Semblanzas de mi Pueblo – Recuerdos de una infancia felíz…

Medio siglo desde que pegué el primer grito en mi propia casa y mi madre asistida por el Dr Surraco, ya que el médico de cabecera de la familia el Dr. Beracochea se tomaba las vacaciones en febrero, me autorizan para hablar de mi pueblo donde salvo los años universitarios, he vivido, he soñado, levantado la casa , criado los hijos, plantado árboles, cantado, trabajado, etc etc etc

navidad carlitosAl pensar que Larroque tenía 55 años cuando llegué justifico esa villa con calles de tierra, zanjones profundos y olor a tierra mojada en los días de lluvia que recuerdo con más de una imagen querida. Es que la lluvia en los techos de zinc de la mayoría de las casa chatas( al decir de la hija pródiga tan criticada por algunos que no entendieron la descripción exacta en un libro de 1969) era música para el alma, es que la lluvia presagiaba que las manos de mi madre o de mi abuela Laura mojaran la harina para las tradicionales tortas fritas que inundaban con su olor a grasa caliente las callecitas pueblerinas. Es que la lluvia invitaba a plegar barquitos de papel para ponerlos a la deriva en los zanjones por donde corría con fuerza el agua por mucho tiempo después del chaparrón. “Barro tal vez” fue un pasado que revive cuando se encendían  las linternitas de los millones de  bichitos de luz que se congregaban en la “callecita” y que con manos traviesas encerrábamos en los frascos de vidrio y los llevábamos junto a la cama mientras los observábamos hasta que el sueño nos vencía. Ese mismo lugar mágico que cuando llegaba la primavera se poblaba de mariposas de distintos colores y allá íbamos con los gorros fabricados caseros a atrapar esos sueños voladores.

el teddy con los chicos

El patio de mi casa grande era de tierra y las laboriosas mujeres lo regaban a la mañana para después con la escoba de paja barrerlos dibujando figuras geométricas, también aprendí la técnica porque la chicas de aquella época aprendíamos a cocer, a tejer, a cocinar, a limpiar y a colaborar en las tareas del hogar porque éramos muchos y en mi caso la única mujer de 6 hermanos. Ellos acompañaban a mi viejo al galpón a ayudarlo en las tareas de criar pollos, o tenían la changa fija todas las tardes de “echar los terneros” y encerrarlos en el tambo donde al otro día temprano la abuela Laura, o “Machín”  ordeñaban la vaca que nos proveía de leche espumosa y fresca y cuando era abundante se hacía crema, dulce de leche casero y a veces queso. Por supuesto que muchas noches con esa leche inigualable se hacía el arroz con leche y azúcar quemada que se convertía en manjar para las panzas vacías de tanta gurisada.

El patio de tierra perdía sus dibujos todos los días porque alli se congregaban los muchachitos del barrio a disputar los más jugosos partidos de bolillas. Las rodillas peladas o los pantalones con los parches delataban las horas de juego que muchas veces terminaban en bochincheadas por un bolillón. También aprendí a jugar a las bolillas, aunque mi puntería nunca fue buena, pero si participábamos las chicas como público atentas al partido y embelesadas con las porcelanas, las ojitos de gato, o los bolillones de distintos colores que se guardaban en frascos o tarros de a miles.

karting con rulemanes

Y para los días de viento, sobre todo llegando la primavera, infaltables los barriletes de hechura casera! Mis hermanos eran capos en la construcción de las cometas con papel de diario y engrudo. No existía el papel de barrilete ni la plasticota, harina y agua y a dar con el punto justo del engrudo `para que el barrilete no se “empachara” por que de pasar eso no volaba, ni siquiera remontaba un rato. Sacar cola, poner cola, agregarle un palito en la punta para hace más peso, toda una técnica para después pasar horas tirados en el campito panza arriba con los ojos puestos en la inmensidad de un cielo limpio donde a lo lejos se dibujaba la pandorga que llevaba nuestras ilusiones tan alto como daba el hilo. El Teddy nuestro perro fiel, infaltable echado a nuestro lado, compañero de juegos, inseparable! Me parece verlo…. Tenía mi edad ya que lo trajeron a casa cuando nací y mis hermanos Carlitos y Sergio ( cuenta la historia) estaban más contentos con la llegada del perrito que de la hermanita. En fin, Teddy era tan hermoso, de tres colores, vaya saber que cruza, pero como dice la publicidad para nosotros era de raza! Su obsesión era correr los autos y asi terminó todo vichoco con un pata quebrada, rengo, pero nunca desistió de su mal hábito. Lloramos mucho cuando murió con muchos años pero de la forma más cruel que pueda morir un animal, envenenado por esa crueles manos que no tienen sentimientos.

