, y sin embargo los partidos mayoritarios lo avalan y la mayoría de las organizaciones (sindicatos, colegios, distintos poderes, corporaciones) no saben, no contestan.
En el mundo, los problemas políticos inmediatos no interrumpen las luchas: en Gran Bretaña, por caso, mientras en el gobierno se devanan los sesos para ver cómo salen de Europa, los vecinos de Londres frenan el tránsito y se hacen meter presos en una rebelión que pide a las autoridades un sistema que termine con la emisión de gases efecto invernadero en un lustro. Esta semana hubo 400 activistas del movimiento Extinction Rebellion detenidos, por interrumpir la circulación vehicular, y exigir así una emergencia climática y ecológica.
Saber escuchar
Saber escuchar es una de las vías del vivir bien, a pleno, en armonía con la naturaleza, según los 13 principios de nuestros pueblos antiguos y vigentes del altiplano, que resumió Fernando Huanacuni Mamani.
No pocas agrupaciones del mundo están en alerta por la situación ambiental del planeta, ya insostenible, cuando se ha verificado una pérdida grave de biodiversidad en pocas décadas.
Mueren y desaparecen insectos, vertebrados, ambientes, alimentos, es una catástrofe con un responsable: el homo sapiens. El territorio de Entre Ríos no es ajeno a esta situación. Tala rasa, riego con sustancias químicas peligrosas, basurales a cielo abierto, industrias contaminantes, erosión, son algunos de los problemas que generan malestar. Y los políticos se muestran a veces con actitud de escuchar, pero ¿a quién?
«Escuchar no solo es escuchar con los oídos; es percibir, sentir, escuchar con todo nuestro cuerpo; si todo vive, todo habla también», dice Huanacuni. Eso equivale a poner la oreja a los mensajes de las personas, las aves, las abejas, los relictos del monte nativo, los ríos, y las asambleas que, con actitud desinteresada y sin fines personales o sectoriales, encienden la luz roja sobre la acumulación de problemas imputables al sistema vigente.
Los estados necesitan ingresos, y la vida necesita un respiro, cuando ya estamos sabiendo que Abya yala (América) del sur es el continente más expuesto a la extinción en estas décadas.
Escuchar los mensajes de la cuenca, del monte, permitirá maneras sustentables de vivir, pero al mismo tiempo pondrá a las haciendas públicas entre la espada y la pared porque se ha naturalizado el lucro a través de industrias y producciones no sustentables, y pocos están dispuestos a ceder un tranco en favor del ambiente, aunque declamen sensibilidad por la naturaleza.
Uniformidad
El último informe de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advirtió que la alimentación del mundo está en riesgo por el cambio climático, la eliminación de las especies que polinizan, la concentración de la producción en pocas especies y el accionar de los mercados.
Hace un año, un alto funcionario nacional se burló de los apicultores, que le advertían sobre los efectos nocivos de los químicos empleados en el agro sobre las colmenas.
Hoy la misma FAO señala que así vamos al abismo. «Estamos perdiendo nuestra biodiversidad y la base para nuestra seguridad alimentaria», dijo en febrero el director general de la FAO, José Graziano da Silva.
El informe subraya la disminución de la diversidad vegetal en la huerta y la agricultura, el aumento del número de razas ganaderas en peligro de extinción, y la sobrepesca.
Dice que de unas 6.000 especies de plantas que cultivamos para obtener alimentos, solo nueve representan el 66% del total de la producción agrícola.
La Pachamama
Si por ahora las inquietudes por el ambiente no se traducen en votos a favor o en contra, la dirigencia tiene, igual, la obligación de poner oídos a la Pachamama (madre tierra en equilibrio) y a largo plazo. No vamos a exigir a una persona sin mayores responsabilidades colectivas un alto grado de conciencia sobre el futuro de la vida y la humanidad dentro de la biodiversidad, pero sí debemos exigir virtudes a quienes gobiernan y gobernarán.
¿Esperarán manifestaciones de indignados, o rebeliones, para actuar decididamente en defensa del ambiente? La dirigencia debiera saber que existen puntos que no tienen retorno. Han hablado las ranas, conocemos las malformaciones; han hablado ya los arroyos repletos de bolsas de nailon, cubiertas, chapas, y desprovistos de peces. Ahora nos dicen que formamos parte de un continente que en pocas décadas ha perdido la mayor parte de su masa de vertebrados…
¿Esperaremos recetas venidas de otro lado, o tendremos la convicción, la creatividad y la valentía para afrontar nosotros nuestros problemas y dar, de paso, una respuesta a la Pachamama y a sus hijos?
Los martes, ronda de alerta en Paraná sobre transgénicos, herbicidas, insecticidas; el 28 de abril, al puente internacional de nuevo, en alerta por el monocultivo y las pasteras.
Mientras tanto, se espera la voz de la Justicia sobre distancias de fumigación.Junto al saber escuchar, Huanacuni Mamani resume otros principios que, conjugados, ayudan al vivir bien y bello, en armonía: saber comer, saber beber, saber danzar, saber dormir, saber trabajar, saber meditar, saber pensar, saber amar y ser amado, saber hablar, saber soñar, saber caminar, saber dar y recibir.
Ninguno de estos postulados está separado de la biodiversidad. ¿Con cuántos de ellos cumplimos nosotros, los que quizá no somos políticos y demandamos cuidados del ambiente pero no sacamos el pie afuera del plato de la ganancia, el individualismo, la competencia y el consumismo?
La dirigencia tiene alta responsabilidad, pero el sistema se ha ganado adentro de nuestras cabecitas y nuestros corazones, de modo que el Estado, como las demás instituciones, las personas, las familias, no recuperarán un camino perdido a solas o con miradas partidizadas. El problema está en la casa común. Diferentes, con distintas historias y gustos, somos nosotros.
Tekoá, dice el guaraní: nuestro lugar, donde desplegamos nuestro modo de vida, ñanderekó, en sintonía con el árbol, el pájaro, el pez. Si escuchamos las voces del monte y las voces que quedan en el aire, nos será más fácil encontrar el camino. (*Daniel . T. Fiorotto)




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