Un capítulo a parte merecen las carreras de karting, pero no como los de ahora con motor y que cuestan mucha plata noooooo!!! Los gurises iban a los talleres, clientes fijos de Isidro Corbalán, de Eusebio Benítez o del Tio Lalo Fiorotto a buscar rulemanes con los que fabricaban los vehículos. Unas maderas y los 4 bolilleros se convertían en esos karting con los que disputaban las más entretenidas carreras. A muerte la competencia! Para los que no vivieron esa época el motor de los karting era alguien que empujara apoyando sus manos en la espalda del piloto, lo que se llama tracción a sangre. Cierto día vino mi hermano con el cuento que me había cambiado por un karting, si! Yo tendría 5 años y a él le gustaba un karting de un amigo, parece que quisieron negociar y el amigo le dijo te lo cambio por tu hermana! Me lo tomé tan en serio que ese día lloré amargamente!.

en la arrocera del tio tito

Como no recordar la casita que armamos junto a mis primas en lo que había sido el gallinero del fondo de mi casa. Allí pasábamos horas jugando a las muñecas mientras lo gurises armaban sus jinetes  con palos de escoba, los arcos con ramas flexibles y las gomeras con alguna horqueta de tala. Ellos se ponían la cartuchera y los revólveres de sebita en la cintura y eran los “coboy” de las películas a los que las mujeres les vendíamos las copas a cambio de los dólares que eran las hojas del naranjo.

Y el teatro itinerante en lo del Tono Taffarel, Pablo Serur, Reno De luca o en mi casa donde representábamos obras con libreto propio y el vestuario eran los camisones de razo de nuestras madres. Cobrábamos entrada y poníamos un kiosko con golosinas que comprábamos en Sportivo y revendíamos sin ganarle nada. A veces incluíamos títeres y magia. Pura imaginación, pura creatividad!

En la proximidad de las fiestas tradicionales de fin de año nos preparábamos con devoción, quiza porque no nos había atrapado la sociedad de consumo ni siquiera sabíamos de Papá Noel. Nos habían contado del nacimiento de Cristo y nadie dudaba del relato. La navidad significaba armar el pesebre con cuidadoso esmero, la reconstrucción de los hechos ocurridos en Belén. Representar las montañas nevadas con papel madera, el portal con el burro y la vaca, alguna lagunita con los patitos, los pastores, la Virgen y San José y el lugar vacío para el niñito, todo eso más el arbolito de navidad se armaba a raja tablas el 8 de diciembre. El arbolito que tuviera lucecitas intermitentes era toda una novedad! Mi mamá nos preparaba con anticipación a todos los gurises del barrio, que en ese entonces en la 25 y sus alrededores éramos muchos, en la entonación de los tradicionales villancicos: arre borriquito, din don din, changuito churito, noche de paz y el 24 temprano, a la tarde salíamos a cantar en las casas vecinas, inolvidable! Nadie esperaba un regalo para el 25, sólo esperábamos las 12 para colocar la imagen del niñito Jesús en el pesebre. Los regalos se esperaban para el 6 de enero. La noche del 5 poníamos los zapatos y juntábamos el pasto y colocábamos el agua para los camellos de los Reyes magos. Aún sospechando de que era sólo una tradición lo seguíamos haciendo y el 6 de enero nos levantábamos más temprano que nunca para ver los que nos habían dejado (si nos habíamos portado bien).

 jugando a la bolillaNo recuerdo que hayamos festejado el cumpleaños de Larroque cuando éramos gurises, creo que lo del 1 de diciembre surgió posteriormente, cuando declararon ciudad a  una Villa que no alcanzaba a la cantidad de habitantes para serlo ( ni incluyendo los muertos). Pero parece que beneficiaba al municipio que cambiara de categoría en cuanto al presupuesto y a la coparticipación.

Lo cierto que después de 105 de aquel Km 23 ha pasado mucha agua bajo el puente y como estas historias que cuento habrá miles.

Siento que muchos tuvimos la suerte de tener una infancia feliz en un lugar tranquilo y que a pesar de muchas características que después de grandes nos empiezan a disgustar de los pueblos chicos, seguimos eligiéndolo. Sobre todo cuando vemos la inseguridad que se viven en las grandes ciudades. Acá los chicos siguen creciendo libres…Se que la globalización nos trajo comodidades pero también nos trajo los flagelos más grandes que no escapan a nadie.

Por eso añoro la infancia que vivimos los de mi generación, por eso sufro cuando veo que las miserias de los hombres, la ambición desmedida, el consumismo, la corrupción y los disvalores nos acechan.

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Permítanme seguir soñando bajo el naranjo y despertar cuando el azahar arome, permítanme guardar en lo más profundo de mi corazón el lugar donde nací y crecí, permítanme seguir gozando de la sombra de mis grevileas en los eneros cada vez más insoportables, permítanme escuchar al zorzal al amanecer en el tala del fondo de mi casa, permítanme seguir extendiendo la mirada y observar el horizonte…  (*Celia N. Taffarel)